Fernando Carratalá Teruel | 30 de marzo de 2021
Con este artículo comenzamos una serie de textos que analizarán el Poema de la Saeta. La Semana Santa sevillana como motivo de inspiración poética.
Según ha podido establecer Trinidad Durán Medina (cf. Federico García Lorca y Sevilla. Sevilla, Diputación Provincial. Área de Educación. Servicio de Publicaciones, 1975. Colección Literatura. Serie 1.ª, 3; págs. 17-20), el Poema de la saeta, ubicado entre Poema de la soleá y Gráfico de la petenera, surge como resultado de haber asistido el poeta a la Semana Santa sevillana, en el año de 1921, junto a su hermano Francisco y al músico Manuel de Falla; y está dedicado al aviador Francisco Iglesias, asiduo, como el propio poeta, de las tertulias literarias que se celebraban en el hogar de Carlos Morla Lynch -diplomático chileno destinado en Madrid durante la II República y la Guerra Civil, y amigo íntimo de García Lorca-, en el madrileño barrio de Salamanca, en la época que media entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil.
Componen el Poema de la saeta un total de ocho títulos que abarcan un tiempo y un espacio concretos -desde el atardecer hasta la madrugada; y, siguiendo el curso del Guadalquivir, hasta llegar a Sevilla, por cuyas callejuelas discurre la procesión con los pasos que representan a Jesús flagelado y a la Virgen de la Soledad-: Arqueros (12 versos), Noche (10 versos), Sevilla (22 versos), Procesión (10 versos), Paso (14 versos), Saeta (15 versos), Balcón (15 versos) y Madrugada (14 versos).
Poema de la saeta
A Francisco Iglesias
Arqueros
Los arqueros oscuros
a Sevilla se acercan.
Guadalquivir abierto.
Anchos sombreros grises,
largas capas lentas.
¡Ay, Guadalquivir !
Vienen de los remotos
países de la pena.
Guadalquivir abierto.
Y van a un laberinto.
Amor, cristal y piedra.
¡Ay, Guadalquivir !
El poema está compuesto por cuatro dísticos de versos heptasílabos -no así el quinto, que es hexasílabo-, que mantienen la rima asonante /é-a/ (versos 2, 5, 8 y 11); e intercalados entre ellos hay dos estribillos: uno heptasílabo con rima asonante /ó-o/ (versos 3 y 9: «Guadalquivir abierto»), tras los dísticos primero y tercero; y otro hexasílabo, con diferente entonación y final agudo en /í/ (versos 6 y 12), tras los dísticos segundo y cuarto. Los cuatro versos restantes permanecen sueltos (verso 1: /ú-o/; verso 4: /í-e/; verso 7: /ó-o/; verso 11: /í-o/).
En el primer dístico (versos 1-2), «los arqueros» que «se acercan» a Sevilla son, evidentemente, los gitanos, dado su carácter migratorio y, además, el hecho de que García Lorca les aplica el calificativo de «oscuros», por el color atezado se su piel. Por otra parte, la identificación metafórica «arqueros/gitanos» tiene su fundamento en la polisemia de la palabra «saeta» que, entre otros significados, adquiere los de «flecha: arma arrojadiza disparada con arco» y «modalidad del cante flamenco consistente en una copla cantada en Semana Santa ante los pasos de los desfiles procesionales». El leve hipérbaton del segundo verso obedece a razones de rima (la asonancia /é-a/).
Tras la rápida descripción del aspecto cetrino del gitano (tan solo, el adjetivo «oscuros» del verso 1), el segundo díptico se centra en su vestimenta: sombrero y capa, y para que la descripción sea lo más identificadora posible, ambas prendas de vestir van flanqueadas por adjetivos lo suficientemente caracterizadores, en construcción paralelística de perfecta andadura rítmica y grata eufonía: «anchos sombreros grises» (verso 4, un heptasílabo con acentos en las sílabas primera, cuarta y sexta; y que adquiere ciertos tintes sinestésicos, al combinar la referencia al tamaño -«ancho»– con su color -«gris»-: además, la anchura del sombrero hace pensar que se trata de un sombrero cordobés, de ala ancha y plana y copa baja y cilíndrica); y «largas capas lentas» (verso 5, un hexasílabo con acentos en todas las sílabas impares, en el que la longitud de la capa se adecua a la anchura del sombrero, y el adjetivo «lentas» más bien sería un desplazamiento calificativo para aludir a la lentitud de los movimientos gallardos de los gitanos, que se dirigen a Sevilla paseando.
En el tercero de los dísticos (versos 7-8. «Vienen de los remotos / países de la pena»), el significado del vocablo remotos -muy lejanos en el tiempo o en el espacio-, aplicado a países [de la pena], sugiere que la pena es consustancial a los gitanos, acompañándolos en todo tiempo -siempre- y lugar -en cualquier parte.
Y en el cuarto dístico (versos 10-11: «Y van a un laberinto. /Amor, cristal y piedra») presenta a los gitanos adentrándose por lsas callejas tortuosas y zigzagueantes sevillanas, pasando de los espacios abiertos que acompañan el curso del Guadalquivir a otros más cerrados («cristal y piedra») en los que la pasión amorosa se diluye en el ambiente («amor»).
Los dos estribillos, recalcados en cursiva, articulan temáticamente el poema y están situados en una posición que contribuye -como si de una voz en off se tratara, porque no procede de los arqueros»- a configurar el rtirmo musical del poema. Las frase nominal enunciativa «Guadalquivir abierto» (versos 3 y 9) es, en alguna forma, la expresión de libertad de unos gitanos instalados en un mundo rural que no está sujeto a las reglas de un mundo «civilizado»; y esa amplitud de miras puede explicar la aplicación del adjetivo «abierto» al río Guadalquivir. Sin embargo, el otro estribillo es una simple frase apelativa que encierra un grito de lamento: «¡Ay, Guadalquivir!» (versos 6 y y 12); una aflicción que aumenta tanto más cuanto mayor es la cercanía de una ciudad de ámbito más restringido, que se convierte en un «laberinto» de callejas estrechas -y de pasiones-, ajenas al temperamento errante y liberal de los gitanos, que está muy alejado de los modelos estrictos y rigurosos del mundo urbano.
Arqueros. Miguel Astor, compositor. Para coro mixto SATB (Soprano, Contralto, Tenor y Bajo). [Se acompaña partitura]. José Mena Polo, director. Coro Consonante de Madrid. Estreno mundial (Madrid, 7 de abril de 2019).
Así celebró el diario El Debate de 1936 el primer centenario del nacimiento de Bécquer, con un número extraordinario en el que se dieron cita firmas de la talla de Gerardo Diego, Dionisio Ridruejo, Díaz Plaja, Foxá o Margarita de Pedroso.
Es imposible pensar que no se seguirá escribiendo Poesía en el futuro. Se escribirá y leerá más, porque probablemente será más necesaria aún que ahora.