Hilda García | 24 de mayo de 2019
Carlos Saura dirige a Imanol Arias en una exquisita adaptación de «El coronel no tiene quien le escriba».
El coronel no tiene quien le escriba… pero tampoco lo necesita.
Gabriel García Márquez, Carlos Saura e Imanol Arias son los tres prestigiosos nombres que se han hermanado en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. Hasta el 30 de junio, la sala acoge una solvente versión de una de las obras más célebres de la literatura hispanoamericana.
El coronel no tiene quien le escriba, una novela corta escrita en 1961 por el premio Nobel colombiano, es una exaltación del amor, de la dignidad y de la fe en el ser humano.
Sumidos en la indigencia, agotados y enfermos, el coronel (Imanol Arias) y su esposa (Cristina de Inza) ven pasar los días. Desde hace quince años, el anciano militar acude cada viernes a la oficina de correos con la esperanza de recibir lo que nunca llega: una carta en la que el Gobierno le comunique la concesión de una pensión por los servicios prestados a la patria.
La obra de García Márquez es una exaltación del amor, de la dignidad y de la fe en el ser humano
Los dos personajes habitan en una humilde vivienda, situada en una zona costera de Colombia. El país, en el que se ha decretado el estado de sitio, trata de recomponerse después de una cruenta guerra civil.
El matrimonio, sin apenas nada que llevarse a la boca, vive con el dolor causado por la prematura muerte de su único hijo, Agustín. Tiene la casa hipotecada y ha malvendido casi todos sus enseres personales. Su patrimonio se reduce a un gallo de pelea, al que cuidan y alimentan con la intención de que en el futuro les proporcione ganancias. Su situación es tan desesperada que dudan si vender el animal o aguardar a que empiece la época de las competiciones para sacarle rendimiento.
El coronel y su mujer, a la que este llama con cariño ‘doña’ o ‘coronela’, intentan conservar la dignidad y guardar las apariencias para que su situación límite no trascienda al resto de los vecinos del pueblo.
La resiliencia, tan de moda en nuestros días, preside la obra. Nadie se acuerda del coronel y de su esposa, pero en el fondo no importa. Ellos tienen lo más valioso: el amor, un “pegamento” capaz de vencer todas las adversidades. Ambos se quieren y se cuidan. El protagonista incluso dedica a su mujer bellas palabras, como “contigo he alcanzado mi sueño”. A pesar de las circunstancias, parecen no perder el sentido del humor. Lloran, ríen, bailan al son de melodías del folklore hispanoamericano. Todo un ejemplo.
El texto contiene pasajes memorables. Aunque está salpicado de notas divertidas, resulta duro y desgarrador. Como es habitual en la producción del escritor colombiano, El coronel no tiene quien le escriba trata temas universales que preocupan al ser humano. Denuncia el egoísmo, la avaricia, el olvido, la pobreza o la corrupción. También habla de las terribles consecuencias de los conflictos bélicos, en especial de las guerras civiles, que son luchas fratricidas
La obra aborda con ironía la muerte y, en especial, el inexorable transcurso del tiempo, que “pasa deprisa para quien tiene miedo y despacio para quien espera”. La novela, considerada por García Márquez como su mejor obra, introduce lugares y personajes que más tarde incorporaría a Cien años de soledad, como la ciudad de Macondo o el coronel Aureliano Buendía.
Bajo la dirección del reconocido cineasta Carlos Saura, Imanol Arias se embebe con maestría en la piel del anciano coronel, idealista, vulnerable, pero firme en sus convicciones. Enfermo, tembloroso, es la viva imagen de la desolación.
Cristina de Inza también hace una perfecta recreación de su personaje, más realista y anclado en el pasado que su esposo. Con cada gesto, ambos protagonistas transmiten una inmensa ternura y una complicidad que consigue emocionar al público.
Los personajes de Imanol Arias y Cristina de Inza transmiten una inmensa ternura y una complicidad que consigue emocionar al público
El resto del elenco da la réplica con solvencia. Sus personajes secundarios entran y salen de la escena para conferir mayor ritmo a la trama. Desde el honrado doctor (Fran Calvo), pasando por el avaricioso Sabas y el frío abogado (ambos interpretados por Jorge Basanta) hasta la empleada de correos, la cantinera y la mujer de Sabas (a las que da vida Marta Molina).
Lo más potente de la obra es la palabra. Por eso, el decorado, que representa la casa del matrimonio, es escueto: cama, mecedora, mesa de escritorio, sillas y espejo. El cambio de localización se consigue mediante la proyección sobre una pantalla de diferentes fondos pintados a mano por el propio Saura. Un elemento de fantasía que conecta con el realismo mágico hispanoamericano. El gallo, que tiene un lugar central en la trama, aparece en un plasma que simula un pequeño corral.
Un canto a la esperanza pone fin a la representación. Los acordes de Ojalá que te vaya bonito, interpretada por Chavela Vargas, son toda un declaración de intenciones. El coronel no tiene quien le escriba, una obra tan recomendable como todas las de Gabriel García Márquez, nos deja interesantes enseñanzas y profundas reflexiones sobre el ser humano.
Luces: el texto exalta el poder del amor, que vence todas las adversidades -algo que es muy necesario recordar en nuestros días-.
Sombras: la crudeza del texto hace que no sea apto para todos los estados anímicos.