Hilda García | 21 de junio de 2019
«Piaf, voz y delirio» es una excelente oportunidad para acercarse a la vida y a las canciones de la diva francesa, gracias a la voz de Mariaca Semprún.
Resulta difícil encontrar un talento artístico mayor. Casi tan imposible como imaginar una existencia más desdichada. La cantante francesa más célebre de todos los tiempos llena de nuevo los escenarios de la mano de Piaf, voz y delirio. Un musical que el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid acoge del 19 de junio al 10 de agosto de 2019, en su segunda temporada.
Con un texto original de Leonardo Padrón, esta producción íntegramente venezolana tiene como protagonista absoluta a Mariaca Semprún (Caracas, 1980), gran dama de los musicales en su país. La cantante y actriz supera con nota el difícil reto de mimetizarse con Édith Piaf, un mito universal cuya portentosa voz le valió el apelativo de “Gorrión” (piaf, en francés).
Édith Giovanna Gassion (París, 1915 – Plascassier, 1963), hija de un contorsionista y una cantante ambulante, nació en las calles de la Ciudad de la Luz. Abandonada por su madre, criada en el prostíbulo de su abuela y explotada por su padre, tuvo que pasar por trances tan dolorosos como el fallecimiento de su hija -con solo dos años, a causa de una meningitis-, la amarga pérdida de varios de sus amores y las múltiples enfermedades que se cebaron con ella. “No sé qué tiene la muerte conmigo que me quita todo lo que amo”, lamentaba la intérprete.
El musical intercala los temas más admirados de la artista francesa con monólogos que recrean los principales pasajes de su sórdida vida
Esta trayectoria marcada por la tragedia se refleja en Piaf, voz y delirio. El musical intercala los temas más admirados de la letrista y actriz francesa con monólogos que recrean los principales pasajes de su sórdida vida. L’Accordéoniste, Hymne à l’amour, Sous le ciel de Paris o La Foule suenan en el momento más apropiado para el correcto desarrollo la trama.
Todo el repertorio está interpretado en francés, excepto dos temas en inglés. Mención aparte merece la tantas veces versionada La vie en rose, compuesta por la propia Piaf. En ella, Semprún alterna fragmentos en francés con otros en español e inglés. Este es, sin duda, el título más emblemático de la estrella, que encierra una gran paradoja: más que una vida en rosa, la suya fue una vida en negro.
Venerada por el público y criticada por los medios, Édith Piaf pasó de las alcantarillas -como decía ella- a actuar en cabarés y en los mejores teatros, como el Olympia de París o el neoyorkino Carnegie Hall. Se codeó con personajes relevantes de la época, entre ellos el cineasta Jean Cocteau, la actriz Marlène Dietrich o el empresario Aristóteles Onassis, a los que se menciona en la obra.
Piaf, voz y delirio muestra cómo el éxito de la cantante estuvo acompañado de excesos, adicciones y amantes fugaces. Incluso fue acusada de estar implicada en el asesinato de su pigmalión, Louis Leplée, y de colaboracionismo con la Alemania de Hitler.
Mariaca Semprún reina en el escenario durante casi dos horas. Una labor muy meritoria, habida cuenta de la portentosa voz, la gran personalidad y el peculiar estilo de enfatizar las erres que tenía la diva gala. La interpretación musical de la protagonista y el trabajo corporal y gestual superan con creces a su faceta actoral. El acento francés impostado, unido al venezolano, componen una curiosa mezcla que resulta muy agradable al oído.
El montaje es muy simple. Una banda de siete músicos, que toca en directo, se sitúa detrás de una pantalla en la que se proyectan imágenes reales tanto de Édith Piaf como del París de mediados del siglo XX. Dos piezas móviles que representan una estancia con puertas y ventanas sirven de base para las distintas localizaciones. Cuatro figurantes se encargan de dar forma al decorado y de ayudar a Semprún con los cambios de vestuario, a la vez que encarnan a distintos personajes «mudos» que interactúan con la cantante.
A medida que avanza la trama, el espectador puede apreciar el deterioro físico que Piaf fue sufriendo a lo largo de su vida. Una situación que se vio acentuada por la inesperada muerte de su gran amor, Marcel Cerdan, un boxeador casado y con hijos. Pero ella se refugió siempre en su fe. Era una profunda devota de santa Teresa de Lisieux, artífice de una milagrosa curación que le devolvió la visión, tras quedarse ciega con solo 6 años.
La inconfundible silueta del icono francés a contraluz sobre las tablas, vistiendo la petite robe noire -el famoso vestido negro que popularizaría Coco Chanel-, es uno de momentos cumbre del espectáculo. Como lo es también la declaración de intenciones que envuelve la interpretación de Je ne regrette rien, uno de sus temas -y de su lemas- más conocidos: no me arrepiento de nada.
‘Piaf, voz y delirio’ es un musical muy recomendable que nos hace recordar el insuperable torrente vocal y las inmortales canciones de la estrella gala
La musa francesa, impulsora de estrellas como Yves Montand, Charles Aznavour o Georges Moustaki, murió a los 47 años, como consecuencia de un cáncer hepático. De ella nos quedan su insuperable torrente vocal y un puñado de canciones inmortales que algunos podrán descubrir, y otros recordar, en Piaf, voz y delirio, una obra muy recomendable tanto para incondicionales de la artista como para amantes de la buena música.
La leyenda de Édith Piaf es eterna. Y, gracias a su excelente voz, Mariaca Semprún consigue que el público coree sus temas, se emocione y se acerque a la vida en negro del Gorrión que se transformó en ruiseñor.
Luces: la extraordinaria voz y el magnífico trabajo corporal de Marieca Semprún.
Sombras: si no se está al corriente de la biografía de Piaf, es fácil perderse en algunos pasajes del musical.
Yllana dirige «We love Queen», un espectáculo poliédrico que rompe la cuarta pared, divierte y logra conectar con un público de todas las edades.