Antonio Olivié | 02 de enero de 2020
Las cuentas del Vaticano se han visto salpicadas por medias verdades y presuntos escándalos que no son reales. Los números no cuadran, pero es un problema crónico, no de hoy.
Roma (Italia) | La crisis abierta en el Vaticano por la inversión en un edificio en Londres ha sacado a la luz sus problemas financieros y las polémicas internas por la gestión del patrimonio. Pero también ha llenado la red de medias verdades y presuntos escándalos que no son reales. Las cuentas del Vaticano no cuadran, pero es un problema crónico, no de hoy. Y los inmuebles del Vaticano en Roma, la mayoría dedicados a empleados de la Santa Sede, pagan sus impuestos como cualquier vecino. Eso sí, la detención en Australia del cardenal George Pell, quien trató de modernizar la gestión económica, ha frenado las reformas que estaban en marcha.
El Vaticano controla actualmente unos 3.000 inmuebles en Roma, de los cuales 600 son oficinas o tiendas y el resto, apartamentos. Hay que tener en cuenta que el 60% de los apartamentos los utilizan empleados del Vaticano, a precios por debajo del mercado, como parte de su remuneración. El resto se alquila a los precios de referencia de cada zona o, en situaciones particulares, con descuentos especiales.
Todos estos inmuebles, sean de oficinas utilizadas por la Curia de la Santa Sede o por particulares, pagan los impuestos previstos por la legislación en Roma. En el año 2018, las distintas tasas que corresponden a estos locales sumaron 9,2 millones de euros en impuestos al Ayuntamiento de Roma.
Hace unos días, saltó la noticia de que el Vaticano había cerrado 2018 en negativo y de que 2019 no iría mejor. Es cierto. Pero de ahí a situar al Vaticano ‘cerca de la bancarrota’ hay un abismo. Juan Pablo II tuvo que hacer frente, en 1979, su primer año de pontificado, a millones de liras de pérdida. Puso en marcha algunas reformas económicas, que aliviaron la situación aunque no solucionaron todos los problemas. Benedicto XVI tampoco lo tuvo fácil. Entre los años 2001 y 2015, el Vaticano cerró en 10 ocasiones en negativo y solo 5 en positivo.
Lo cierto es que, en la situación actual, la falta de sintonía entre el Papa y muchos donantes de EE.UU. genera más inquietud, porque no se atisba una recuperación. Hay que recordar que la Iglesia de EE.UU. ha sido durante muchos años una de las principales fuentes de financiación del Vaticano.
El Vaticano acumula todos los gastos de una entidad con casi 5.000 empleados... que no generan ingresos económicos. No hay tasas ni impuestos de los que recaudar fondos. La única excepción son los ingresos por la venta de entradas en los Museos Vaticanos, que aportan unos ingresos considerables.
Las cuentas del Vaticano dependen esencialmente de los donativos. Por un lado, de lo que aportan los obispos de todo el mundo, tal y como prescribe el Canon 1271 del Código de Derecho Canónico. Los datos que se hicieron públicos en 2015 registraban 24 millones de euros en esta partida. La otra gran fuente de recursos es el llamado Óbolo de San Pedro, que depende de las ofrendas de los fieles de todo el mundo. El último dato oficial, correspondiente al año 2013, refleja 70 millones de euros.
La simplificación con que se habla del Instituto para las Obras Religiosas (IOR) lleva a identificarlo como ‘Banco Vaticano’, sin serlo. Se trata de una entidad financiera que atiende solo a un grupo reducido de entidades. En este caso, de la Curia Romana, congregaciones religiosas y del personal y los jubilados de la Santa Sede.
Como entidad financiera, desde hace unos años está sometida a revisiones por parte de las autoridades financieras europeas e internacionales y, al contrario que el Estado Vaticano, está obligada a publicar sus balances anualmente. En 2018, terminó con un resultado de gestión de 17,5 millones de euros.
La rendición de cuentas del IOR pone en evidencia la falta de transparencia en el Vaticano en su conjunto. Desde el año 2013, debido a la reforma de las entidades económicas que se puso en marcha, no se presentan datos oficiales. Y del Óbolo de San Pedro tampoco hay datos desde hace cuatro años.
Fuentes del Vaticano aseguran que, al margen de los gastos corrientes, la Santa Sede debe hacer frente a situaciones de emergencia que requieren fondos reservados. Hay comunidades católicas en países de persecución que precisan ayuda exterior, sin que quede constancia pública. Un ejemplo que suele utilizarse es el del apoyo a Solidarnosk durante los años de dictadura comunista en Polonia. De ahí que también la transparencia tenga sus límites.
El cardenal George Pell era la persona ideal para poner orden en las cuentas del Vaticano. Una persona con experiencia de gestión demostrada y con determinación, que estaba al frente de la Secretaría para la Economía. La condena por presuntos abusos sexuales a dos monaguillos, que deberá ser revisada en los próximos meses, lo ha dejado en prisión en Australia.
El hecho es que, desde hace casi dos años, Pell estaba fuera de juego, gestionando su proceso. Solo ahora, en noviembre de 2019, ha sido nombrado un nuevo prefecto para la Economía, el jesuita español Juan Antonio Guerrero. Comenzará a desempeñar el cargo el próximo mes de enero de 2020. No lo tendrá fácil.
Las últimas «fake news» sobre el Vaticano y el Papa pretenden englobar un relato que trata de enfatizar que Francisco no sigue la doctrina tradicional, algo que es falso.
La reforma de la Curia que plantea Francisco quiere respetar la universalidad de la Iglesia, conseguir un mayor vocación de servicio y llegar a las periferias.