Fernando Ariza | 28 de agosto de 2019
Llega el fin del verano con una ruta de lugares inexplorados por los aventureros. Son tan terrestres como el suelo que pisamos y mucho más humanos.
Libros y viajes se unen este verano en eldebatedehoy.es.
Tras recorrer Asia, llegamos a… los mundos fantásticos
Hace muchos años me regalaron la Guía de lugares imaginarios. Los autores, Alberto Manguel y Guinni Guadalupi, se propusieron escribir una guía turística de lugares de ficción. Allí dicen: “ahora que hemos logrado pintarrajear hasta la última terra incognita en nuestros globos terráqueos, viajar ya no consiste en descubrir sino en confirmar. Por eso, por añoranza de lo inesperado, seguimos creando regiones que no caben en este mundo”. En este último artículo de la serie vamos a seguir esta ruta de lugares inexplorados por los aventureros. Son tan terrestres como el suelo que pisamos y mucho más humanos.
El territorio que nos es más próximo, tanto que lo visitamos a diario, y a la vez más desconocido, es el mundo de los sueños. The Sandman (1988) de Neil Gaiman tiene lugar allí. Es un comic que moderniza el mito judío del Arenero. El dios Sueño se mueve en una profusión de mitologías que interaccionan con gran verosimilitud: Thor, Afrodita y Osiris actúan entre inconscientes humanos en una narración que se mueve entre la Tierra, los Sueños, el Walhalla y el Infierno.
Hay territorios que pensamos fantásticos y realmente no estamos tan seguros de que lo sean. Es el caso de la Tierra Media. Tolkien escribió en más de una ocasión que se trata del mundo en el que vivimos, pero descrito en otro momento. Digo yo que algo sabrá él del asunto. Parece que van a filmar una nueva versión de sus historias, en formato serie que es lo que ahora se lleva. Para mí no es una buena noticia. Yo me siento afortunado por haber leído El señor de los anillos (1954) antes de ver la famosa trilogía, por muy bien adaptada que estuviera. La imagen nunca va a ser tan poderosa como la imaginación.
Bastante peor fue la adaptación que hizo Disney de Las crónicas de Prydain (1964) de Lloyd Alexander y tal vez gracias a eso se pueden leer los libros sin problemas. Los cinco libros cuentan la historia de Taran, un porquero que llega a rey. Incluye una bonita historia de amor que emociona cuanto tienes quince años. Por cierto que amenazan con un remake, así que urge su lectura para los amantes del género.
Pero no hay que marcharse a pasados mágicos para conocer lugares de ficción. También se puede ir hacia delante. Para los amantes de Matrix recomiendo la novela en la que muy libremente se basó, Neuromante (1984) de William Gibson, que sucede en Night City, una ciudad de ciborgs y navegantes de la Red que “era como un perturbado experimento de darwinismo social, concebido por un investigador aburrido que mantuviera el dedo pulgar sobre el botón de avance rápido”. Aunque para adaptaciones libres destaca El mundo perdido (1912) de Conan Doyle. Siempre quise visitar esa gran meseta en medio de la selva amazónica donde aún perduran los dinosaurios.
También ficticio, aunque exista, es el planeta Marte de Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury, donde se transmite una visión melancólica de un mundo que nunca existió. Uno se entristece, como si fueran en realidad, cuando lee los últimos días de los hipotéticos habitantes del planeta rojo.
La lista de ciudades a las que visitar en el futuro es muy extensa. También hay unas cuantas reconstruidas tras una catástrofe. La que más veces ha sido destruida ha sido Tokio y entre todas sus refundaciones me quedo con la de Akira (1982), el extenso manga de Katsuhiro Otomo que comienza siendo un relato ciberpunk y termina repensando el sentido de la sociedad y de la vida.
El Ministerio de Asuntos Exteriores publica todos los años una lista de países a los que no se recomienda viajar. Entre los mundos de ficción hay muchos lugares poco recomendables, aunque yo creo que el número uno es allá donde habitan los dioses primigenios de los Mitos de Cthulhu, de H. P. Lovecraft (1921). Se desconoce en qué realidad vegetan, aunque siempre es fácil encontrar portales cerca de la Universidad de Miskatonic, en Arkham.
Termina el verano y también un viaje en el que hemos recorrido miles de kilómetros y de páginas. Un viaje tan extenso que es imposible de recorrer en estas semanas de descanso, pero lo bueno de la literatura es que roba poco tiempo y menos dinero. Yo seguiré viajando.
Viajes trágicos como los de «Hamlet» o el monstruo de «Frankenstein» nos recuerdan, pese a todo, los lazos culturales del continente.
Porque ir a Oriente, que de eso se trata, tiene mucho de viaje fantástico. Del Imperio Mongol a Japón, pasando por Persia o la literatura bélica.
La primera parada de nuestro viaje literario nos lleva a las costas del Mediterráneo. De las ruinas de Troya a la dorada Venecia, de la mano de Virgilio o Thomas Mann.