Guillermo Garabito | 16 de septiembre de 2021
Como sigamos así, cualquier día de estos se cambian cuadros de Murillo por megavatios. Y en Cristhie’s se subastará la central eléctrica de La Mudarra.
Siempre he querido ir a una subasta y pasarla sujetándome la mano izquierda por miedo a que un calambre emocionado la haga subir en picado cuando abran la puja por los nenúfares de un Monet. Sería tan placentero escuchar eso de «adjudicado al caballero del fondo», como bochornoso tener que justificar después que no tengo dinero ni para comprar una rana de alguna charca aunque la hubiese pintado un primo lejano del pintor francés. Y es que hay a sitios a los que conviene ir bien: con dinero a una subasta, con prometida a tu boda o con esmoquin a los Cavia. Todo con el único propósito de evitar hacer el ridículo.
Hay tardes en las que a uno le apetece darse caprichos de rico y se merienda una latita de Caviar y otras que cena unas sopas de ajo –que es el antojo con más clase y más barato que conozco–. O se descorcha una botella de champán para desayunar, como hacía Charles Aznavour. Hay días en los que colgaría del salón de mi casa un Madrazo y otros que compraría para la biblioteca una primera edición de la Divina comedia. Generalmente me ocurre cuando no quiero escribir, que procrastino pensando en todas las cosas que haríamos si tuviésemos dinero. Y cuando termino de pensarlas concluyo que tampoco está tan mal este oficio, que –aunque no llegue a dar nunca para comprarse una azotea sobre Central Park– da para ir tirando emocionado cuando los domingos en el Rastro se encuentran tesoros de baratillo.
Tengo amigos que compran anillos de pedida como si los brillantes fuesen bisutería, otros que tienen barco y yo, a falta de un Van Gogh, dejo las luces de casa encendidas para sentirme como si me hubiese tocado la lotería. Al precio que está, lo que empieza a ser de ricos es llevar una camisa bien planchada, poder leer al meterse en la cama o tener un frigorífico en vez de una fresquera.
Como sigamos así, cualquier día de estos se cambian cuadros de Murillo por megavatios. Y en Cristhie’s se subastará la central eléctrica de La Mudarra. En los periódicos tal vez tengan que volver a mandar al motorista casa por casa y nosotros tendremos que aprender a escribir sobre un folio en blanco, con boli Bic y a la luz de una candela. Hasta entonces escribo con el ordenador enchufado y la pantalla refulgiendo con auténtico descaro… como si nos sobrase la pasta.
En España no se está haciendo bien la planificación del sector eléctrico y el precio a pagar por ello está ya siendo muy alto, con el riesgo de hacerse insostenible.
La evolución del mix energético español hacia una estructura basada en fuentes limpias obliga a un esfuerzo inversor muy superior al que se viene haciendo y del que se viene hablando.