Pablo Sánchez Garrido | 30 de mayo de 2021
Amartya Sen, ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, ha brillado con luz propia tanto en la Economía como en la Filosofía. Podría parecernos una extraña combinación de saberes, pero nada más lejos de la realidad, salvo que tengamos un criterio restringido y positivista de la primera.
Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998 y reciente premio Princesa de Asturias –entre una larga lista de galardones-, pertenece a esa estirpe de filósofos-economistas que recorre la historia de la ciencia económica, comenzando por el propio Adam Smith, así como John Stuart Mill, Malthus, Turgot, David Ricardo, León Walras, William Jevons, Pareto, Hayek, Röpke, etc. Sin olvidar a los pioneros de la ciencia económica: los pensadores de la Escuela de Salamanca, un siglo antes de Adam Smith.
Además, Sen ha brillado con luz propia en ambas disciplinas, tanto en la Economía –como atestigua el propio Nobel- como en la Filosofía, como atestiguan otros premios filosóficos, o sus propias obras. Podría parecernos una extraña combinación la de Economía y Filosofía, pero nada más lejos de la realidad, salvo que tengamos un criterio restringido y positivista de la primera. De hecho, un famoso tratado de Historia de la ciencia económica se denomina precisamente Filósofos de lo mundano.
Sus principales contribuciones se han centrado en las siguientes áreas:
Estudios sobre pobreza, desigualdad y hambrunas, siendo el ideólogo principal de los famosos Informes PNUD y de su «índice de desarrollo humano». El mismo concepto de «desarrollo humano» de Naciones Unidas está basado en su «enfoque de las capacidades». Su obra recopilatoria Desarrollo y Libertad va en esta línea.
En sus primeros años destacó en una rama relativamente reciente de la Economía: la Teoría de la Elección Social, orientada a alcanzar óptimos sociales a partir de la agregación de preferencias individuales. Rama emparentada con la famosa Teoría de Juegos, esta última popularizada por el Nobel John Nash, cuya vida fue llevada a la gran pantalla (Una mente maravillosa). Un ejemplo de esta faceta seniana sería: Elección colectiva y bienestar social.
Relaciones entre Ética y Economía. Esta fue una de las razones por las que fue merecedor del Nobel de Economía en 1998. Sen considera que la economía tiene en su misma raíz científica un componente ético, como reconoce en Aristóteles y en el propio Adam Smith. Un libro suyo en esta línea sería: Sobre Ética y Economía.
Contribuciones a la Filosofía política en la línea de la «teorías de la justicia», que se desarrollaron a partir de la obra de John Rawls. Su filosofía ético-política entra dentro de lo que podríamos considerar liberalismo igualitario, aunque entendiendo liberalismo en un sentido más anglosajón que europeo. Es decir, estamos ante un intento de conciliar libertad con igualdad o incluso, si me apuran, liberalismo con socialismo. Este aspecto de su obra lo encontramos en La Idea de la Justicia. Su principal aportación en este sentido es su famoso «enfoque de las capacidades» («capabilty approach»), que desarrolló junto con su entonces pareja Martha Nussbaum -también premio Princesa de Asturias-, con el que intenta clarificar el criterio último para evaluar la libertad, la igualdad o el bienestar de un sujeto o grupo.
Últimamente, Sen ha dedicado varias obras a reflexionar sobre la relación entre las diversas culturas desde el punto de vista de una defensa universalista y transcultural de la racionalidad, de la democracia y de la deliberación pública y en contra de conceptos identitarios monistas y robustos (Identidad y violencia). Pero esta defensa de la racionalidad ha intentado dejar espacio a las distintas culturas, especialmente a la que él conoce mejor: la India, dedicando a ello obras como India en construcción, su última obra traducida.
Algunos de los principales elementos de interés de la obra seniana serían los siguientes:
Pensamiento político que intenta superar las contraposiciones ideológicas que enfrentan libertad e igualdad, liberalismo social-democracia, etc., si bien con una alta dosis de eclecticismo que puede incomodar a los defensores más puristas tanto del liberalismo como del socialismo.
Superación del relativismo cultural desde una defensa de valores universalistas, como la racionalidad humana, o las libertades fundamentales del ser humano. Aunque muy expuesta, por otro lado, a variaciones desde distintas concepciones del bien.
Fundamentación humanista clásica de algunos aspectos antropológicos y éticos de su teoría, concretamente su «enfoque de las capacidades» y los funcionamientos humanos se apoya sobre conceptos aristotélicos (dynamis y érgon). Nussbaum completó esta fundamentación clásica.
Convergencia básica con el pilar occidental del humanismo cristiano. Si bien Sen es declaradamente agnóstico, ha participado personalmente como asesor en diversas encíclicas sociales y encuentros con Papas, como Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Su concepto de «desarrollo humano» también influyó en la propia Doctrina Social de la Iglesia cuando Benedicto XVI propuso en Caritas in veritate su concepto de «desarrollo humano integral». Stefano Zamagni es un economista que ha desarrollado esta convergencia.
Concepción ética y humanista de la Economía, recuperando la tradición económico-política más genuina, que él mismo reconoce en Adam Smith, o en el propio Aristóteles.
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