Fernando Bonete | 29 de abril de 2019
“Cuánto azul”, último libro de Percival Everett, presenta las dudas del hombre contemporáneo.
Las razones por las cuales leemos son, no voy a decir que infinitas, pero sí incontables —en el sentido de muchas y muy diversas—. Así que para entendernos voy a resumirlas en dos principales: leemos para hacernos preguntas, leemos para buscar respuestas. Lo uno, las preguntas, no quita lo otro, las respuestas, pero no siempre se tiene o se obtiene todo en un mismo libro… o incluso en un mismo autor.
Cuánto azul
Percival Everett
De Conatus
348 págs.
21,90€
Lanzar interrogantes, callar respuestas, define muy bien la propuesta de Cuánto azul, y aun de su autor, el norteamericano Percival Everett. La personalidad reservada del escritor, evidente en entrevistas donde sus comentarios rozan la mínima expresión, es un refuerzo lógico a su voluntad de abrir las puertas a la interpretación libre del lector, sin mayores condicionantes que la propia experiencia vital de quien se acerca a sus páginas.
Cada cual deberá hacer su propia reflexión y sacar sus propias conclusiones acerca de los temas que pone sobre las páginas el protagonista de este relato, Kevin Pace, un pintor afamado en el meridiano de su carrera —y de su vida—, casado y con dos hijos. Temas presentados con la inteligencia y el punto de acidez y humor que caracterizan a Everett, como parte de una narración sólida en su articulación, fluida en su lectura. Temas, insisto, con envoltorio de interrogante; juntos forman un buen repertorio de las dudas que invaden y atenazan al hombre de hoy.
Dudas acerca de la paternidad, la relación filial, la incomprensión entre padres e hijos; los secretos, la conveniencia de tenerlos y ocultarlos, el dilema de guardarlos o desvelarlos; el deseo y la infidelidad en el seno del amor conyugal, la culpa y el autoengaño derivados de la mentira… El protagonista es incapaz, o no quiere —al igual que su autor, porque el protagonista es hijo de su autor— encontrar una resolución final a estas diatribas. Los recuerdos, la autojustificación, los viajes o el refugio del retiro artístico se anteponen a la realidad para evitar tener que dar una respuesta a todos sus conflictos interiores.
Al menos, una respuesta de peso, que vaya más allá del emotivismo, más allá del cúmulo de emociones, en su mayoría melancólicas y anhelantes, que proceden de sus recuerdos, que embargan su obra artística y que vienen a ser resumidas en la traducción figurativa de la palabra blue, “azul”, contenida en el título original, So Much Blue. “Cuánto azul”, pero también, “cuánta tristeza”. Y el lector, ¿tiene, será capaz o querrá encontrar una respuesta?
Denuncias que merecían ser planteadas con la cabeza fría y sin ánimo de revancha.
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