Santiago Taus | 27 de febrero de 2020
La tercera parte de la «Trilogía americana» de José Sanchis llega al Teatro María Guerrero, bajo la dirección de Magüi Mira. El montaje propone una ficción sobre el remordimiento y la culpa de los conquistadores.
De entre todas las crónicas y libros de viajes que nacieron de la pluma de los que participaron en las expediciones de conquista del Nuevo Mundo, es posible que Naufragios y comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca sea el relato más increíble, sobrecogedor y plagado de aventuras. En estas memorias el autor narra su experiencia de ocho años en la península de la Florida y en el golfo de Méjico, adonde llegó como tesorero y alguacil de la expedición de cuatrocientos hombres comandada por Pánfilo de Narváez en 1527. De toda aquella compañía de hombres y mujeres que partieron para descubrir, conquistar y evangelizar, solo sobrevivieron cuatro: Andrés Dorantes, Alonso del Castillo, Estabanico el negro (posiblemente el primer africano que llegó a América) y Álvar Núñez. Durante estos años, vivió como alguacil, soldado, esclavo, curandero o mercader, y pasó por las más sorprendentes penurias para mantenerse con vida. La historia de sus periplos por las tierras indígenas es una lectura obligada para aquel que esté interesado en la conquista de América y para todos los que disfruten con un relato de aventuras tan increíble que solo puede ser real.
Situados en contexto, ahora que ha quedado claro quién fue Álvar Núñez y cuáles fueron sus Naufragios, cabe preguntarse por la compleja y muy lúcida obra de José Sanchis que se representa estos días en el Teatro María Guerrero, bajo la dirección de Magüi Mira y de la mano del Centro Dramático Nacional. Se trata de la tercera pieza de su Trilogía americana. En estos días en los que tanto se habla de “imperiofobia” e “imperiofilia”, esta obra del dramaturgo valenciano viene a proponer una nueva reflexión sobre los hechos de la conquista de América.
Los acontecimientos que tienen lugar en escena están protagonizados por Álvar Núñez (Jesús Noguero), un hombre del siglo XXI, casado con una mujer que es la encarnación de la banalidad, que vive atormentado por el remordimiento, vive desquiciado por una especie de delirios de esquizofrénico, angustiado por su pasado. Una noche, como si fuese el Ebenezer Scrooge de El cuento de Navidad, es asaltado por los fantasmas de aquellos tres compañeros que sobrevivieron con él y, de algún indecible modo en que solo los espectros son capaces, lo arrastran a revivir los hechos acaecidos durante esos ocho años americanos. De esta manera, asistimos a un diálogo entre el presente y el pasado, entre la historia real y el recuerdo que guardamos sobre ella, entre lo que fue la conquista de América y lo que hubiese podido llegar a ser.
El grupo, en sus acciones, vomita sufrimiento, dolor, angustia. Hemos intentado crear un lenguaje propio. Buscamos la belleza del patetismoMagüi Mira, directora de Naufragios de Álvar Núñez
Para la directora, Magüi Mira, esta obra “cuestiona lo que podría haber sido y no fue: el abrazo entre dos culturas”. No se oculta que la obra y el montaje de Mera lanza una crítica contra las motivaciones y métodos con que se llevó a cabo la conquista del Nuevo Mundo. En términos de la oposición simplista entre imperiofilia e imperiofobia, la obra no se puede considerar precisamente un elogio de las heroicas hazañas de los conquistadores. “Fue una lamentable aventura, prepotente e ingenua, de unos seres humanos con más testosterona que neuronas”, opina tajante Mira. Sin embargo, la directora no deja de reconocer una excepción; algo de luz en el personaje de Álvar, quien “se ganó no pocos enemigos por la defensa que hacía en sus crónicas de los indígenas”. Cualquier persona que se aproxime a la historia de la conquista con honradez es capaz de reconocer que, si bien hubo sombras, también existieron imponentes luceros, y si no, que recuerden a Bartolomé de las Casas.
El trabajo de dirección que Mira lleva a cabo está a la altura de las complejas exigencias del texto. Con una gran inteligencia, es capaz de dirigir a un numeroso elenco (dieciséis actores) en unas fabulosas interpretaciones corales y de guiar a todos ellos, afianzando la atención del público en una obra que podría dar lugar a confusiones. “El grupo, en sus acciones, vomita sufrimiento, dolor, angustia. Hemos intentado crear un lenguaje propio. Buscamos la belleza del patetismo”, explica Mira al referirse al trabajo coral de los actores. Sin embargo, el verdadero logro lo ha alcanzado con la ayuda de los escenógrafos Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán, haciendo posible que la España del siglo XXI y la selva de la Florida del XVI coexistan en un mismo escenario sin llegar a confundirse, pero sin contrastar de un modo aberrante o exagerado. La escenografía y la forma en que evoluciona es el reflejo exacto del espíritu de la obra. Entre los actores, Jesús Noguero da la talla en el papel de Álvar, pero su interpretación impresiona algo menos que la de otros como David Lorente (Dorantes), Rulo Pardo (Castillo) o Jorge Basanta (Esteban), los otros tres supervivientes de la expedición. Estos resultan excepcionalmente carismáticos y acertados en sus actuaciones.
Aunque es una obra llamada a avivar polémicas que en estos años están tan de moda, no resulta extremada en sus conclusiones. El texto, crítico con los hechos de la conquista, en sí mismo no defiende posiciones radicales ni es una teatralización de la leyenda negra. Su mérito está en su capacidad para generar un diálogo, azuzar la reflexión, propiciar distintos puntos de vista y proponer un relato poetizado de lo que supone replantearse la propia historia. Se trata de una de las obras más interesantes de esta temporada, con un montaje de una inmensa calidad teatral a cargo de Magüi Mira y con un relato que debe entenderse como una invitación sana a la reflexión.
Naufragios de Álvar Núñez
Texto de José Sanchis Sinisterra.
Versión y dirección: Magüi Mira.
Del 12 de febrero al 29 de marzo, en el Teatro María Guerrero de Madrid.
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