El Debate de Hoy | 18 de junio de 2021
En el centenario del nacimiento de Ignacio Hernando de Larramendi, merece la pena recordar algunas de sus reflexiones sobre la familia, la corrupción, la transparencia o la insolidaridad de muchos que dicen buscar el bien común.
El 18 de junio se cumplen 100 años del nacimiento de Ignacio Hernando de Larramendi y Montiano, y esa efemérides está siendo conmemorada desde la Fundación Ignacio Larramendi, que él instituyó, y desde la fundación Mapfre, con diversas actividades que ponen de relieve su extraordinaria labor en el campo empresarial, donde transformó una pequeñísima mutua de seguros en quiebra en la gran compañía internacional que es hoy Mapfre; en el campo de la cultura, donde las aportaciones de las Bibliotecas Virtuales Ignacio Larramendi constituyen, tanto por su contenido, como por su concepción técnica, un hito cultural universalmente relevante, como lo fueron las 260 monografías conmemorativas de la historia del descubrimiento y la evangelización de América; así como su labor en la promoción de actividades relacionadas con la historia del carlismo, recordando a su padre, gran tribuno y pensador tradicionalista, y a su propia presencia en las fuerzas voluntarias carlistas durante la Guerra Civil.
Pero, sin embargo, no se ha puesto especialmente de relieve su faceta de pensador, con las reflexiones sociológicas, políticas y religiosas que supusieron el sustrato de toda su actividad personal y vital, que ciertamente han pasado más desapercibidas, pese a su trascendencia.
Un simple repaso por su bibliografía, accesible en la página web de la Fundación Ignacio Larramendi nos lleva a ver una clara trayectoria sin desvíos en la continuidad de esas sus reflexiones religiosas, políticas y sociológicas, desde aquel temprano artículo para una conferencia en el Ateneo «Religión de Ricos» (1954), al que habían precedido reflexiones sociológicas en «Tres Claves de la Vida Inglesa» (1952), y siguieron «Anotaciones De Sociopolítica Independiente» (1976), «Utopía de la Nueva América. Reflexiones para la edad Universal» (1992), «Crisis de Sociedad» (1995), «Bienestar Solidario» (1998), «Panorama para una Reforma del Estado» (1996), y, casi al final de sus días, en 2001, año en que falleció, «Irreflexiones Provocadoras»; esos libros se unen a más de 250 conferencias, ensayos y artículos de la más variada condición, de los que una gran parte tratan temas fuera de las actividades más conocidas de su trayectoria.
Merece la pena espigar en esos libros -todos los cuales pueden descargarse en formato e-book en la página web de la Fundación Ignacio Larramendi- sus reflexiones sobre la familia, y la deriva aniquiladora que a esta impone la sociedad liberal; la corrupción, como cáncer de todas las sociedades y tiempos frente a la que todas las armas deben utilizarse; la transparencia, tan alabada y tan opacada por quienes pueden aplicarla; los egoísmos tras las ineficiencias de la Administración y su necesidad de reforma; la insolidaridad, a todos los niveles, por muchos que se dicen buscar el bien de todos.
Y ello lo hace siempre con un toque específico, y avalado por haber puesto en práctica aquello que manifiesta en sus reflexiones. Como muestra, y por que pueda servir de estímulo para indagar más en su obra, nos permitimos incluir aquí algunas de las muchísimas afirmaciones que sobre diversos temas hace en las obras antes citadas.
«El capitalismo ha sido el principal instrumento para el desarrollo tecnológico y económico y ha permitido a grandes sectores de la humanidad la liberación de la miseria y el hambre que, en general, han vivido a lo largo de la historia». «No obstante, el capitalismo no ha logrado una fórmula de equilibrio social permanente. Sin embargo, en la edad media, la llamada Cristiandad logró la estabilidad política de la monarquía y el equilibrio social de gremios y municipios, que eran unidades de intensa vida participativa».
«La caridad permite a los políticos y dirigentes sociales o económicos reconocer su conveniencia para compensar las inevitables irregularidades en las leyes y su aplicación». «La riqueza endurece y justifica abandonar la caridad. La pobreza, la miseria y el desamparo, en cambio, la estimulan y es la gran fuerza de los llamados países en desarrollo y de las culturas poco avanzadas». «No cabe equilibrio social y menos en periodos convulsos y de cambio, si las acciones no proceden de la prudencia y la caridad, que es la consecuencia del amor a Dios y a nuestros prójimos».
«Se atribuye en general corrupción a quienes disfrutan de poder oficial en sus muy variados niveles, pero también existe en el poder eclesiástico o mercantil o de cualquier sector de la sociedad civil, incluso la familia». «La corrupción más grave es la que fomenta ésta como instrumento de gobierno y política de actuación a nivel nacional». «La peor situación a la que puede llegar un país es admitir la macro-corrupción para mantenimiento y defensa de los poderes central y territorial, con lo que se crea un ambiente general que degenera hasta su desintegración o da lugar a la irrupción de una fuerte corriente moralista, con frecuencia violenta, para eliminar dicha corrupción». «Por muy grande que sean las barreras legales y los códigos éticos, son más efectivas frente a la corrupción las barreras que nacen de la conciencia, con sentido del bien y mal».
«Mientras que la sociedad actual se sustenta en la envidia y el hedonismo, el cristianismo tiene en el amor la base de una sociedad de servicios y de deberes en que cada persona se subordina a la comunidad». «El odio es anti cristiano y destructivo. En él se basan las doctrinas que sólo destruyen, en lugar de crear». «La caridad empieza donde la justicia no puede llegar y es indispensable tanto para los débiles, como para los fuertes». «Sólo con amor se vencen la violencia, el miedo, la envidia, el odio, el egoísmo y la soberbia». «El amor es lo opuesto a la mera satisfacción del bienestar individual».
«Con la Fe de Carbonero se cree y no se juega, y no se juzga, y no se busca enmendar la plana a Dios». «La Fe de Carbonero es humildad, sumisión a Dios, quizás la fe de los tontos, pero motivo de orgullo para algunos de los que hemos destacado en la vida social». «La Iglesia da esperanza los humildes, a los que normalmente se desprecia, se ningunea». «Nada se comprende sin el misterio de la vida humana y la religiosa. Los designios de Dios no nos entendemos y por ello nos rebelamos contra ellos».
Y siempre, informándolo todo, impregnándolo todo, su fe religiosa, porque se siente fiel hijo de la Iglesia, cuyos principios aplica siempre, aun en el mundo a veces aparentemente distante de la economía, como puso de manifiesto en su discurso de despedida de sus labores ejecutivas en Mapfre, en 1990, cuando decía: …«En mis casi treinta y cinco años en Mapfre, he tratado de hacer una empresa inspirada en principios cristianos, que no tiene nada que ver con hacer política ideológica ni con discriminar a quienes piensan de otro modo, lo que nunca se ha hecho en Mapfre».
Pablo Velasco & Pablo López Martín
El presidente de la ACdP y la Fundación Universitaria San Pablo CEU aborda el debate sobre la presencia pública de los intelectuales cristianos y apuesta por la «insobornable capacidad de decir la verdad de las cosas» y «no aceptar las mentiras que se nos proponen a modo de dogmas».
Ante los indicios de un tiempo que intuyen exhausto, las élites se muestran decididas a actuar en su provecho. De la angustia del hombre aislado ellas saben cómo extraer resentimiento; de su sed de fraternidad obtienen el control de sus emociones.