Ignacio Durán Escribano | 09 de septiembre de 2021
La evolución del mix energético español hacia una estructura basada en fuentes limpias obliga a un esfuerzo inversor muy superior al que se viene haciendo y del que se viene hablando.
En un artículo anterior en este mismo periódico comentaba yo que el tema de la energía y de sus fuentes es un tema incómodo para la clase política, que no se está afrontando de forma correcta. Partiendo de que el precio inexorable del bienestar social es el incremento de la temperatura global, no se afronta enérgicamente este conflicto, que no tiene una solución única evidente, ni las vías para avanzar en su gestión son las mismas para todos los países, con estructuras sociales y empresariales diferentes y con sus propias limitaciones en recursos energéticos.
Los países miembros de la Unión Europea hemos acordado una hoja de ruta para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, pero cada país tiene que encontrar la vía para alcanzar las metas acordadas. No se trata de prohibir por prohibir, ni de repetir la experiencia del confinamiento social como única medida frente a las amenazas globales, sea una pandemia o el calentamiento de los mares. Se trata de priorizar aquellas medidas que tienen el balance más rentable entre su coste y sus beneficios. Cada país ha de analizar estos balances y en España habría que haber abierto el debate social de forma inteligente, es decir, en base a una información rigurosa, algo contrario al populismo dominante.
Para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero una vía importante es el aumento de la electrificación: la producción de la electricidad tiene que ser lo más limpia posible y la red eléctrica, al mismo tiempo, tiene que ser lo más eficiente posible. En España ambas condiciones vienen buscándose, pero con muchas dudas y retrasos. Para empezar, tenemos una red eléctrica mal programada, con pérdidas del 25%, es decir, que una cuarta parte de la electricidad producida se pierde en forma de calor a lo largo de las líneas y los centros de transformación.
Las distintas fuentes de energía eléctrica componen lo que se ha venido a llamar el mix energético (estructura de la generación). En España, partimos de los aciertos y los errores del pasado y es utópico pensar en un mix ideal: se trata, más bien, de hacerlo evolucionar a partir de lo que se tiene ahora, pensando en una fuerte mejora de cara a los próximos 30 años. Los análisis de la Agencia Internacional de la Energía son válidos, pero hay que encontrar las urgentes medidas políticas para implementar sus soluciones. La hipótesis más generalmente aceptada es prescindir de las fuentes de combustión de materiales orgánicos (sean fósiles o renovables), para avanzar hacia el 60% de fuentes eólicas y solares e incrementar al mismo tiempo las energías hidráulica y nuclear hasta completar el 100%. Ahora bien, como las fuentes eólica y solar son intermitentes y caprichosas, hay que implementar un sistema de acumulación para no desaprovechar los excesos de producción. Hay que poner la inteligencia antes que la emoción política, con acuerdos por encima de intereses coyunturales de los partidos políticos.
En la primera gráfica (obtenida a partir de la información de Red Eléctrica Española) vemos, a modo de ejemplo, los datos de generación de electricidad en las horas valle y punta del 18 de agosto, cuando los precios alcanzaban los máximos históricos que venimos sufriendo. Vemos que en las horas valle hubo una producción importante de energía eólica (40%), dando lugar a una ligera exportación (Intercambios internacionales) del 2.5% y a una escasísima acumulación en los embalses (menos del 1%). Vemos que en las horas punta, aun cuando la energía fotovoltaica alcanza el máximo (27%) no se llegan a suprimir la cogeneración a base de residuos y el ciclo combinado a base de gas natural, dos fuentes altamente productoras de CO2. Resulta triste comprobar que en España siguen funcionando las térmicas de carbón (entre el 1% y el 4%), que además de CO2 sueltan por sus chimeneas partículas altamente contaminantes.
En la segunda gráfica vemos una estructura de generación reciente (2 de septiembre) en la que se han separado las fuentes limpias, dejando una banda en blanco para comprobar que aun queda un 46% del mix cubierto por fuentes sucias, que hay que cerrar si se quiere evitar producir electricidad a base de liberar CO2 a la atmósfera. Si se tiene en cuenta que la progresiva electrificación de los transportes y de la industria pesada va a suponer un obvio incremento de la demanda, hay que pensar en duplicar la capacidad de las fuentes limpias y de la inevitable necesidad de acumular sus excedentes. Esto es cuestión de muchos miles de millones de euros al año, que no vemos que el Gobierno esté programando en sus presupuestos anuales.
En resumen, la evolución del mix energético español hacia una estructura basada en fuentes limpias, obliga a un esfuerzo inversor muy superior al que se viene haciendo y del que se viene hablando. Es evidente que hay que reforzar la red eléctrica. Es obvio que hay que renovar el parque nuclear, aumentando su participación, que actualmente viene siendo entre el 20% y el 30%, al mismo tiempo que se incrementen las inversiones en los parques eólicos y en la generación solar distribuida, como también es obvio que hay que hacer un plan urgente de construcción de embalses a doble altura, hasta multiplicar por diez la capacidad de acumulación de los excedentes de las fuentes intermitentes.
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