Hilda García | 30 de abril de 2019
José Jiménez Lozano desvela en su obra “La querencia de los búhos” lo que el silencio oculta.
Viajar al pasado para comprender nuestro presente. Esta es la invitación de la que nos hace partícipes el periodista José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930) en su última obra, La querencia de los búhos. Publicada por Ediciones Encuentro, se trata de una recopilación de veintiocho relatos breves, la mayoría de ellos inéditos, en los que el escritor plasma los recuerdos de su infancia y adolescencia.
La querencia de los búhos
José Jiménez Lozano
Ediciones Encuentro
232 págs,
18€
Novelista, poeta y ensayista, el abulense es uno de los maestros vivos de la literatura. Su prolífica trayectoria ha sido reconocida con el Premio Nacional de las Letras Españolas, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o el Premio Cervantes, entre otras distinciones.
De igual modo que la principal característica de los búhos son sus enormes ojos, lo más destacado de estos cuentos es la mirada. Cada detalle del texto rompe el silencio para hablar con voz propia.
Siguiendo el camino de la intrahistoria que abrió Unamuno, por las páginas de La querencia de los búhos desfilan personajes anónimos, olvidados, en apariencia intrascendentes, que se transforman en los verdaderos protagonistas. Asuntos a primera vista triviales se convierten en el eje sobre el que pivotan los distintos relatos.
José Jiménez Lozano es un gran escritor, en prosa y en versoMiguel Delibes, escritor
Muchas de las tramas se ubican en el mundo rural, al que el autor rinde tributo. Aborda temas de máxima actualidad, algunos de los cuales se mueven sobre el tablero público y otros, no menos importantes, permanecen relegados.
Para José Jiménez Lozano, la fe es refugio: “[…] al igual que a nosotros, nos hizo compañía, también puede hacérsela a mucha otra gente que vive por aquí, y piensa que, mientras esté ahí la ermita, aun cayéndose, no pasará nada en el mundo».
Por ello, una de las preocupaciones que recorren toda la obra es el abandono de las creencias. Así sucede en el primer relato, que da nombre al volumen. En realidad, los ‘búhos’ del título son todo un símbolo, ya que estas aves rapaces encuentran cobijo en las ruinas de las iglesias, “a las que ya no iba nadie o casi nadie ni para estarse un poco bajo teja durante la calorina o una llovizna”. Una idea que también subyace en el cuento titulado La ermita de San Secario.
La mujer del capazo, además de alertar sobre la escasez de vocaciones religiosas, incide en el anticlericalismo imperante: “[…] no solo ya no se trataban las autoridades con las monjas, sino que las miraban mal como casi todo el mundo”.
Preocupaciones sociales
En la obra hay espacio para la crítica de la clase política en La curación por el espíritu, la denuncia de la España vacía en El árbol seco o la lucha entre el poder político y el religioso en El plato único.
El autor también analiza temas sociales, como la pena de muerte en La estética, la explotación laboral en Ni un detalle, la violencia familiar en El jardín de Fray Luis, el suicidio en El domingo por la tarde o la prostitución en Blancores para un ángel.
Amenazas tan reales como la soledad, la vejez o la deshumanización de la ciudad se tratan en La invitada: “Solo os pido a tu madre y a ti que no dejéis que me lleven a ningún sitio y no me dejéis morir como a un perro, y que no os retiréis de junto a mi cama hasta que yo me muera”. Especialmente impactante resulta El descubrimiento, que habla sobre la enfermedad mental.
Y lo malo se pega siempre más que lo bueno
Entre todos destaca El responsable, un interesante relato con rica temática, como el laicismo en la enseñanza, la masonería o la dialéctica entre el bien y el mal: “Y lo malo se pega siempre más que lo bueno”.
En este volumen, el autor de obras como Historia de un otoño o El grano de maíz rojo nos sumerge en su peculiar universo, despierta en nosotros recuerdos que creíamos dormidos y nos hace abrir los ojos ante verdades que permanecen ocultas.
El tono costumbrista nos retrotrae a épocas pretéritas, de las que rescata vocablos en desuso, como ‘murrias’, ‘ansiones’, ‘dicutinio’ o ‘badila’. En el estilo de Jiménez Lozano se aprecian notables influencias de Miguel Delibes, quien en su día dijo del abulense: «Es un gran escritor, en prosa y en verso».
La querencia de los búhos, que bien merece una lectura reposada, nos descubre que lo más valioso de la vida no se ve a simple vista, al tiempo que nos mueve a reflexionar sobre lo que el ser humano hace mal. El periodista, que en 2017 recibió la Cruz de la Santa Sede por su compromiso con el humanismo cristiano, nos regala pasajes memorables, como en La dignidad humana: “Pero los solitarios no se hacen con las cartas […] ¡Hay que pensar! Los solitarios se hacen con ideas, pensares, y conversaciones!”
Las ricas vivencias de José Jiménez Lozano nos sirven en bandeja los ingredientes necesarios para preparar una receta capaz de transformar la sociedad: “Pero, para arreglar el mundo, no hay que andar echando remiendos, ni estañando, sino que lo que lo que se necesita es cambiar a la gente los pensares”. Tomemos nota de su sabiduría.
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