Santiago Taus | 21 de diciembre de 2019
Esta producción revive, de forma alocada y sin complejos, uno de los enredos más divertidos del autor, llevando la obra hasta la frontera con el musical.
Miguel del Arco demuestra ser un director que sabe arriesgarse como muchos y ganar como pocos. Se arriesga llevando a escena una obra de Calderón de la Barca, después del reciente éxito de La vida es sueño y de El gran mercado del mundo. Se arriesga eligiendo una de las comedias menos conocidas del autor. Y, por si fuera poco, se arriesga moldeando cada escena hasta darle un estilo alocado e histriónico, más cercano al de La que se avecina que al de otra comedia del teatro áureo. Reconoce que decidió llevar a escena La señora y la criada porque, cuando empezó a leerla, ya en la primera página soltó tres carcajadas. Esas risas han justificado el riesgo de rescatar una obra menor de Calderón de la Barca y traerla al presente con un espíritu absolutamente original, liberado y divertido hasta la saciedad.
Se trata de una comedia palatina al uso, una comedia pura donde lo más importante es la risa del público. En esta descabellada producción, los acontecimientos tienen lugar en la Italia de los años sesenta. Los protagonistas son Diana y Crotaldo, dos jóvenes de la nobleza que, aun estando enamorados, son obligados por sus respectivos padres a casarse con Fisberto y con Flor. Naturalmente, ante semejante situación, afloran los celos, los enredos y las artimañas ideadas por los enamorados para dar a sus padres gato por liebre y conseguir el permiso para casarse.
En medio de todos estos embrollos encontramos uno de los arquetipos más famosos del teatro calderoniano: la criada. En este caso, se trata de Gileta, una mujer arrolladora y vulgar, tan engreída como una condesa, tan sofisticada como una verdulera y tan seductora como su escote. Casi con cualquier palabra despierta la carcajada del público. Gileta es puro descaro, es el alma de esta obra, y la interpretación de la actriz Alba Recondo, tan histriónica, tan altanera, tan desbordada en sus gestos y palabras, está muy a la altura del personaje. Ella sola, con esa presencia impertinente, sabe hacerse con las risas de toda la sala.
Habrá espectadores más puristas que verán en esta producción una osadía, una forma de vulgarizar la obra o, quién sabe, una falta de respeto hacia el texto. Sin embargo, la verdad es que se trata de una obra menor de Calderón y que en sí misma resulta poco interesante si no recibe una nueva vida insuflada por una magistral dirección. Miguel del Arco fuerza las escenas hasta llevarlas casi a la frontera con el musical. Las inflama de desparpajo y vitalidad a la italiana, como un concierto de Rafaella Carrá o como Renato Carosone cantando Mambo italiano.
Los personajes se alejan de cualquier tipo de realismo en su interpretación y no ocultan que su voluntad, su única voluntad, es lograr que los versos de La señora y la criada hagan reír, después de un largo olvido, a alguien más que a Miguel del Arco. La tarea está lograda. En la sala, las carcajadas no cesan por más de un minuto. Un lindo homenaje a Calderón.
A la salida de la función, los espectadores se detienen en la puerta del Teatro del Príncipe comentando sus interpretaciones favoritas. Nadie había oído hablar de la obra, pero ninguno ha salido defraudado. “Irene Serrano (interpretando a Diana) está perfecta, como siempre”, dice un hombre detenido junto a la taquilla. Una pareja a su lado no escatima en elogios para Alejandro Pau (Crotaldo). “La música y la forma con que la integran en las escenas” es, para una joven, lo más acertado de esta producción, pero en lo que todos están de acuerdo es en alabar la dirección de Miguel del Arco: el trabajo coral de los actores, la coreografía, etc. La genial labor de los actores de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico solo podía destacar con el puntal de una dirección como la suya.
Después de ocho años en la dirección de la CNTC, Helena Pimenta se despide con una producción de «La vida es sueño» que confiere un carácter innovador y palpitante a la obra de Calderón.