José Manuel Muñoz Puigcerver | 17 de julio de 2019
La CNMC propone reducir los peajes para bajar el precio y las empresas advierten de las consecuencias negativas de esta decisión.
Los costes de transporte y distribución del gas en España duplican a los de los países de nuestro entorno.
El decretazo de autoconsumo subirá la luz a la mayoría de españoles.
Según Eurostat, los consumidores de gas en España tuvieron que hacer frente a la segunda factura más cara de toda Europa, tan solo por detrás de la de Suecia, durante el segundo semestre de 2018. Sin embargo, el problema del precio del gas en España no es nada reciente, ya que, durante el período 2012-2018, los usuarios españoles hubieron de desembolsar una cuantía un 24,3% superior a la media de la zona euro por este concepto.
El problema, ya de por sí grave atendiendo al deterioro que los particulares experimentan en sus ahorros como consecuencia de este hecho, se intensifica al considerar la pérdida de competitividad ocasionada en determinadas industrias intensivas en gas, con la consecuente repercusión sobre el conjunto de la economía nacional. Por todo ello, la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) ha decidido tomar cartas en el asunto y ha anunciado una reducción en los peajes, principal causante del encarecimiento de los precios, para el 1 de enero de 2020.
Las empresas gasísticas ya han alertado al Gobierno de las consecuencias que pueden derivarse de la reducción de los peajes
Estos peajes, es decir, los costes de transporte, distribución y comercialización del gas, se han incrementado en un 44,1% para el periodo referido 2012-2018. En el caso de los consumidores industriales, el aumento de la factura ha sido menor, del 5,3%, al no tener que hacer frente al coste de las infraestructuras, pero, aun así, estos se hallan un 45% por encima de la media europea. En el caso de los hogares, la cuestión resulta todavía más sangrante, puesto que el coste es prácticamente el doble que en los países europeos de nuestro entorno: frente a los 0,215 euros por kilovatio-hora de España, nos encontramos con los 0,143 de Italia, los 0,128 de Alemania, los 0,127 de Reino Unido o los 0,106 de Francia.
Sin embargo, a pesar de la evidente responsabilidad de los peajes en esta situación, no debemos desdeñar el componente geoestratégico. España produce tan solo el 0,1% de todo el gas que consume (básicamente, el que procede del yacimiento de Viura, en La Rioja) y existe una concentración muy acusada en el origen de las importaciones. De hecho, más del 48% del gas importado procede de Argelia, porcentaje que, aun siendo muy relevante, ha descendido significativamente en los últimos años, habiendo llegado a suponer las compras al país magrebí el 60% del total.
Si a ello le añadimos el 12,5% que procede de Nigeria, nos hallamos en un escenario en el que más del 60% de nuestro gas importado procede de dos países africanos que no se caracterizan, precisamente, por su estabilidad política, lo que repercute negativamente en su fiabilidad suministradora.
Las empresas gasísticas ya han alertado al Gobierno de las consecuencias que pueden derivarse de la reducción de los peajes, muy especialmente las relacionadas con la caída de las inversiones en el sector, hecho que cobra especial relevancia si consideramos que una disminución de las mismas puede llegar a ralentizar el proceso de gasificación a favor de otras tecnologías más contaminantes y menos eficientes. Hay que tener en cuenta que en España existen más de 7 millones de hogares que utilizan gas natural, aunque aún restan otros 7 millones que usan gas butano y alrededor de otros 10 millones que emplean calderas de carbón o de gasóleo.
En cualquier caso, no se debe olvidar que el uso industrial representa el 62% del consumo total de gas en nuestro país y que la elevada cuantía de su factura (unos 4.700 millones de euros anuales, lo que supone entre un 20 y un 25% por encima de la de las empresas europeas con las que deben competir) está suponiendo un notable impedimento para su desarrollo. Se trata, además, de un componente completamente estratégico para nuestra economía, ya que representa el 60% del coste energético total de las industrias españolas y es utilizado de manera intensiva por sectores clave de nuestra economía como el papelero, el siderúrgico, el cerámico, el químico o el del vidrio.
En un momento en el que se ha hablado insistentemente de la necesidad de emprender un nuevo proceso de reindustrialización en España, ayudar a nuestras empresas a ser más eficientes gracias a una reducción del coste energético puede ser una buena manera de empezar a llevarlo a cabo.
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