Aquilino Cayuela | 04 de julio de 2021
El grupo «María 2.0» publicó una serie de tesis sobre la Iglesia Católica donde teología hay poca, propuestas constructivas no se plantean y hay demasiada sociología de mercadillo. Lo que sí hay es un total anti-cristianismo y un anti-catolicismo militante.
La Iglesia alemana padece como nuestra cultura, en la vieja Europa, un trastorno límite de la personalidad, manteniendo un prolongado patrón de emociones turbulentas o inestables donde destacan los comportamientos autodestructivos, tendencias a autolesionarse, pensamientos recurrentes de suicidio y sentimientos crónicos de vacío. Una Iglesia en caída libre que programa su mundanización y suicidio.
Un ejemplo elocuente lo encontrábamos, en febrero, cuando contemplábamos cómo mujeres de un grupo llamado “María 2.0” colocaban en la Iglesias unas pobres tesis (comparadas con las de Lutero que al menos fueron 95) con siete proposiciones panfletarias que se traducen así:
Porque los derechos humanos y la Ley Fundamental garantizan la igualdad de derechos para todas las personas, solo la Iglesia Católica lo ignora. Ser hombre hoy en día establece derechos especiales en la iglesia.
Pues el clericalismo es uno de los problemas básicos de la Iglesia Católica actual y favorece el abuso de poder con todas sus facetas inhumanas.
Durante demasiado tiempo, la Iglesia Católica ha sido un escenario de violencia sexual. Las autoridades eclesiásticas siguen manteniendo en secreto la información sobre estos crímenes violentos y eluden su responsabilidad.
Pues la moral sexual de la Iglesia enseñada oficialmente es ajena a la vida y discriminatoria. No se basa en la imagen cristiana del hombre y ya no es tomada en serio por la mayoría de los creyentes.
Pues la obligación del celibato impide a personas seguir su vocación. Los que no pueden cumplir con esta obligación vive a menudo detrás de falsas fachadas y se ven sumidos en crisis existenciales.
La ostentación, las transacciones financieras dudosas y el enriquecimiento personal de los responsables de la iglesia han sacudido y disminuido profundamente la confianza en la iglesia.
Porque los dirigentes de la iglesia se han jugado su credibilidad. No consiguen hacerse oír de forma convincente y trabajar por un mundo justo en el espíritu del Evangelio.
Estas reivindicaciones la caricatura de una Iglesia indeterminada y que yo desconozco a la que enfrentan dialécticamente lo que ellas denominan “nuestra Iglesia”. Se sitúan así frente a la Iglesia católica, apostólica y romana, es decir, a la mía, a la que yo pertenezco y tras acusarla gravemente, afirman que “no es la suya”.
De este modo describen la Iglesia católica en términos de “estructura de poder”, que no respeta los derechos humanos y constitucionales, donde predomina el abuso y los crímenes violentos (sexuales) que, así mismo, son ocultados por las mismas autoridades eclesiásticas (puntos 1, 2 y 3). En segundo lugar, rechazan la doctrina y enseñanza sobre la sexualidad por ser ajena a la vida, dicen; la acusan de “no cristiana”, niegan el valor del celibato en cuanto a la vocación y realización personal (puntos 4 y 5) para finalmente, presuponer una malversación de los bienes por parte de los eclesiásticos, negando la credibilidad de sus dirigentes (puntos 6 y 7).
Su posición para mí es enormemente ofensiva, sin embargo, los obispos más sinodales las han aplaudido (y, por supuesto, financiado). Si la Iglesia fuese así como en estos eslóganes y yo pensase así verdaderamente de cualquier grupo o asociación a la que perteneciese y fuese, un poco, honesto y coherente la abandonaría inmediatamente, me alejaría lo más posible de aquello; pues lo que están describiendo es una estructura corrompida y perversa. Mi pregunta pues es: ¿Por qué no se van y nos dejan en paz a los católicos que amamos a nuestra iglesia, santa, católica, apostólica y romana como a una madre? Y la conocemos, sentimos y queremos de un modo absolutamente distinto a estas hirientes palabras, tópicos y eslóganes. De hecho, cualquier crítica externa y enemiga de la iglesia actual es, incluso, más respetuosa que los burdos puntos mencionados antes.
Es una incoherencia, pero sin embargo estos burdos puntos recogen con precisión los presupuestos, la dirección y el desarrollo de los distintos foros de este sínodo
Las propuestas sinodales acogen todo el relativismo demo-liberal y también de la nueva izquierda: igualitarismo o lucha contra la desigualdad; defensa injustificada de las reivindicaciones LGTBI, asunción sin trabas de ideología de género, del neo-feminismo y, confusamente, de reivindicaciones neo-socialistas.
Teología hay poca, por no decir ninguna, propuestas constructivas no se plantean y sociología de mercadillo demasiada, pero, más allá, lo que sí hay es un total anti-cristianismo y, más aún, anti-catolicismo militante que como bien señaló en Cardenal Müller pretende la completa “mundanización de la Iglesia” y su aniquilación.
Kiko Argüello, fundador de el Camino Neocatecumenal, presenta una obra que bien puede considerarse como las notas a pie de página a 26 años de vida. Apuntes que van desde la oración profunda al comentario espontaneo sobre su tiempo y su entorno.