Fernando Bonete & Hilda García | 09 de enero de 2021
Editor y director general de Rialp, Santiago Herraiz es un descubridor de tesoros que define su profesión como una tarea vocacional y bastante adictiva. El también escritor afirma que quiere para su sello «un pensamiento positivo, no relativista ni pesimista, y nunca desesperanzado».
Pensamiento, espiritualidad y poesía son las tres líneas maestras de Ediciones Rialp, un sello que permanece independiente a pesar de la crisis. Fundada en 1947 por impulso de Josemaría Escrivá, comenzó su andadura bajo el nombre de Minerva, como una editorial a contracorriente y con una intensa vocación por la cultura.
Rialp concede cada año el prestigioso Premio Adonáis, que este 2021 celebra su 75º aniversario. Un galardón que los poetas hispanoparlantes sueñan con ganar.
Como editor de este sello, Santiago Herraiz da voz a las personas que tienen algo que decir. A su juicio, el libro tiene un carácter propio, un tempo que permite ajustarse más al proceso de la inteligencia para reflexionar. «Quien lee debe aconsejar, prescribir y, lo digo en voz baja, prestar. Si nos gusta hacer favores, aconsejar un buen libro es hacer un gran favor», concluye.
Pregunta: ¿Cuáles fueron los hitos del nacimiento de Rialp como editorial? No siempre se llamó así…
Respuesta: Ediciones Minerva fue el primer nombre con el que se conoció el sello, su génesis. Minerva comienza en la primera posguerra como una editorial a contracorriente, porque la llevaban mujeres, algo insólito para aquel entonces. En nuestro origen, fue un proyecto difícil que no logró salir adelante, porque España estaba en crisis, no había ni papel, era muy complicado editar… Pero en el año 1947, tres personas, Florentino Pérez Embid, Raimundo Pániker y Rafael Calvo Serer fundan Rialp por impulso de Josemaría Escrivá. Él sugirió la idea, y ellos la cogieron al vuelo y la hicieron propia.
La intención era poner en marcha un gran proyecto que, junto con otras editoriales, como Gredos, Aguilar o Lumen, regenerara el tejido cultural español. Y estos profesores universitarios e intelectuales seleccionan tres ámbitos, el pensamiento, la espiritualidad y la poesía. Pániker dirigirá la colección Patmos de espiritualidad; Rafael Calvo, la Biblioteca del Pensamiento Actual; y Florentino se ocupó de la dirección general y del seguimiento de la poesía. Las tres siguen vigentes hoy, setenta años después. Desde entonces, otros sellos han sido atomizados por los grandes grupos editoriales. Rialp es de los pocos que permanece independiente, a pesar de las crisis.
P.: Su nombre y logo proceden de un acontecimiento de la vida del propio Escrivá de Balaguer, ¿qué nos puede contar de este hecho y de su adopción por parte de la editorial?
R.: Escrivá, previamente a la Guerra Civil, escribe parte de su gran libro, Camino. Se publica primero en Minerva y más tarde en Rialp. Cuando en los cuarenta se busca un nombre para la editorial, se piensa en un acontecimiento histórico que sirva de referencia.
En 1937, Escrivá, junto con otros, atraviesa los Pirineos para pasar a la zona nacional en Burgos, y pasan por el valle de Rialp. Este paraje queda como un lugar memorable para él y sus seguidores. Escrivá tenía muchas dudas sobre si volver o no a la zona republicana, donde estaba su madre, tenía dudas sobre qué era más correcto en su situación. Entonces experimenta de una manera espiritual intensa la protección de la Virgen María, mediante una rosa que encuentra en una ermita abandonada y le expresa el deseo de continuar el camino. Desde entonces se adoptó Rialp y la rosa como sello, y ha permanecido igual hasta hoy, con pequeñas actualizaciones de diseño.
Otros sellos han sido atomizados por los grandes grupos. Rialp es de los pocos que permanece independiente a pesar de las crisis
P.: ¿Qué impacto causaron las primeras colecciones de Rialp en la vida cultural y política española de los años cuarenta del siglo XX?
R.: Es difícil hacerse cargo de las dificultades para publicar de aquellos que iniciaron la editorial. Se me hace muy difícil entender cómo publicar bajo censura, cómo publicar con la dificultad de encontrar papel, cómo colocar las publicaciones de librería en librería… Era un sistema de edición muy familiar, campestre, podríamos decir. Pero había una vocación intensa por la cultura y la defensa de las ideas culturales.
Los tres fundadores supieron bailar la música que tocaba, porque no había otra, pero poco a poco fueron buscando en Europa pensadores que aportaran aire fresco. Un ejemplo es la labor de Calvo Serer, que hoy recordamos como un personaje indomable, y que aprovechó la colección que dirigía para promover sus ideas, que no sentaron bien en ambientes franquistas. Esto le costó la dirección de la revista Arbor, perder su posición académica, el exilio… Por su parte, Florentino Pérez, director general de Bellas Artes, supo bailar varias músicas al mismo tiempo y publicar cosas que, aunque no gustaran en el régimen, pudieran sortear la censura. Gracias a eso se pudieron publicar algunos libros que tuvieron mucho éxito y que ayudaron a leer contenidos de difícil acceso en un país cerrado al exterior como era entonces España.
P.: Y después de 72 años editando títulos, ¿qué posición ocupa Rialp en el panorama editorial actual?
R.: El panorama editorial se va consolidando en torno a grandes grupos empresariales. Hemos presenciado la absorción de Penguin por parte de Random House, y Mondadori se acerca al monopolio en Italia. Permanecer en el ranking es difícil, porque está controlado por grandes grupos con gran cantidad de editoriales. Pero mantenemos nuestra independencia en un tamaño medio, con setenta novedades al año, setenta reediciones, publicando poesía, pensamiento, historia, espiritualidad, algo de narrativa… Aunque nos gustaría ser más grandes, no podemos quejarnos de nuestra posición. Por otra parte, aunque ser más grande te ofrece mayor seguridad para tu viabilidad, nuestro tamaño te permite moverte en los espacios cortos con velocidad.
P.: Nos ha hablado del impacto del pensamiento publicado por Rialp en la España de posguerra, ¿qué hay de la poesía?
R.: No era una poesía oficial, porque buscaba la libertad del poeta. Los tres fundadores compran Adonáis, una colección que ya existía con unos pocos títulos, y le dan continuidad. De forma ininterrumpida, esa continuidad llega hasta la actualidad, porque seguimos editando la colección junto con la convocatoria del premio, este 2021 en su 75º aniversario.
Aunque ser más grande te ofrece mayor seguridad en tu viabilidad, nuestro tamaño permite moverte en los espacios cortos con velocidad
P.: ¿Y por qué la poesía? ¿Qué notas distintivas presenta la lírica que escoge y publica Rialp?
R.: La empresa editorial es una empresa algo rara, porque es cultural. Las empresas buscan la rentabilidad, el rendimiento y la mejora de sus cuentas de resultados, y la cultura no siempre sigue esos carriles. Hacer rentable la cultura no es tan fácil. Este es el caso de la poesía.
A ver, Chus Visor es un grande de la poesía y consigue rentabilidades altas, pero a otros nos cuesta más. Esto no debe frenar el proceso. Nosotros logramos rentabilizarla, que es crucial para mantenerse en pie y no cerrar esa línea, y con eso tenemos suficiente, porque el poeta joven es un artista que tampoco espera ganarse la vida con la poesía. Nuestros jóvenes poetas ven en Adonáis un modo de promocionarse, y no pocos suben a primera división.
P.: Además, el Premio Adonáis no tiene dotación económica.
R.: Sí, es un premio algo insolente. La dotación es la publicación del ganador en la colección Adonáis y la entrega de una estatua hecha por el escultor Venancio Blanco, que es enormemente valorada en el sector.
Adonáis es un tesoro, y basta ver a los finalistas y ganadores cuando nos reunimos la noche del Adonáis en Malasaña, después del evento, para encontrarse y leer sus poemas en libertad. Acude cada año más gente. Ahí te das cuenta del afecto de la gente joven por este galardón, porque es un premio joven, por debajo de los 35. Los poetas hispanoparlantes sueñan con ganar el Adonáis o, al menos, quedar finalistas. Lo ves en su mirada, en su entusiasmo, y eso ya es un motivo más que suficiente para creer en la poesía y apostar por ella.
P.: Con respecto los títulos que recoge la colección Pensamiento Actual, ¿qué criterios os guían en el proceso de selección?
R.: No es una labor matemática. Se trata de ir como el zahorí, con el palito, buscando por los catálogos del centenar de editoriales con las que tenemos contacto, que después acaban siendo dieciocho, porque son en las que de verdad crees y las que mandan en el tipo de pensamiento que quiero para Rialp. Un pensamiento positivo, no relativista ni pesimista, y desde luego nunca desesperanzado.
Cuando recuperamos esta colección hace pocos años, alguien me preguntó si de verdad nos íbamos a atrever, porque el pensamiento actual lo acaparan otras voces y está ganado por otros puntos de vista. Yo pienso que sí hay hueco. Hay que buscar más, pero acabas encontrando pensamiento acorde con lo cristiano y con la dignidad de la persona. Mis lectores muchas veces no quieren leer pensamiento cristiano como tal, pero sí pensamiento coherente con el pensamiento cristiano. No tiene por qué llevar la marca cristiana. Me refiero a autores como Charles Taylor, Roger Scruton o Alasdair McIntyre, que no llevan el sello cristiano, pero sin embargo un cristiano lo lee con gusto y le aporta, porque hay mucho en común.
Las empresas requieren rentabilidad, rendimiento, y la cultura no siempre sigue esos carriles, porque hacer rentable la cultura no es tan fácil
P.: No solo publican la obra de pensadores clásicos, sino también de contemporáneos de talla internacional. ¿Qué procesos siguen para conseguir estas firmas?
R.: La Feria de Fráncfort es un punto de reunión, al igual que la Feria de Londres, a la que vamos todos los años, y algunas más, tampoco muchas, porque en Fráncfort está todo el mundo. Fráncfort hace difícil charlar en confianza. Londres permite un poco más de calma para conversar con nuestros colegas. La relación es fluida, varias veces al año nos carteamos, nos intercambiamos los programas de edición… Tenemos una relación estupenda, conseguida con el paso de muchos años, con casi todas las editoriales de pensamiento del mundo que son mínimamente importantes. Buscamos permanentemente interlocutores y es una labor lenta de rastreo de catálogos, hasta que das con un libro que puede parecer un tesoro. Esta es parte de la labor del editor.
P.: Muchos de estos nuevos pensadores, como Deneen, Deresiewicz, Eberstadt, proceden de Estados Unidos, ¿a qué se debe esta ola de intelectuales norteamericanos?
R.: Americanos y británicos. América tiene sus vicios y sus grandes virtudes, su sentido de la libertad y su inconformismo ante sus propios vicios. Tienen sentido crítico y dinero para dedicarse a pensar… y a publicar. Hay grandes universidades que promueven pensadores y profesores universitarios que hablan con libertad. También sucede en Canadá, porque ahí está, y yo no lo he llegado a publicar, pero casi, Jordan Peterson, y más gente que piensa a contracorriente. No pasa nada por escuchar voces que ofrece alternativas al pensamiento dominante y denuncia abiertamente sus fisuras. Es sano, y el americano sabe desalinearse.
P.: ¿Y qué hay de la novela en Rialp?
R.: Es una cuestión de brazos. Tenemos la máquina trabajando a pleno rendimiento, somos seis personas en Rialp y lo demás se subcontrata. Para trabajar la novela hacen falta horas, es como un sector aparte. Se pueden publicar novelas, pero publicar novelas buenas es más difícil. Es uno de nuestros proyectos, pero hay que desarrollarlo con textos que puedan aportar de verdad. En narrativa hay que ir descubriendo voces nuevas, porque las que existen tienen ya su escudería. Es un trabajo lento, como sucede en toda búsqueda de talento. Hay que formarlas, corregir y buscar veinte para encontrar una.
No pasa nada por escuchar voces que ofrecen alternativas al pensamiento dominante y denuncia abiertamente sus fisuras
P.: En una serie de entrevistas a editores, no podemos dejar de abordar esta cuestión. Para usted, ¿qué es un editor?
R.: Es un personaje en la sombra al que se le da bien la edición, pero no tiene por qué dársele bien otras cosas, como las intervenciones en público o la escritura. A mí me gusta mucho escribir y he publicado varias novelas, pero me he orientado hacia la edición. Una imagen que puede servir es la de quien, en la plaza del pueblo, pone unos bafles, reúne a todos y, con un micrófono en la mano, da voz a los presentes que quieran decir algo, tipo Speaker’s Corner de Hyde Park.
Editar es dar voz a las personas que crees que tienen algo que decir. El editor es un selector, un buscador de voces que puedan aportar al resto de los ciudadanos elementos que ayuden a afilar su sentido crítico, a conocer un mundo que jamás podrían conocer viajando. A veces promueven al tímido, al que habla poco, pero cuando lo hace… mejora el mundo. Parte de la labor del editor es ir descubriendo a esa gente nueva, joven incluso, con ideas frescas, con puntos de vista que ayuden a entender y a pensar.
Es una labor tan hermosa que la gente deja todo para iniciar proyectos editoriales nuevos, que nacen en España constantemente. La última tarde de la Feria del Libro de Madrid, cuando ya estás agotado, te dedicas a recorrer stands y ves muchas caras nuevas que van iniciando proyectos preciosos. En sus ojos brilla esa luz del editor, del descubridor de tesoros. Es una tarea vocacional… y bastante adictiva.
P.: Decía que el editor «es un personaje en la sombra», pero ¿tiene relevancia social?
R.: Al margen de cómo se le valore, su capacidad constructiva es enorme. Los modos de transmitir hoy en día son muy variados, el ocio digital es brutal, pero el libro tiene un carácter propio, un tempo que permite ajustarse más al proceso de la inteligencia para reflexionar. Cuando pones a la gente a pensar, cambia el mundo.
Basta releer Farenheit 451, en este centenario de Bradbury, y rememorar a sus hombres-libro, que memorizaban un libro cada uno para rescatar al mundo. El problema es no encontrar momento para pararse, lo veo cada día más claro. No es fácil, porque vamos a toda velocidad. Pero si paras a la gente y le pones delante ideas sabias, experimenta una satisfacción ante el crecimiento intelectual, ya sea porque entiende algo mejor a Kant o lo que pasa en el corazón de un migrante o en una relación matrimonial que empieza a resquebrajarse.
Cuando el lector entiende mejor, piensa y analiza mejor y, por tanto, acierta mejor en sus propias decisiones… y es más feliz. Somos mejores personas cuando nos paramos a pensar si lo somos realmente, y alguien enciende alguna luz. Un buen libro siempre señala un buen camino, en algún sentido.
El editor es un buscador de voces que puedan aportar al resto de los ciudadanos elementos que ayuden a afilar su sentido crítico
P.: Ha afirmado en otro lugar que leer desatasca las cañerías y ayuda a afrontar las grandes preguntas. ¿Cómo podemos fomentar este hábito?
R.: Decimos que en España el hábito de la lectura está muy extendido, pero no es así. Publicamos muchos libros, pero después no se leen tantos. ¿Cómo promover esto? Es la pregunta del millón. Las autoridades públicas invierten no pocos euros en la promoción de la lectura, y recorremos las ferias del libro entre familias que compran libros para los niños, pero no tanto para los padres. Si nos dejara el virus, abriríamos todas las terrazas de Madrid y probablemente no quedaría ni una silla libre. Tenemos dinero para tomar un refresco, una cerveza o un aperitivo, pero nos cuesta más gastar ese mismo dinero en un libro.
Hay que huir de la gratuidad, que impide promover la buena cultura y le hace perder valor. Hay que gastar más en libros, darse el capricho, regalar, prestar, hablar más de libros. De hecho, muchas veces entre los grandes amigos de lo que se habla en torno a la mesa es de lo que has leído, salen conversaciones maravillosas y esto enriquece mucho. Quien lee debe aconsejar, prescribir y, lo digo en voz baja, prestar. Si nos gusta hacer favores, aconsejar un buen libro es hacer un gran favor. Y aconsejar otro después, un favor aún más grande. Por ejemplo, El Debate de Hoy es estupendo para promover este hábito. Hay que publicar cosas que valgan la pena, que aporten algo y que merezcan ser regaladas.
Hay que gastar más en libros y huir de la gratuidad, que hace que la cultura pierda valor
P.: En esta época tan difícil, Rialp ha ofrecido libros gratuitos para ayudar a pensar y sonreír. Háblenos de este proyecto.
R.: Es un proyecto que llevamos a cabo durante el confinamiento, en momentos de dificultad y sufrimiento, cuando estábamos todos desconcertados y encerrados en casa. Por una cuestión de solidaridad, nos animamos a ofrecer a la gente alegría con un libro digital de regalo descargable solo durante unos pocos días. Sirvió para estimular la cultura, cuando solo veíamos cuatro paredes. Lógicamente, este no puede ser el papel del editor, porque regalar libros supondría la muerte súbita, pero en su momento la idea me encantó y sirvió durante varias semanas para hacer sonreír a la gente. El feedback entre los lectores fue de un agradecimiento grande, y lo hemos notado luego, también en ventas. Los lectores comprenden que la gratuidad es imposible y cuentan con que los editores encontremos fórmulas para ofrecer contenidos en todos los formatos, en todos los países y a precios razonables. Toca cambiar lo que sea necesario para conseguirlo.
Fernando Bonete & Hilda García
Claudia Casanova es editora y cofundadora de Ático de los Libros, sello independiente que este 2020 ha atravesado su 10º aniversario. «Nuestra propuesta es tan arbitraria como que cada vez que nos apetece publicar un libro por su calidad literaria, lo hacemos», explica.
Fernando Bonete & Hilda García
Olga Martínez y Paco Robles están al frente de la editorial Candaya, punto de encuentro de escritores de ambos lados del Atlántico. Este sello, que no se guía por la modas ni el mercado, apuesta por una literatura hecha sin prisa, definida por el compromiso, y que complejiza la realidad en vez de simplificarla.