Manuel Llamas | 23 de mayo de 2019
Internet y los bajos impuestos no lograrían por sí solos repoblar la España vaciada, pero ayudarían mucho a solventar el problema.
El problema de la España vaciada no es nuevo, puesto que se remonta varias décadas atrás, pero, al fin, ha logrado hacerse un hueco en la agenda política tras los insistentes toques de atención lanzados en los últimos años por las provincias y comunidades autónomas más afectadas por la despoblación. La intención de poner en marcha una estrategia nacional frente al reto demográfico o las recientes propuestas electorales ideadas por diversas formaciones para favorecer el medio rural evidencian la creciente atención pública que está cosechando este particular fenómeno. Cosa distinta es que los políticos logren dar con la tecla para encontrar una solución eficaz y duradera.
Las cifras que arroja la despoblación en algunas zonas del país son elocuentes. Si a principios del siglo XX tan solo el 30% de la población vivía en núcleos de más de 10.000 habitantes, hoy ese porcentaje ronda el 80%. A nivel territorial, eso significa que poco menos de 38 millones de personas ocupan el 15% del territorio nacional, mientras que el 85% restante no llega ni a los 10 millones.
En concreto, según el censo del INE correspondiente a 2016, España cuenta con 1.271 municipios con menos de 100 habitantes y una población total de 73.443 personas; otros 2.665 municipios de entre 100 y 500 habitantes y un total de 663.786 habitantes; 2.889 municipios entre los 500 y los 5.000 habitantes, acogiendo a poco más de 5 millones; mientras que por encima de 5.000 habitantes solo hay 1.300 municipios, donde viven casi 40 millones de personas. De hecho, en apenas 60 núcleos de un total de 8.100, equivalente al 0,7%, habitan 18,5 millones de españoles, el 40% de la población total.
Poco menos de 38 millones de personas ocupan el 15% del territorio nacional, mientras que el 85% restante no llega ni a los 10 millones
En provincias como Soria, Teruel, Zamora, Ávila, Burgos o Salamanca, el 90% de sus municipios tiene menos de 1.000 habitantes, y la situación no es mucho mejor en Guadalajara, Palencia, Zaragoza, Valladolid, Segovia, Huesca, Cuenca y La Rioja, con más del 80%. Y ello sin contar zonas especialmente llamativas como la Ibérica, un territorio montañoso que aglutina 1.632 municipios de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón, la Comunidad Valenciana y La Rioja, cuya densidad media de población no alcanza los 8 habitantes por kilómetro cuadrado, la tasa más baja de Europa junto con la de Laponia, en Finlandia.
La población se concentra en el litoral y en Madrid, mientras que el interior del país representa el grueso de la España vaciada. Y el problema es que nada indica que se vaya a revertir esta tendencia, puesto que, según las estimaciones del INE, Castilla y León, Asturias, Extremadura, Galicia y Castilla-La Mancha seguirán liderando la pérdida de habitantes de aquí a 2030, tal y como explica la Asociación Española de Ciencia Regional.
El vaciamiento rural se viene registrando en España desde hace más de un siglo, cuando la incipiente industrialización de la economía, desarrollada en torno a las grandes ciudades, ofrecía mejores oportunidades frente a la depauperada y sacrificada vida rural. La cuestión es que, hoy por hoy, estas dinámicas se mantienen debido, por un lado, a que tanto la actividad económica como la ocupación se siguen concentrando en el ámbito urbano, mientras que, por otro, la variada y elevada calidad de los servicios que ofrecen las ciudades sirve, igualmente, de acicate para atraer población.
Eso no significa que el campo esté condenado a morir, ni mucho menos, pero muestra que el problema de la España vaciada tiene difícil solución, al menos a corto y medio plazo. Pese a ello, hay esperanza, siempre y cuando se implementen los incentivos adecuados. Si la población, a grandes rasgos, se asienta allí donde se genera riqueza, la clave para que estos enclaves resuciten son, básicamente, dos: grandes facilidades regulatorias y fiscales para atraer empresas y trabajadores, así como la conexión de estos núcleos a la era digital a través de un buen acceso a Internet.
La Revolución Digital, con una economía centrada en los servicios y donde ya no existen las distancias, podría suponer el renacimiento de algunas zonas rurales
Si la Revolución Industrial explica el éxodo del campo a la ciudad, la Revolución Digital, con una economía centrada en los servicios y donde, además, ya no existen las distancias, bien podría suponer el renacimiento de algunas zonas rurales, cuyo estilo de vida, alejado del estrés y las aglomeraciones urbanas, posee, sin duda, importantes ventajas.
A valorar, por ejemplo, es la reciente propuesta lanzada por la red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SSPA, en inglés) para crear una fiscalidad diferenciada en la inmensa “ultraperiferia demográfica” que existe en buena parte de España, a imagen y semejanza de la que ya disfrutan Canarias o Ceuta y Melilla. Según este informe, una rebaja de hasta el 50% en el IRPF, junto a grandes bonificaciones en el Impuesto sobre el Patrimonio, Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, Sucesiones y Donaciones, Sociedades y cotizaciones sociales permitirían dinamizar de forma significativa la actividad empresarial en las provincias afectadas.
Posiblemente, ni Internet ni los bajos impuestos lograrían por sí solos repoblar la España vaciada, pero sí ayudarían, y mucho, a solventar este problema en numerosos municipios.
Internet y los bajos impuestos no lograrían por sí solos repoblar la España vaciada, pero ayudarían mucho a solventar el problema.