Víctor Arufe | 19 de junio de 2019
La escuela tiene que enfrentarse al dañino informe PISA y convertirse en un centro al que los alumnos quieran ir aunque no sea obligatorio.
Como cada final de curso, cada niño recibe su boletín de calificaciones. Un boletín que en algunos casos está lleno de sobresalientes y en otros menos afortunados con uno o varios suspensos que llevar a casa.
El recibimiento en casa suele ser siempre igual, los niños con buenas notas serán acogidos con los brazos abiertos por sus progenitores y familiares. Sus padres hablarán de ellos en redes sociales, incluso se atreverán a sacar una foto de sus calificaciones y exhibirla ante su audiencia para demostrar de forma fidedigna que su hijo es brillante. Detrás de la pantalla estará la otra cara de la moneda, observarán esas notas con cierta envidia y recelo otros padres no tan afortunados. Son padres con hijos “mediocres” o no válidos para estudiar, así los etiquetan sus propios progenitores.
Hay muchos genios que han triunfado en la vida y a quienes la maquinaria de la escuela los consideró desechos sociales
PISA son las siglas de uno de los mayores daños que recibe cada tres años la educación española. Es un informe derivado del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, que evalúa el rendimiento académico del alumnado de diferentes países para acabar haciendo un ranking de países más brillantes académicamente y donde España se sitúa a mitad de la tabla.
Pero lo que desconocen PISA y los Gobiernos que encargan este informe es que los niños no son simples números, ni pueden ser juzgados y evaluados por la capacidad que tengan de retener datos. Porque me vais a permitir que diga que estamos ante una escuela bulímica. Una escuela obsesionada por dar contenidos y con profesorado que asume el rol obligatorio de impartirlos a gran velocidad por miedo a que la inspección le tire de las orejas si no lo acaba. Para que después los niños, con cierto estrés y frustración, se busquen la vida en clase o en su hogar para procesar toda la información de cada tema impartido en tiempo récord, sin apenas disfrutarlo. Siendo esta la asunción de su valía para demostrar ante su familia y compañeros si es o no un ser apto para la sociedad.
Es quizá lo más importante del ser humano, sus valores, su ética, su moral y el dominio y la autogestión de las variables psicológicas y psicosociales. Aquellos niños que tengan un gran capital humano serán, seguramente, quienes alcancen el éxito en su vida adulta. Entendiendo este como el disfrute de la vida personal y laboral y la convivencia social. Es lo más importante para el éxito como sociedad y para alcanzar la felicidad, pero esto no lo contempla PISA, como tampoco valora el esfuerzo que ha hecho cada niño durante todo el curso.
PISA son las siglas de uno de los mayores daños que recibe cada tres años la educación española
Son necesarios muchos cambios en todo el sistema educativo para conseguir esto, y en este artículo no puedo abordar todos. Pero a modo de aperitivo os diré que si la escuela quiere seducir al alumnado tiene que pensar primero en sus intereses, en qué les gusta a los niños; algunas ideas son jugar, la música, la plástica, el ejercicio físico, las artes, leer cómics, manga, cuentos…). En segundo lugar, debe tener en cuenta cómo aprende el cerebro de un niño, a través de la experimentación, de la emoción, de la curiosidad…
Por tanto, tendremos que replantear una escuela donde los niños pasen más tiempo fuera del aula que dentro de ella, con visitas periódicas a la naturaleza para conocer allí la vida de los insectos, animales, los tipos de hojas, de árboles, los minerales, la orografía, las curvas de nivel… con la visita a los centros de profesionales de todos los oficios para que, a través de historias de su día a día, los enamoren, les despierten la curiosidad hacia la medicina, la conducción de maquinaria agrícola, cómo apagar fuegos, cómo juzgar a una persona que ha infringido la ley, cómo cuidar a los animales, cómo instalar un grifo, cómo construir una casa…Y para este amor hacia la escuela es necesario también bajar la cantidad de contenidos a impartir y bajar el número de alumnos por aula. Porque los niños necesitan más mimo y atención por parte de la escuela.
Recuerda que hay muchos genios y talentos que han triunfado en la vida adulta a quienes la maquinaria de la escuela los consideró desechos sociales. Salieron por la tubería de los desperdicios, con la autoestima y motivación en los pies, sin ser apoyados ni siquiera por sus padres, pero… tuvieron la suerte de encontrarse una chispa de motivación en las profundidades de su mente que les recordó que no eran malos ni problemáticos y que debían seguir luchando por sus sueños.
Y así es cómo despertaron de las aguas residuales del informe PISA, del entorno escolar y familiar y consiguieron brillar justo en el momento en que tenían que hacerlo, ni antes ni después.
La diferencia de rendimiento escolar comienza a generar una brecha de género que los políticos no quieren tratar.