Fernando Bonete & Hilda García | 12 de junio de 2021
Con una trayectoria de éxito, el sello Desperta Ferro tiene como objetivo mantener la periodicidad, el rigor, la calidad y el pulso de sus publicaciones. «La sociedad española debe tener conocimientos históricos rigurosos para evitar que sea manipulada», afirma Javier Gómez Valero, uno de sus editores.
Hace poco más de diez años, los historiadores Javier Gómez, Carlos de la Rocha y Alberto Pérez soñaron con una revista especializada que ofreciera contenidos exhaustivos y de la máxima rigurosidad sobre un único tema, «esa revista que nos gustaría comprar como lectores en un quiosco y que no existía todavía en España».
El sueño se hizo realidad con Desperta Ferro Antigua y Medieval. Y de una revista bimestral de tirada reducida hecha con recursos limitados por tres apasionados, llegaron a Desperta Ferro Ediciones. Una editorial que cuenta con cinco revistas en quioscos y librerías, el lanzamiento de dieciséis a dieciocho libros al año, y un total de dieciocho trabajadores en plantilla a jornada completa con decenas de colaboradores externos.
Pregunta: ¿Contaban con un desarrollo meteórico como el que han tenido en un ámbito tan especializado?
Javier Gómez: La ambición la teníamos. De hecho, le pusimos a la URL de la web «despertaferro-ediciones», con el objetivo de que esto fuera más allá de publicar revistas y poder sacar libros. Desde el primer momento, esto se creó con la idea de que creciera. Ahora bien, ni en sueños nos hubiéramos imaginado lo que hemos conseguido. De una revista bimestral que solo iba a librerías con una tirada de dos mil ejemplares, y que teníamos que sacar adelante prácticamente solo nosotros tres mientras la compaginábamos con otro trabajo, a cinco revistas en quioscos y librerías con tiradas que superan los 12.000 ejemplares, de dieciséis a dieciocho libros al año, y dieciocho trabajadores en plantilla a jornada completa con decenas de colaboradores externos.
Pregunta: ¿A qué achacan el éxito? Es decir, frente a editoriales de historia de corte más comercial, ¿qué tiene Desperta Ferro que no tienen las demás?
Carlos de la Rocha: Nuestro objetivo es la calidad, y para ello buscamos, literalmente, a los mejores especialistas del mundo sobre cada tema. Ahí está todo el peso de nuestro trabajo, traer a los mejores para los lectores en castellano. Esto va en línea con la respuesta a vuestra pregunta sobre nuestra apuesta frente a las publicaciones generalistas. Nosotros llegamos a ese público que busca ir un paso más allá en el conocimiento de la historia, por eso nuestros números son monográficos. De ahí nuestra virtud, y también nuestro riesgo, lo apuestas todo a un solo tema.
El uso que se está haciendo de la historia por parte de la política es utilitarista y torticero
P.: Y luego está su aporte gráfico.
J.G.: Claro, cada vez más lectores especializados reconocen el valor de la ilustración histórica bien hecha, seria, rigurosa, que apoya desde el apartado visual la transferencia de conocimiento al lector. Los directores de las diferentes revistas son los encargados de documentar y supervisar hasta el más mínimo detalle de estas ilustraciones para que sean absolutamente correctas. Lo primero que se hace notar es la estética, pero detrás de eso hay páginas y páginas de un dosier de información que hemos pasado previamente al ilustrador.
Y esto por no hablar de la cartografía. Nuestros mapas son contenido cien por cien original y supone no solo trazarlo, sino investigar, recabar mucha información para volcarla después ahí y recrearla. No entendemos la historia sin mapas. No concebimos leer un libro de historia que no incluya mapas.
P.: En esta misma línea de la preferencia por lo visual, su apuesta más llamativa es el cómic.
J.G.: Alberto Pérez es un gran aficionado al cómic y, en concreto, al cómic histórico. Siempre ha tenido un interés particular en trabajar en esta línea, que dirigimos a un público infantil y juvenil, sin descartar que podamos volcarnos más adelante con el cómic para adultos. El cómic es un vehículo extraordinario para transmitir conocimientos a todo tipo de públicos, de cualquier edad, pero sobre todo de ese público infantil y juvenil.
No entendemos la historia sin mapas
P.: La serie «Historia del arte en cómic» es una preciosidad, desde luego.
J.G.: Estamos especialmente orgullosos de esa línea de cómics de Pedro Cifuentes. Es profesor de la ESO, trabaja con chavales en su día a día, conoce las claves de lo que les interesa, sabe cómo despertar su interés y captar su atención… Él venía utilizando el cómic en sus clases, y llegó a obtener, por ello y por el uso de otras herramientas de innovación docente, el Premio Nacional de Educación para el Desarrollo y el Premio Profesor Destacado de la Comunidad Valenciana. Quería que ese recurso fuera exportado para que otros pudieran utilizarlo y lo ofreció a diferentes editoriales. Los sellos didácticos dijeron que las historias eran demasiado cómic para ellos. Los sellos de cómic, que las historias eran demasiado didácticas. Decidió autoeditarse, y ahí lo conocimos. El éxito ha sido tremendo.
P.: Ese éxito lo han comprometido con diferentes causas. Colaboran con organizaciones como ACNUR o Save the Children.
J.G.: Tenemos una responsabilidad social y debemos devolver a la sociedad al menos una pequeña parte de lo que nos ha dado formándonos como historiadores. Siempre que podemos hacemos colaboraciones con el mundo académico, pero también con diferentes instituciones, organismos y ONG.
En primer lugar, intentamos que todo el papel que utilizamos en nuestras publicaciones venga de fuentes de producción sostenible. El futuro de la edición pasa por esto. En segundo lugar, llevamos a cabo tres acciones de las que nos sentimos especialmente orgullosos. Tenemos una colaboración permanente con ACNUR. Somos una revista de historia política y militar, y sabemos el impacto que las guerras generan en las sociedades, como desplazados o hambrunas. Tenemos una responsabilidad para intentar aliviar en la medida de lo posible el terrible padecimiento de esas personas. Por ello, empezamos a hacer colaboraciones puntuales y luego nos convertimos en partnerts de primera línea. Aparte de las colaboraciones en dinero que hacemos, ayudamos todo lo posible en la difusión.
Debemos devolver a la sociedad al menos una pequeña parte de lo que nos ha dado formándonos como historiadores
P.: También colaboran con el Banco de Alimentos. ¿De qué modo?
J.G.: Desde hace unos cuantos años, vimos cómo iniciativas como el Black Friday se hacían cada vez más globales. No somos una editorial que haga descuentos. La ley del libro en España es muy estricta con este tema, solo se puede aplicar un máximo de un 5%. A nosotros no nos gusta hacer competencia desleal a las librerías que venden nuestros libros. Los fenómenos como el Black Friday no entran dentro de nuestra filosofía. Por eso decidimos hacer justo lo contrario. Nos hicimos eco de otra iniciativa paralela que se llama el Giving Tuesday, «el martes de dar». Decidimos que el 10% de todas las compras que se hagan en nuestra tienda online durante un periodo de tiempo determinado se destine al Banco de Alimentos, en este caso, a la Federación Nacional de Bancos de Alimentos, a través del Banco de Alimentos de Madrid. Y ya llevamos cuatro años colaborando de esta manera.
También estamos especialmente orgullosos de ser socios de Hispania Nostra, una asociación en defensa del patrimonio histórico. Afortunadamente, está teniendo bastante relevancia en los medios, porque cada año publican una lista negra del patrimonio con los diferentes elementos que están en peligro de destrucción o que ya están destruidos. Quisimos sumarnos en apoyo de esta labor tan importante que hacen, porque somos historiadores.
No somos una editorial que haga descuentos. No nos gusta hacer competencia desleal a las librerías que venden nuestros libros
P.: ¿Qué es un editor y qué relevancia social tiene en nuestros días?
C.R.: Mi tarea, al estar enfocada exclusivamente al departamento cartográfico y de contenidos, tiene un efecto túnel. No tengo la visión global que tienen desde los propios directores a mis socios. Por encima de todo está el respeto al lector de nuestras publicaciones y quiero que nuestro trabajo le llegue de la mejor manera posible. Que sepa que detrás de él hay un equipo de personas que están dejándose la piel por hacer unos contenidos de excelencia. Queremos sentirnos completamente satisfechos con la calidad de nuestras publicaciones.
J.G.: Como editores y como historiadores tenemos una responsabilidad social clarísima. El uso que se está haciendo de la historia, por parte sobre todo de la política, es utilitarista, torticero. Queremos servir de correa de transmisión de los conocimientos que se generan en el mundo académico y trasladarlos a la sociedad, algo que no siempre es fácil.
Muchos profesores de universidad terminan publicando sus investigaciones para una audiencia sumamente reducida. Por tanto, tenemos que servir a modo de divulgadores de ese conocimiento, obligar o forzar a que el mundo académico baje un escalón y se preste a hacer divulgación de calidad. Pensamos que es fundamental para la salud cultural y democrática de cualquier sociedad que no se deje manipular tan fácilmente por los poderes políticos, económicos… Es un compromiso que debería asumir cualquier historiador y más en el caso de uno que es además editor, cuya labor es trasladar los conocimientos a los lectores.
Con la crisis del coronavirus ha habido un acercamiento de los lectores a las editoriales
P.: ¿Qué planes tienen para un futuro a corto plazo?
C.R.: En principio, mantener el pulso. La crisis nos ha afectado como a todos, pero seguimos por el camino que hemos emprendido y, en principio, es de avance y de expansión.
J.G.: Uno de los proyectos que tenemos es mantener las revistas que estamos publicando. La marcha de todas nuestras publicaciones es bastante prometedora. El año pasado fue un poco de catarsis. Después del pánico inicial, hubo un momento extraño, porque las librerías y los centros comerciales estaban cerrados. Pero ha habido un acercamiento de los lectores a las editoriales. En algunos ámbitos, el mercado ha crecido incluso ligeramente respecto al año anterior. Nuestro objetivo fundamental es mantener la periodicidad, el rigor, la calidad y el pulso de nuestras publicaciones de revistas, volver a los dieciséis, dieciocho, veinte libros al año.
Además, hemos abierto líneas un poco diferentes. Por ejemplo, los «Cuadernos de Historia Militar». Es una serie de la cual estamos muy orgullosos, porque son de pequeño formato, también de pequeño precio, con un contenido perfectamente asequible para cualquier lector y cualquier bolsillo. Los escriben los mejores especialistas, desde Fernando Quesada a Francisco García Alonso, Adolfo Domínguez Monedero, etc. Se venden en librerías y quioscos. Es un proyecto que abordamos con mucha ilusión, porque es interesante ir a segmentos de lectores a los que quizá no estamos llegando por una cuestión de poder adquisitivo. Queríamos romper esa barrera.
Fernando Bonete & Hilda García
Con una curiosa génesis en medios sociales, Trotalibros es un sello que pretende convertirse en punto de encuentro abierto a lectores de todo tipo. Publica, con mimo y pasión, una cuidada selección de títulos. «Preferimos libros que ya no se encuentran o que pasaron inadvertidos en su día», confiesa su editor.
Fernando Bonete & Hilda García
Sajalín es una editorial independiente que comenzó publicando en castellano obras inéditas u olvidadas de la mejor narrativa extranjera contemporánea. Su director literario, Daniel Osco, explica que su trabajo se cuece a fuego lento: «Siempre hemos ido poco a poco, así puedes trabajar mejor los libros».