Carmen Agudo | 24 de febrero de 2020
Aunque la lucha puede parecer desigual, las librerías hacen frente a la compra «online» potenciando todo aquello que la pantalla de un dispositivo no puede ofrecer.
Hay un olor que es imposible enfrascar. Unos sonidos que son imposibles de reproducir. No se trata de un perfume cualquiera o de una canción de Spotify. Hablamos del olor de una librería, del sonido del silencio y del papel, del placer de pasear entre estanterías y dejar que te elijan a ti y no al revés. Esto, por mucho que nos empeñemos, no se puede comprar online.
En los últimos años, la venta por internet ha sido el gran enemigo de las librerías tradicionales. Cientos de comercios echan el cierre porque no pueden hacer frente a las casi infinitas posibilidades que ofrecen las plataformas digitales a las que migran los lectores en papel.
Aunque el informe sobre «Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España» de 2018 de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros concluye que el principal canal de compra de libros no de texto sigue siendo la librería tradicional, la sombra de Amazon es cada vez más alargada.
La competición es cada vez más desigual. “Es muy cansado remar contracorriente. Hay un desgaste económico muy fuerte”, apunta Zaida Pérez, propietaria de la librería Liberespacio.
Lloran todos con Amazon, pero ese libro llega ahí por alguna cadenaAlfonso Tordesillas, socio de Tipos Infames
El triunfo de la comodidad a la hora de hacer la compra no solo afecta al mundo editorial. Para Alfonso Tordesillas, de la librería Tipos Infames, se trata de un problema de raíz y de consumo. “El pequeño comercio está abocado a cerrar, salvo que tengamos un tejido social que nos sustente”.
La proliferación de plataformas que se alimentan de un usuario que necesita el “aquí y ahora” ha hecho mella entre aquellos que todavía levantan su persiana metálica cada mañana. Frente al triunfo de la inmediatez no se puede competir, pero “sí puede hacerse con otros elementos”, como reconoce Alfonso Tordesillas, que predica con el ejemplo desde su local en el madrileño barrio de Malasaña.
El concepto de librería tradicional ha cambiado. Frente a la ingente cantidad y variedad de catálogo que ofrecen grandes cadenas como Amazon, Fnac o Casa del Libro, la especialización es el salvavidas de muchos comercios.
“Tienes que especializarte en algo y recomendar. La única manera de competir es especializarte”, explica Zaida Pérez, que apuesta por la literatura infantil y juvenil en Liberespacio.
La figura del librero es fundamental si buscamos un trato personal y recomendaciones adecuadas para cada cliente. Se trata de un valor añadido al que internet no puede hacer frente. Todavía no hay ningún algoritmo que te asesore tan bien como un librero.
Además de la especialización, la organización de actividades que fomentan la interacción con los clientes es otro recurso al que se aferran los libreros en busca de la supervivencia. “Nos aporta visibilidad, son un canal para llegar al público”, asegura Marina Díaz, de la librería Turuletras.
Pero no se trata solo de vender libros. “A muchos libreros nos gusta que nuestra librería sea un lugar de encuentro con los libros en el que disfrutar, hablar, ver, elegir, mostrar, disfrutar…”. En definitiva, un espacio para las letras y la cultura. Por esto mismo, no es raro encontrar dentro de una librería una cafetería o una pequeña sala de exposiciones.
Las librerías son espacios dinamizadores culturales del barrio, pero hay que tener conciencia de que somos un comercioZaida Pérez, propietaria de la librería Liberespacio
En el nuevo modelo de librería no todo es vender libros… pero hay que vender libros. Al fin y al cabo, “tienes que pagar un local, nóminas… no puedes ser solamente un centro público que supla determinadas carencias”, recuerda Alfonso Tordesillas, de Tipos Infames.
Seguro que cerca de su casa tienen una librería. Les invito a que vayan un día. Paseen entre las estanterías, miren algún libro, hablen con el librero, compren. Les aseguro que no solo será beneficioso para él.
Un postrero soneto de Lope de Vega que nos recuerda el valor inmaterial de las pequeñas cosas en medio del ruido y la vorágine de nuestros días.