Manuel Llamas | 01 de abril de 2019
Sánchez y Zapatero siguen el mismo patrón. Si el Gobierno dispara el déficit, intensifica el intervencionismo y sube los impuestos, se creará el caldo de cultivo para una nueva crisis.
Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero se parecen cada vez más. En marzo de 2008, las señales de recesión eran ya evidentes tras el estallido de la crisis subprime en Estados Unidos en el verano previo, pero, en lugar de reconocer la enorme vulnerabilidad de España ante la llegada de una recesión global, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y su lugarteniente económico, Pedro Solbes, se dedicaron a negar la realidad, hasta el punto de afirmar que España se encontraba en la “Champions League” de la economía mundial para evitar el desgaste electoral ante la inminente celebración de los comicios generales.
El PSOE negó la crisis antes y después de las elecciones, engañando así a los españoles, además de retrasar la adopción de medidas impopulares, aunque necesarias, hasta mayo de 2010, cuando Zapatero se vio obligado a reconocer abiertamente la gravedad de la situación tras congelar las pensiones y recortar el sueldo a los funcionarios, entre otros ajustes presupuestarios.
La historia, sin embargo, se repite once años después. Tras experimentar una sustancial recuperación económica en el último lustro, han empezado a surgir las primeras señales de desaceleración. Este menor impulso no sería preocupante si fuera fruto de la propia dinámica del PIB español, ya que era evidente que la ausencia de reformas estructurales desde 2013 se acabaría traduciendo, tarde o temprano, en un menor ritmo de crecimiento; pero el problema es que se produce en medio de un nuevo contexto de turbulencias internacionales, que, en caso de empeorar, golpeará de lleno al conjunto del país.
La reacción del actual presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, está siendo idéntica a la que en su día protagonizó Zapatero. El líder socialista no solo da la callada por respuesta, sino que se atreve incluso a alabar la “solidez” de la economía nacional, en comparación con el preocupante estancamiento que sufre la zona euro.
Lo primordial para Sánchez y Zapatero es la victoria electoral, aun a costa de engañar a la población
Da igual el riesgo que corra el país, lo primordial para Sánchez y Zapatero es la victoria electoral, aun a costa de engañar a la población. Y es que, una vez más, el mensaje tranquilizador que intenta difundir el PSOE contrasta con la crudeza de los indicadores económicos. Las fuertes caídas que registraron las bolsas mundiales a finales del pasado año sirvieron de anticipo a los malos datos que se han ido conociendo a lo largo del presente ejercicio. Tanto la Reserva Federal de EE.UU. como el Banco Central Europeo ya han anunciado que extenderán sus estímulos monetarios ante la perspectiva de un crecimiento mucho más débil del previsto inicialmente a uno y otro lado del Atlántico.
El caso de la zona euro es, sin duda, el más problemático, puesto que apenas crecerá un 1,1%, seis décimas menos que la estimación previa y el ritmo más bajo desde 2013. El súbito frenazo de Alemania, el estancamiento de Francia y la recesión de Italia explican esta negativa evolución. El hecho de que la rentabilidad del bono alemán a 10 años, que actúa como valor refugio, haya vuelto a tocar el 0% evidencia el miedo que existe a una nueva recesión.
Pensar que España se mantendrá aislada de la tormenta, tal y como afirma el PSOE, no solo es mentira, sino que constituye una gran irresponsabilidad por parte de Sánchez, equivalente a la que cometió Zapatero en 2008 negando la crisis. De hecho, los últimos datos disponibles ya muestran un claro deterioro a nivel nacional:
De la veintena de indicadores adelantados que maneja el Ministerio de Economía, la mitad está en rojo. El Gobierno se escuda en que el PIB nacional duplicará la tasa de crecimiento de la zona euro este año, con una estimación próxima al 2%, pero ignora que el Banco de España, entre otros organismos, advierte de que parte de este avance es fruto del aumento del gasto público que ha puesto en marcha el Gobierno del PSOE, de modo que el déficit rondará el 2,5% del PIB en 2019, el doble del límite acordado con Bruselas (1,3%).
Tanto se parecen Sánchez y Zapatero que el primero, al igual que hizo su predecesor, también está tirando de gasto para tratar de amortiguar el menor crecimiento del PIB. A misma receta, mismo resultado. Si el contexto internacional empeora y Sánchez apuesta por disparar el déficit, intensificar el intervencionismo público y subir impuestos, se acabará creando el caldo de cultivo idóneo para el estallido de la próxima crisis en España.