David Oller | 24 de septiembre de 2020
La expulsión del tenista número uno del mundo del US Open pone de manifiesto el estrés añadido de los deportistas en la reanudación de las grandes competiciones, tras el parón por el coronavirus.
Corría el undécimo juego del partido. Novak Djokovic no estaba cómodo sobre el asfalto neoyorkino, ya lo había demostrado anteriormente lanzando otra bola con rabia hacia el fondo de la pista. Pablo Carreño, su rival ese día, estaba jugando un tenis impecable y, pocos minutos después, el serbio se frustró, se enrabietó y volvió a lanzar de espaldas, con ira, una bola al fondo después de perder un juego. En esta ocasión, la pelota impactó contra el cuello de una jueza de línea, que rápidamente cayó al suelo y que incluso se quedó sin respiración durante unos segundos.
Fue, sin duda, la imagen del pasado US Open de tenis, disputado en Nueva York, por supuesto con las gradas vacías, y cuya secuencia hemos visto hasta la saciedad. Djokovic, número uno del mundo, se enfrentaba al gijonés Pablo Carreño en los octavos de final del torneo cuando, agonizando el primer set, el español rompió el saque del serbio, lo que le abría la posibilidad de cerrar la primera manga con su servicio. Entonces, ocurrió un hecho totalmente desafortunado, sin intención alguna, pero que sin haber lanzado la pelota de aquella manera no se habría producido jamás. Djokovic, rápidamente, se acercó a pedir disculpas a la jueza, pero a la vez cayó en la cuenta de que aquella acción le podía pasar factura. Y no una factura barata, precisamente. «Posiblemente él sabía que estaba expulsado del torneo en el momento en que le dio el bolazo a la jueza de línea», cuenta Jorge Aguirre, entrenador del tenista español Alejandro Davidovich, que estuvo practicando diez días con el serbio justo antes del US Open.
«La verdad es que fuera de la pista se comportó como un auténtico número uno, invitándonos a entrenar en su casa, jugando pachangas de baloncesto y, en general, haciéndonos sentir muy cómodos con su entorno. Relajado en el trato y tremendamente serio y profesional cuando se ponía la bola en juego», relata Jorge, lo que demuestra el gen competitivo que posee Djokovic, aun siendo un entrenamiento, pero también la gran nobleza que alberga cuando acaba el partido.
«Nunca puede ser justificable lo que hizo y, aunque ser el número uno del mundo lo expone 24 horas al día, 365 días al año y está acostumbrado a ello, en Nueva York se demostró que incluso el mejor del mundo en su trabajo puede cometer un error como los cometemos todos los demás, pero sin tener la repercusión y los focos que tiene él», comenta Jorge a eldebatedehoy.es. En este sentido, Fernando Callejo, cofundador de UPAD Psicología y Coaching, humaniza al Djokovic superestrella. «Todos los deportistas saben que cuando compiten tienen que guardar una serie de valores y, cuando estos no se cumplen, pueden ser descalificados. Djokovic, por lo que se ve en las imágenes, acepta su expulsión. Pero al final los deportistas viven en unos altos niveles de activación que, cuando se sobrepasan, cuando ese nivel de energía está por encima de la necesaria, surgen periodos de estrés y esto lo que provoca es que la atención disminuya, lo cual implica que la toma de decisiones y las posibles reacciones se vean limitadas, de ahí que tome una mala decisión aunque no es intencionada».
Días después de la famosa acción, el serbio dio una entrevista en la que reconoció que su comportamiento había sido muy desafortunado y que la descalificación, atendiendo a las normas, era justa. Una opinión bastante extendida en la gente cercana al circuito ATP y que corrobora Jorge Aguirre. «Creo que la dirección del torneo cumplió el reglamento y no se pueden hacer excepciones».
Los deportistas viven en unos altos niveles de activación que, cuando se sobrepasan, surgen periodos de estrés y esto provoca que la atención disminuyaFernando Callejo, UPAD
Aunque en la misma entrevista no descartó que un comportamiento similar se pudiera volver a repetir. «No puedo prometer que no volveré a hacer algo parecido», apuntó el serbio cuando fue cuestionado sobre si había aprendido la lección. Según Fernando Callejo, esta falta de confianza en el propio autocontrol no es descabellada. «Es cierto que el autocontrol es una variable psicológica que se puede entrenar, pero eso no quiere decir que no nos podamos volver a equivocar, antes que deportistas son personas y tienen el derecho a equivocarse. Es una acción puntual de un deportista brillante y que, en general, siempre ha mantenido un comportamiento excelente en todos los torneos que ha jugado. Es normal que no lo prometa, porque puede volver a equivocarse. La cuestión es entrenar esa variable para que ocurra lo menos posible y encontrar otras herramientas para canalizar esa frustración y no pagarlo con acciones que le puedan volver a costar la descalificación dentro de un torneo».
En cuanto al motivo que llevó a Djokovic a lanzar la bola de tal manera, parece claro que se debe a la impotencia, porque el partido no avanzaba como él tenía previsto. «Lo que expresa con esa acción es frustración mediante un impulso en el cual él tira con un poco de rabia esa pelota atrás, sin intención alguna, y posiblemente lo que esté expresando es que esa acción en concreto, ese punto que acababa de perder, no entraba dentro de sus planes de juego. Él contaba con que esa bola iba a ser ganadora», aclara Fernando.
Sin duda, una imagen dolorosa para el deporte en general y más concretamente para el tenis, no solo por lo que representa sino también por el protagonista. Las estrellas del deporte son las primeras que tienen que dar ejemplo a las generaciones futuras porque, aunque el impacto en el cuello de la jueza de línea fue un mero accidente, la pelota nunca tendría que haber salido con esa velocidad y en esa dirección de la raqueta de Djokovic. Rafa Nadal, por ejemplo, no participó en el US Open por la COVID-19, pero es el campeón absoluto en valores y deportividad. Ese es su mayor trofeo.
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