Manuel Llamas | 04 de enero de 2021
El brutal golpe de la crisis no se solventará en 2021 por mucho que crezca el PIB y se reactive el turismo. Lo más preocupante es la irresponsable deriva populista que ha emprendido el tándem Sánchez-Iglesias.
El año 2020 será recordado como uno de los peores de la historia reciente, pero, si bien es cierto que 2021 comienza envuelto de grandes esperanzas, no será el principio del fin, tal y como apuntan algunos, sino, más bien, el fin del principio.
El coronavirus ha hecho estragos. El estallido y la posterior expansión de la pandemia ha dejado tras de sí millones de muertos y la mayor recesión global desde la II Guerra Mundial. Pese a ello, hay grandes diferencias a destacar entre los países afectados. Así, mientras que China y las potencias del sudeste asiático han logrado controlar los contagios, minimizando con ello el impacto en sus respectivas economías, Europa, y muy especialmente España, se sitúan en el furgón de cola.
La gestión desempeñada por el Gobierno de PSOE y Podemos ha sido una de las peores del planeta, según certifica la Universidad de Cambridge. Bastan dos simples datos para comprobarlo. Por un lado, España, con cerca de 80.000 fallecidos, registra la mayor mortalidad por cada 100.000 habitantes, junto con Bélgica. Y, por otro, el PIB nacional caerá más de un 10%, siendo esta la mayor recesión de la OCDE, que agrupa a los países más ricos.
Ante tal debacle, el Gobierno, en su permanente afán por ocultar la realidad a los españoles, ya se ha apresurado a adelantar el fin de la pandemia y el inicio de una intensa recuperación en 2020, aprovechando la llegada de la primera vacuna, pero, por desgracia, la crisis del coronavirus no se desvanecerá ni tan rápido ni tan fácil como se pregona. Para empezar, porque la ansiada inmunidad de grupo aún tardará meses en alcanzarse, una vez que se haya vacunado al 70 u 80% de la población total. Es muy posible que el punto de inflexión a nivel sanitario se alcance el próximo verano, de modo que la situación empiece a normalizarse a partir de ese momento, pero las heridas económicas y sociales que ha infligido la pandemia tardarán más en sanar.
El Gobierno confía en que la economía española crecerá un 9,8% el próximo ejercicio, gracias, en gran medida, al impulso de los fondos europeos, tal y como recogen los presupuestos generales del Estado. Sin embargo, la mayoría de los expertos y firmas de análisis avanzan un repunte de entre el 5% y el 7%. España, sin duda, crecerá si no acontece un nuevo cataclismo, pero no será suficiente para recuperar de golpe todo lo perdido. A priori, los españoles tardarán entre dos y tres años en volver a disfrutar del nivel de riqueza existente en 2019, y eso, siempre y cuando la política económica del Gobierno no resulte excesivamente dañina.
Hasta el momento, esta crisis se ha saldado con la desaparición de 100.000 empresas, la destrucción de más de 1,6 millones de empleos, incluyendo ERTE y ceses temporales de actividad, y una histórica deuda pública, próxima al 120% del PIB. Este brutal golpe no se solventará en 2021 por mucho que crezca el PIB y se reactive el turismo. Lo más preocupante, sin embargo, no es la capacidad mayor o menor del sector productivo para recomponerse, sino la perjudicial e irresponsable deriva populista que ha emprendido el tándem Sánchez-Iglesias.
La combinación de fuertes subidas fiscales, aumento descontrolado del gasto público, creciente inseguridad jurídica y ataques a la propiedad privada, junto con la ausencia de reformas y la reversión de las ya aplicadas, como la de las pensiones o la laboral, garantizan un declive lento, pero constante, a medio y largo plazo. Aún queda, pues, un tortuoso camino por recorrer, no exento de nuevos sustos y dificultades.
Alejandro Fernández se encontró un partido al borde de la desaparición y lo levantó, logrando un crecimiento del 43% en las últimas elecciones. Se ha convertido en uno de los bastiones de mando de la defensa del constitucionalismo en Cataluña.
Un Gobierno vulnerable ha hecho de la prepotencia de la coalición una eficiente arma defensiva. Finge que la oposición se resiste a pactar la elección del CGPJ, cuando es su debilidad lo que lo lleva a acosar al órgano de los jueces para proteger a los socios de comparecer ante los tribunales.