Santiago Taus | 20 de febrero de 2020
La compañía Atalaya lleva la que podría ser la mejor obra de Shakespeare al teatro Fernán Gómez, tras haber logrado hasta doce premios en 2019.
El rey Lear es una obra extraña. Ha dado lugar a una infinidad de opiniones de todo tipo, gusto y color. Los hay como Samuel Taylor Coleridge, que se refirieron a ella como el culmen del teatro universal. Otros no dudan en considerarla la mejor obra de William Shakespeare y, sin embargo, parece evidente que en la cultura popular ha quedado eclipsada por otras como Hamlet, Romeo y Julieta u Otelo. Aquellos lectores que no disfrutaron tanto de la lectura de Lear pueden consolarse con la opinión de autores ilustres como León Tolstói, que pensaba que esta, como muchas obras del dramaturgo inglés, era poco creíble y estaba mal planteada. Algunos críticos han querido disimular esos supuestos fallos declarando que Lear podría ser precursora del teatro del absurdo. Lo único seguro de este debate, seas de Coleridge o de Tolstói, es que los textos irrelevantes no generan tanta controversia.
Ricardo Iniesta, fundador de la compañía Atalaya y director de este montaje que se puede ver en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, es de los que consideran que este podría ser el mejor texto dramático de la historia. Sea exagerada o no esta opinión, es indudable que el trabajo que ha hecho como director ha estado a la altura del texto, y así lo corroboran los doce galardones que ha recibido hasta ahora; en 2019, este fue el montaje con más nominaciones en los Premios Max.
Este montaje de El rey Lear pone su foco, no tanto en el conflicto familiar que articula toda la obra, sino en cuestiones como la injusticia, la corrupción del poder y, sobre todo, en el desarrollo de la ira despótica del monarca que se termina convirtiendo en locura. La historia de Lear es la de un rey anciano que decide delegar las cargas del gobierno en sus tres hijas. Les pide a estas que expresen con palabras la magnitud del afecto que sienten hacia su padre, con la promesa de que él ha de recompensar a cada una de ellas con un tercio de sus dominios.
Las dos mayores, con ese descaro de hijas que venderían a su padre por cuatro monedas, no muestran ningún pudor a la hora de exagerar sus afectos: “Os amo tanto como nunca / amara hijo o fuese amado padre; / con un amor que apaga la voz y ahoga el habla”. Pero la pequeña, Cordelia, bien por ingenuidad, por sinceridad o por un arrebato adolescente, se muestra mucho más hosca. Su padre, con una ira algo desmedida y, reconozcámoslo, poco verosímil, decide repudiarla, desterrarla y repartir la tercera parte del reino entre las dos hermanas mayores. Estos serán los hechos que darán lugar a una trama llena de intrigas, rencor, locura y muerte, al más puro estilo shakesperiano.
Lo más interesante que tiene Lear es el recorrido de un hombre déspota y poderoso convertido en alguien lamentable y locoCarmen Gallardo, protagonista de El rey Lear
El montaje de Atalaya pone el acento sobre lo macabro y siniestro de la trama. La música se mantiene siempre sobrecogedora y apabullante, la iluminación logra maximizar las sombras con tonos rojizos que contribuyen a aberrar los gestos de los actores tanto como las pasiones y vicios de sus personajes. A propósito del elenco, la actuación más sorprendente es, sin duda, la de Carmen Gallardo, que se pone en el papel de Lear. “La verdad es que no hay nada femenino en este personaje. No sé por qué lo han interpretado tantas mujeres”, afirma la actriz cuando le preguntamos por el hecho de que sea ella quien dé vida a Lear.
Este es un personaje que se ha hecho bastante popular entre las actrices. Glenda Jackson o Nuria Espert ya interpretaron este papel con un éxito desbordante. “En principio, iba a ser un hombre el que lo interpretase, pero en el último momento tuvo que renunciar a hacerlo, así que Ricardo me lo propuso a mí”, explica Gallardo. No es la primera vez en su carrera que interpreta a personajes masculinos y lo concibe como algo absolutamente natural: “Para mí lo importante es el personaje; el género es lo de menos”. Con esa afirmación rotunda y simple, zanja esa polémica que ha disgustado y divertido a tantos columnistas en los últimos años. Lo cierto es que, al margen de que sea más o menos creíble interpretando a un varón, el hecho de que sea una mujer contribuye a potenciar la sensación de extrañeza, de asombro ante un personaje de hombre loco.
“Lo más interesante que tiene Lear es el recorrido que atraviesa desde ser un hombre déspota y poderoso hasta acabar convertido en alguien lamentable y loco”, explica Carmen, quien además aclara que es precisamente esta evolución del personaje la que lo convierte en un papel tan complicado de interpretar. No se olvida de que ha contado con la ayuda de Ricardo Iniesta para enfrentar estas dificultades: “Nos conocemos desde el 83, así que sabe muy bien lo que tiene que pedirme y eso nos permite ir a los dos de la mano encontrando esos matices que hagan al personaje creíble”.
Una de las constantes en los montajes de Atalaya es que huyen del naturalismo. El trabajo coral, la coreografía y el movimiento del cuerpo son aspectos de la interpretación biomecánica que cobran un gran protagonismo en las obras que esta compañía lleva a escena. El resultado puede causar en el espectador una sensación de poco realismo y de excesiva afectación. Sin embargo, cabe instar a aquellos que asistan a la obra a que se empapen de ese histrionismo, de ese resultado exagerado y algo extravagante que tiene como intención última subrayar la desquiciante agresividad de esta tragedia, que bien podría ser la mejor de todos los tiempos.
El rey Lear, de William Shakespeare.
Adaptación y dirección de Ricardo Iniesta.
Del 13 de febrero al 1 de marzo en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.
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