Víctor Arufe | 20 de agosto de 2019
Ser maestro es, más que una profesión, un modo de vida. El maestro debe recuperar su prestigio social. Luchar por la dignificación personal.
Recientemente ha salido publicado que uno de cada tres aspirantes al cuerpo de maestro en Cataluña es rechazado por no cumplir con los mínimos en el examen que ya se lleva realizando en esta comunidad desde hace varios años.
Se trata de una prueba de aptitud personal cuya superación es obligatoria si se quiere estudiar el Grado en Educación Infantil o el Grado en Educación Primaria. La Generalitat de Catalunya publica en su página web modelos de exámenes cuyo objetivo es analizar y conocer la competencia lógico-matemática de los futuros maestros y la competencia comunicativa y razonamiento crítico, desglosada en comprensión lectora, expresión escrita y dominio del sistema lingüístico.
Estos mediocres resultados abren un debate presente en los gobiernos de otras comunidades autónomas que llevan algún tiempo estudiando su implantación. En una pequeña encuesta realizada en mi cuenta de Twitter personal el 70% de mis seguidores estarían a favor de poner un examen frente un 30% en contra.
¿Creéis que debería ser obligatorio la realización de un examen específico para acceder a los títulos de Grado en Educación Infantil y Primaria? https://t.co/Zqp08ng5Zx
— Víctor Arufe (@VictorArufe) August 8, 2019
Ser maestro es, más que una profesión, un modo de vida. El maestro debe recuperar su prestigio social, pero para alcanzarlo tiene que luchar por la dignificación personal, por la calidad y excelencia educativa y por la buena praxis docente. Mientras los estudiantes, futuros docentes, no sean conscientes de la importante labor que desempeñarán en la sociedad la palabra maestro le quedará grande a muchas personas que optan por este puesto de trabajo.
En el poco prestigio social que ha adquirido nuestra profesión han influido muchos factores, desde los continuos cambios normativos promovidos por las fuerzas políticas a la influencia negativa de muchas familias que han restado capacidad de actuación al docente y su confianza con el alumnado, además de la ridícula propina presupuestaria de los gobiernos destinada a uno de los motores más importantes de la sociedad.
Pero, sin duda alguna, los estudiantes a futuros maestros y los propios docentes también tenemos parte de culpa de que nuestra profesión sea menospreciada por una parte de la sociedad o admirada y elogiada por la otra.
No debemos ver este tipo de pruebas como un ataque o una amenaza a las aptitudes de cada uno. Al contrario, tenemos que verlas como una oportunidad, un disfrute para poder demostrar que se domina el léxico, tan importante en la comunicación entre profesor-alumno, profesor-familias y profesor-sociedad.
Un maestro debe ser una persona reflexiva, que sepa transmitir, que sepa escribir, que juegue con las palabras y se divierta con ellas, que trabaje cada día todas sus aptitudes o inteligencias múltiples hacia la búsqueda de la excelencia docente. El maestro por vocación y pasión no se sentirá afectado ni aterrorizado por estas pruebas.
Ahora bien, aquellas personas mediocres que busquen en esta digna profesión un salario mensual sin atención al alumnado, a las familias ni participación activa dentro de la comunidad educativa, seguro que se movilizarán en contra de estos exámenes, por las evaluaciones que les puedan hacer en un futuro y por ser forzados por el sistema a crecer académicamente a través de cursos de formación continua.
La irrupción de mensajería instantánea en nuestro día a día, el abuso de abreviaturas y emoticonos al escribir, el texto predictivo en los dispositivos electrónicos, la falta de hábito de lectura, el propio sistema educativo, la abundancia de visualización de programas y series de TV y de contenido audiovisual de baja calidad educativa, el seguimiento y fanatismo a ídolos e influencers alérgicos al arte del lenguaje y otras áreas, la falta de pensamiento crítico, la escasez de tiempo para pensar y reflexionar…todo ello han creado las condiciones óptimas para que las nuevas generaciones, sea cual sea su ámbito de estudio, tengan más dificultad para dominar la lengua y otras habilidades. No es un problema solo de quienes optan a ser maestros, es un problema dilatado de las nuevas generaciones.
El alumnado es pícaro cuando solicita al profesorado en la universidad exámenes tipo test. Existe un motivo oculto detrás de esta petición, y es que en el tipo test no tienen que escribir y no se delatará su falta de dominio léxico. Profesorado de materias ajenas a la lengua española discuten sobre la necesidad de restar puntos en el examen por cometer faltas de ortografía. Luchar contra esto es una cosa de todos, docentes, familias y por supuesto alumnado que es quien tiene la mayor responsabilidad para actualizar su mejor versión y crecer profesionalmente.
El primer paso para el cambio es reconocer nuestras limitaciones, luego… luchar sin cesar para vencerlas. Mientras no demos este primer paso seguiremos despechados con quienes intentan examinarnos y evaluar nuestras competencias como docentes, sin ver en este proceso una oportunidad.
El objetivo del sistema educativo es que cada alumno se desarrolle según el máximo de sus capacidades.