Manuel Llamas | 16 de abril de 2020
El FMI estima una contracción del 8% para la economía española en 2020, la mayor desde la Guerra Civil y una de las peores del mundo desarrollado, junto a un paro que podría ser superior al 20%.
El mundo se enfrenta a la mayor contracción del PIB desde 1930 y la recuperación, en ausencia de una vacuna o tratamiento efectivo contra la COVID-19, será más lenta y complicada de lo que cabría esperar inicialmente, descartando así una recuperación en forma de V. Estas son las dos primeras consecuencias económicas derivadas de la crisis del coronavirus, pero no son las únicas. Dicho escenario base, rodeado de incertidumbre, se puede agravar aún más si los Estados afectados abrazan el intervencionismo, el proteccionismo y el autoritarismo para dar respuesta a la pandemia. Estos son los tres grandes riesgos de la era pos-COVID.
Por el momento, el Fondo Monetario Internacional (FMI) avanzó el pasado martes que el mundo se enfrenta a la peor recesión desde la Gran Depresión, sobrepasando la crisis financiera de hace una década. En concreto, el PIB global caerá un 3% en 2020, lastrada por el desplome de EE.UU. (-5,9%), la zona euro (-7,5%) y Japón (-5,2%), lo que supone un impacto 30 veces superior al de la Gran Recesión de 2008-2009.
Y, aunque es cierto que también prevé un crecimiento del 5,8% en 2021, sobre la suposición de que la pandemia se disipará a finales de año, el FMI no descarta un escenario incluso más adverso, fruto de la “extrema incertidumbre acerca de la duración e intensidad de la crisis sanitaria”. Es posible que la infección no ceda y que, por tanto, se prolonguen los confinamientos, con el consiguiente parón de la actividad, en cuyo caso el PIB caería un 6% este año y un 2% adicional el que viene.
Pimco, por su parte, el mayor fondo de renta fija del mundo, da por hecho que la recuperación tendrá, en el mejor de los casos, forma de U, pero sin descartar, igualmente, una L o bien una recaída en forma de W, debido a la ineficacia de los distintos Gobiernos a la hora de frenar la propagación del virus. La principal amenaza es que el cierre empresarial o el mantenimiento de una economía a ralentí sean, en última instancia, las herramientas que se terminen imponiendo en mayor o menor grado para evitar el temido colapso sanitario. El problema es que, bajo ese contexto, tanto la quiebra de empresas como la destrucción de empleo se multiplicarían, pudiendo provocar una profunda crisis financiera que, a la postre, convertiría la recesión en una larga depresión.
Todo dependerá de la capacidad que demuestren los países para solventar la crisis sanitaria e impulsar la reactivación económica sobre bases sólidas. Y es aquí donde España presenta, por desgracia, grandes debilidades, ya que, a la nefasta gestión que ha demostrado el Gobierno ante el coronavirus, se añade un plan erróneo para amortiguar el impacto económico, junto a una elevada deuda pública, un intervencionismo atroz y una estructura productiva muy enfocada en el sector turístico, que, sin duda, será uno de los más golpeados por la crisis del coronavirus.
No es de extrañar, por tanto, que el FMI estime una contracción del 8% para la economía española en 2020, la mayor desde la Guerra Civil y una de las peores del mundo desarrollado, mientras que otras firmas de análisis prevén incluso una caída de dos dígitos, junto a un paro superior al 20%.
La segunda gran amenaza de la era pos-COVID, más allá de un intervencionismo arcaico y contraproducente, es que los Estados apuesten por el proteccionismo comercial, dando al traste con buena parte de los beneficios que ha traído consigo la globalización en los últimos cuarenta años. Prueba de ello es que la propia Comisión Europea anima a los Gobiernos a comprar participaciones de compañías nacionales para evitar la entrada de inversores extranjeros. Por el momento, la Organización Mundial del Comercio calcula que el volumen de transacciones podría bajar entre un 13% y un 32% este año, frente al 12,5% registrado en 2009. Esta desglobalización traerá más pobreza, menor productividad y pérdida de poder adquisitivo
Mientras que a nivel político el riesgo radica en el surgimiento de una nueva deriva autoritaria, con el consiguiente deterioro de derechos y libertades individuales. La crisis sanitaria obliga a adoptar restricciones extraordinarias que resultan impensables en tiempos de paz por parte de regímenes democráticos. Este crecimiento exponencial del poder del Estado, sumado al hondo desapego y desafección social que traerá consigo la crisis económica hacia la clase política, conforman un caldo de cultivo idóneo para el rebrote y el crecimiento del populismo. Y esta, se quiera o no, es la puerta por la que entra la dictadura y la ventana por la que sale la libertad.
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