Eduardo Schell | 04 de agosto de 2021
Pau Gasol llegó con la apisonadora derribando mitos de todo tipo y firmando una carrera legendaria ganándose un hueco en el salón de nuestras casas. Y por eso, tras Tokyo2020, con su adiós a la selección, a La Familia, todos nos sentimos un poco más huérfanos tras haber vivido en Gasolywood.
Entró en nuestras vidas sin hacer ruido. A la sombra de Raúl López y su inseparable Juan Carlos Navarro, seguramente los dos jugadores con mayor talento de nuestra historia. Le apodaban El Virtuoso o Pink Panther en esa irrepetible camada de los Junior de Oro que nos puso en La Luna del baloncesto. Fernando Martín se fue con un cuchillo entre los dientes a lo inesperado, Pau Gasol llegó con la apisonadora derribando mitos de todo tipo y firmando una carrera legendaria ganándose un hueco en el salón de nuestras casas. Y por eso, tras Tokyo2020, con su adiós a la selección, a La Familia, todos nos sentimos un poco más huérfanos tras haber vivido en Gasolywood.
Pero no hay que lamentar que una etapa acaba, hay que celebrar que la hemos vivido. Y desde la irrupción de Pau en la absoluta, en 2001, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pero sin convertirnos en los nuevos ricos porque, Pau, junto con el resto de esos Juniors de Oro (Felipe, Calde, Berni, Cabezas) que fueron entrando y desapareciendo con nuevas y frescas incorporaciones (Rudy Fernández, Chacho Rodríguez, Marc Gasol, Víctor Claver, Ricky Rubio, Sergio Llull, los Hernangómez, Álex Abrines, los héroes de las Ventanas), siempre enarbolaron la bandera de la humildad y del respeto sin olvidar de dónde se venía ni a dónde se quería ir: a lo imposible.
🗣 Pau Gasol a @rtve tras su último partido con @BaloncestoESP: «Estar con este equipo ha sido un orgullo. Poder volver a vestir la camiseta después de lesiones es algo que he intentado disfrutar […] Muchas gracias a todos por apoyarnos.» #GraciasPau https://t.co/0AO2C1q51t pic.twitter.com/ChQ6IzTnvU
— RTVE Deportes (@deportes_rtve) August 3, 2021
Y tras varios intentos (bronce europeo 2001, se gana a EE.UU. en su mundial por el quinto puesto en 2002, la plata europea de 2003, la inmaculada perfección de Atenas 2004 hasta el maldito cruce con EE.UU. y la nueva semifinal de 2005), se alcanzó la gloria mundial en Japón con una generación descarada que se había ido empapando de los valores de la generación anterior (los Albertos, Alfonso…) y contaba con dos auténticos pegamentos como Carlos Jiménez y Jorge Garbajosa.
Pudo ser un One hit Wonder, el sueño de una noche de verano, pero esta generación que asaltó la base estadounidense de Manheim siendo unos imberbes, no paró de colgarse medallas: plata europea en 2007 y otra olímpica en 2008 (ay, ese triple de Jimenez si llega a entrar…), el oro europeo de 2009 y 2011, una nueva plata olímpica en 2012 ante EEUU, el bronce europeo de 2013 en una catarsis, de nuevo la gloria europea en 2015, dos bronces seguidos (Río 2016 fue ya de despedidas) y la machada mundial de 2019 con Ricky al mando de una camada sin Juniors de Oro en la cancha pero sí en espíritu, en valores, en liderazgo, en intangibles y siempre presente en ese «1,2,3 muro» que obra y gracia de Álex Mumbrú siempre recuerda a esta selección de dónde viene: de esa sede talismán de Bahía Sur con un pabellón al lado del hotel y al que se iba andando en chanclas dos veces al día tras jugar a la pocha con mucha gente invisible (fisios, preparadores físicos, médicos, prensa, marketing, logística, seguridad, presidencia…) haciendo su trabajo para que los distintos entrenadores (Imbroda, Moncho, Pesquera, Pepu, Scariolo, Aíto, Orenga y, de nuevo, Scariolo) con sus cuerpos técnicos pudiesen sacar lo máximo.
Desde la irrupción de Pau en la absoluta en 2001 hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pero sin convertirnos en los nuevos ricos porque, Pau, con el resto de esos Juniors de Oro siempre enarbolaron la bandera de la humildad y del respeto sin olvidar de dónde se venía ni a dónde se quería ir: a lo imposible.
Ha llovido desde entonces. Lo bueno es que lo que podía ser un secarral tras este adiós en Tokyo tiene buena pinta. Sí, nos quedamos sin Gasol. Sin Pau y sin Marc. Como antes nos quedamos sin Jiménez, ‘Garba’, ‘Calde’, Navarro, Felipe y compañía. Seguramente sin el Tren del Chacho y Rudy. Puede que también sin Claver, Llull y Ricky, que si ha firmado su último partido con la selección, no podría haber sido más espectacular. Pero hay donde aferrarse: los Hernangómez, Garuba, Abalde, y los incontables héroes de las Ventanas con Jaime Fernández, Darío Brizuela, Xavier López-Arostegui, Tyson Pérez, Pierre Oriola, Francis Alonso, Jonathan Barreiro, Marc García o ese extraño elemento llamado Santiago Aldama…
¿Volverá a ser lo mismo? Claro que no, pero es que al final se trata de cambiarlo todo para que nada cambie. Hemos presenciado historia durante 20 años. Nada es eterno, ni Pau, que nos deja con esa sensación de vacío y mirada perdida como Wagner Moura en el balancín de Narcos. Vacíos, pero llenos a la vez.
Y con ese incorformismo agridulce de haber tenido a EE.UU. a tiro varias veces en el camino y que al final, por unas cosas u otras, por los triples de Marbury, por el rescate de Kobe o la reivindicación de LeBron, no pudo ser. Y ésta vez, en este BackToBack olímpico a Saitama donde España se coronó campeona mundial, nos costará más digerirlo, por ser un adiós. Por ser un cruce prematuro fruto de una serie de detalles: la derrota de EE.UU. ante Francia el primer día condenándose a ser la mejor segunda, la ocasión perdida ante la Eslovenia de Luka Doncic que había allanado el camino hasta una hipotética final, el sistema de competición que condenaba a España a cruzarse con EE.UU. de forma prematura al 50% de opciones en un sorteo que unas veces salió cara y esta vez fue cruz.
Excesivo castigo para una selección que merecía un último baile, un último concierto en la azotea como los Beatles… Quizá un último tributo a Pau saliendo a jugar la última posesión y con toda la selección aplaudiendo. Los rivales, que ya le abrazaron rindiendo reconocimiento también se habrían sumado. Pero seguramente a Pau, cuyos gritos nos han enseñado el camino tantos años, no le habría encantado. Porque él, que ha vuelto a jugar tras dos años en blanco sufriendo, es un tipo sencillo que te sigue llamando por tu nombre, se alegra al verte de nuevo cada verano, agradece lo vivido y ocho años después del diagnóstico de un cáncer a tu hijo te sigue preguntando cómo va todo.
Pau se fue dando las gracias a la prensa y aficionados por el apoyo recibido tanto tiempo.
No Pau, gracias a ti. Por tanto. Por todo.
Mundiales, Europeos y Juegos Olímpicos que no mueven su verdadera grandeza
El capitán del Real Madrid de Baloncesto es el jugador que más partidos ha disputado en la Liga Endesa, superando a Rafa Jofresa (756 partidos). Su liderazgo no se demuestra solo en la cancha, abandera multitud de proyectos infantiles con fines solidarios.