Mariona Gúmpert | 13 de marzo de 2021
El actor y político valenciano reconoce que «hay más días en los que me quedo con lo positivo que con lo negativo, sin ninguna duda. Si no, no estaría donde estoy».
Hace ya varias semanas, Toni Cantó y yo acordamos encontrarnos en Valencia para mantener una conversación relajada, con la intención de publicarla en eldebatedehoy.es. Esta charla es la segunda del ciclo de entrevistas a políticos que he iniciado: la intención es dar a conocer más en profundidad a la persona, dejando al margen las polémicas de última hora.
Le propuse la idea al político valenciano a través de su cuenta de Twitter y, a pesar de los múltiples compromisos que tiene, se mostró muy amable y cercano. Lo que ninguno de los dos podíamos imaginar era que el día y la hora escogidos (10 de marzo, a las 12 am) iban a coincidir con la debacle regional entre Ciudadanos y el PP.
A pesar de los nervios y la inquietud que, naturalmente, le causó la situación, Toni Cantó apareció puntualmente a las 12 de la mañana, hora en la que habíamos quedado en vernos. Al margen de que al lector puedan gustarle o no las respuestas, lo más importante de esta entrevista es que Cantó resultó ser todo un caballero y que, a pesar de estar bajo circunstancias muy complicadas, no pierde la templanza ni la lucidez.
Cumpliendo mi palabra sobre el tipo de entrevista que le iba a hacer, no le pregunté absolutamente nada sobre el Murciagate. A pesar de que el foco mediático está ahora mismo en este tipo de asuntos, estoy convencida de que les resultará muy interesante la conversación.
Pregunta: En las entrevistas que hago a políticos, tanto la primera pregunta como la última no son mías. La primera te la lanza mi hermano, de treinta años. ¿Cómo ves la sociedad occidental dentro de veinte años?
Respuesta: Yo soy optimista; creo que el ser humano -con baches y dientes de sierra- va hacia adelante. Opino que estamos infinitamente mejor que hace cien años, incluso que cincuenta, y espero que sigamos en esa dinámica. En determinados momentos nos puede parecer que no: aunque todos los días reciba muestras para desconfiar de la naturaleza humana, al final del día no dejo de creer en ella.
Estamos pasando por una de las pruebas más duras en mucho tiempo y, precisamente, quienes nos van a sacar de ella son las personas: el ingenio, la ciencia y la capacidad -en este caso- de haber desarrollado vacunas en apenas un año, algo que en circunstancias normales habría costado diez. A pesar de que la pandemia también ha demostrado que tenemos malos gestores, que hay gente que destroza acuerdos, sociedades, etc., yo me quedo con lo que ya he dicho: nos superamos día a día y tenemos motivos para el optimismo.
El liberalismo en el que yo creo no cuestiona en ningún momento el estado del bienestar que se nos ha dado en Europa a través de la socialdemocracia
P.: ¿Si fueras presidente de España, con quién te sentirías más identificado: con Ronald Reagan o con Estanislao Figueras?
R.: Con Ronald Reagan. En primer lugar, porque fue actor. En segundo, porque dio una batalla muy importante contra el social-comunismo. En aquel momento fue uno de los actores fundamentales que contribuyeron a que cayera una gigantesca dictadura comunista, que hasta entonces había jugado un papel fundamental en la geopolítica mundial. Ronald Reagan y Margaret Thatcher son dos personajes a quienes admiro, aunque su ideología no coincida con la mía. Además, Thatcher, como mujer en un mundo que era mucho más masculino que el de ahora, es un valor por reivindicar: una mujer liberal que jugó un papel muy importante.
P.: ¿Y Estanislao Figueras? Primer presidente de la I República, que apenas duró unos meses: afrontó una crisis económica muy grande, divisiones en el seno su propio partido y la declaración de la república catalana.
R.: A ver, no te negaré que hay muchos días en que se me pasa por la cabeza la frase que se rumorea que dijo en un consejo de ministros antes de dimitir. Era algo así como: «Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros», ¿no?. Pero, como ya he dicho, soy optimista, confío en la naturaleza humana y creo que hay más ángeles que demonios. Hay más días en los que me quedo con lo positivo que con lo negativo, sin ninguna duda. Si no, no estaría donde estoy.
He visto ceremonias de los Goya en los que se le ha montado un pollo impresionante al PP y, ante las animaladas que ha hecho el PSOE en España, no he visto nunca ni la más mínima crítica
P.: Volviendo a Reagan, ¿qué opinas de que su sentido del humor, su carisma y el hecho de haber sido actor hayan influido a la hora de ser elegido presidente?
R.: Esas tres características son rasgos importantes en la forma de ser de una persona que tenga relevancia pública. Admiro mucho el sentido del humor, porque me parece una muestra de inteligencia y también de capacidad de ponerse en el lugar del otro, de reírse de sí mismo, de no tomarse demasiado en serio. De hecho, una característica en común en las amistades que tengo es justo eso, el sentido del humor: a la hora de identificarme con alguien como amigo, o como pareja.
Soy el primer actor de este país que ha sido diputado en el Congreso de los Diputados. Los actores me dan razones muy a menudo para no confiar en sus posicionamientos; porque creo que a un actor, por muy bueno que sea, no se le debe suponer un posicionamiento político, ni sentido común, ni nada parecido; creo que en eso tenemos la misma verosimilitud o credibilidad que pueda tener cualquier otro profesional que trabaje en otros ámbitos. A pesar de esto, lo cierto es que el ser actor te puede brindar ciertas ventajas a la hora de llevar a cabo una carrera política, porque hay varias aptitudes y actitudes en la profesión que te ayudan a la hora de soltar un discurso, de dar un mitin o de defender una idea.
P.: Sois un partido liberal. ¿Qué entiendes por libertad?
R.: En el caso de lo liberal, entiendo por libertad el que prime la libertad individual en un Estado. Los Gobiernos, como el que tenemos ahora, dirigidos por la izquierda y por el nacionalismo suelen intentar inmiscuirse demasiado a menudo en tus libertades individuales. A mí eso me parece grave; y una de las cosas que defendemos los liberales es ensanchar la capacidad del individuo para tomar libertades por su cuenta. Ahora mismo, aquí, en la Comunidad Valenciana, hay varias libertades fundamentales que se nos están quitando a los individuos: la elección de la lengua en la que quiero educar a mis hijos, la elección del colegio, etc. Para mí este tipo de cosas son esenciales como liberal.
La gente se queda siempre con la imagen de que este tipo de personas dogmáticas que vemos en los Goya es un grupo de privilegiados, pero los privilegiados no representan apenas un 0’001% de los trabajadores de la industria del entretenimiento
P.: Ese concepto de libertad, en filosofía, se le llama «libertad negativa», es decir, ausencia de coacción externa. Pero hay otro concepto llamado «libertad positiva», en el que lo relevante es qué haces con tu libertad. Quería preguntarte si, para un liberal, es más importante el concepto de libertad negativa o el de libertad positiva.
R.: Ha de primar la primera, la segunda me parece un poquito paternalista. Creo que los seres humanos tenemos derecho a equivocarnos.
P.: La relevancia del concepto de libertad positiva se entiende cuando se hace una analogía con la de la paternidad, como has dicho. Pero, en adultos, hay casos en los que también se entiende que hay ocasiones en las que es bueno que prime la libertad positiva. Un ejemplo un poco burdo sería el de que, si ahora mismo me da un brote psicótico e intento tirarme por el balcón, me lo vas a impedir.
R.: Mujer, eso es obvio. Es algo que no discuto, al igual que no negaré que mis hijos son libres solo hasta cierto punto, porque yo soy su padre y por lo menos hasta que tengan mayoría de edad entiendo que debo ejercer como tal y una parte muy importante de la educación es poner límites.
Ser actor te puede brindar ciertas ventajas a la hora de llevar a cabo una carrera política
P.: Cierto. Pero entiendo que los estás educando hacia cierto contenido.
R.: Sí. Y una parte importante de ese contenido es que acepten lo que significa la libertad y lo que lleva aparejado el ejercicio de esta. Es decir, que aprendan lo que son las consecuencias.
P.: Entonces, ¿qué peso debe tener la política a la hora de proteger ciertos contenidos? Si nos limitamos estrictamente a la libertad negativa, podemos llegar a tener una ciudadanía en la que coja fuerza una idea que no lleve a ningún lado y que, de hecho, resulte nociva. Un ejemplo serían las consecuencias que está trayendo consigo el feminismo radical: las personas que lo defienden están ejerciendo su libertad negativa, pero los contenidos que defienden no es algo que esté beneficiando a la sociedad. Otro ejemplo sería una sociedad islámica –que dejara completa libertad negativa a sus ciudadanos-.
R.: Pero el concepto de una sociedad islámica, ofreciendo libertad negativa a sus ciudadanos, no existe hoy por hoy. Actualmente, en las sociedades islámicas, la religión forma parte del Gobierno. Esto es completamente negativo, porque una de las cosas que debe garantizar el Gobierno es la libertad de culto y garantizar la separación entre la ley y los gobernantes y la religión que desee elegir cada uno.
El cine ha sido durante mucho tiempo en España llevado de una forma contraria al mercado
P.: Disculpa, creo que no me he explicado bien. Estoy pensando en un escenario como el que propone Houellebecq en su novela Sumisión: debido al aumento de votantes musulmanes en Francia, esta acaba siendo gobernada por los practicantes de esta religión.
R.: Este escritor es uno de mis favoritos, y además me parece que, tal y como hizo en Plataforma, plantea un escenario terriblemente cercano. Pero ahora mismo Macron está dando una batalla muy bien dada, poniendo límites a la religión islámica.
P.: Es decir, está coaccionando la libertad negativa de los musulmanes que residen en Francia.
R.: No, está poniendo las libertades de un Estado laico por delante de quienes quieren limitarlas por medio de una religión que es mucho más restrictiva que lo que ha conseguido ser la sociedad francesa.
P.: ¿Y eso es paternalista o no?
R.: No. Yo creo que es la defensa de los valores de la república. Esto es defender la Constitución, ya está. Defender la Constitución va más allá de ser o no paternalista. La Constitución es la regla que nos hemos dado, creo que eso es patria para defendernos y ayudarnos los unos a los otros y opino que esto hay que defenderlo por encima de todo. En nuestro país también, en determinados momentos, está en peligro la Constitución: no tenemos el desafío que se les está presentando a la ciudadanía francesa con este tema, pero tenemos el desafío separatista, los ataques a la Corona, etc. Unos desafíos que exigen una respuesta seria. La ley ha de estar por encima de las personas. Ante ese mensaje que se nos da a veces desde la izquierda, o desde el nacionalismo, de «hombre, la ley está bien, pero si no estoy de acuerdo con ella me la puedo saltar» hay que responder: «Pues mira, no. Si no está usted de acuerdo, plantee una propuesta en el congreso para cambiarla, pero usted no se la puede saltar». Porque, si no, entramos en la ley de la selva, que es el gobierno del más fuerte; y yo esto no lo defendería nunca.
Los Gobiernos, como el que tenemos ahora, dirigidos por la izquierda y por el nacionalismo suelen intentar inmiscuirse demasiado a menudo en tus libertades individuales
P.: Entonces eres un liberal que tiene en cuenta los dos aspectos de la libertad: la negativa y la positiva.
R.: Claro. Ahí hay que mantener un equilibrio.
P.: Todo esto te lo he querido plantear porque a las personas de cuarenta años para abajo parece que se les presentan solo dos alternativas (en los entornos de las redes sociales): la socialdemocracia, por llamarlo de alguna manera (porque en España, comparado con otros países, somos casi todos socialdemócratas a efectos prácticos), y corrientes libertarias, cuyo enfoque se centra exclusivamente en lo económico, sin tener en cuenta otros factores.
R.: Aquí se debe tener presente qué se entiende por socialdemocracia. Yo la entiendo como estado del bienestar, algo que se ha asumido en todos los partidos europeos, incluyendo a los que son más de derechas. Ese eje de debate yo no lo plantearía, porque todos hemos asumido un Estado que nos proteja y nos dé una educación, una sanidad, unos servicios sociales, etc.
Respecto a ese tipo de liberalismo que mencionas, es distinto al que yo defiendo. El liberalismo en el que yo creo no cuestiona en ningún momento el estado del bienestar que se nos ha dado en Europa a través de la socialdemocracia. Lo que sí creo es que hay que matizar ciertas cosas: yo quiero defender el estado del bienestar, pero quiero tener libertad para elegir en qué lengua se educan mis hijos o en qué colegios. No acepto el actual ataque de los Gobiernos socialdemócratas o de la izquierda a la educación concertada; o incluso a la educación privada. Al mismo tiempo, rechazo muchos dogmas que tienen también que ver con la educación y la sanidad, como la colaboración público-privada. Para mí es esencial y es una herramienta de crecimiento y también de abaratamiento del coste de lo que hacen las Administraciones. Y, sin embargo, parece una línea roja para la izquierda, aunque esto implique perder mucha efectividad y muchos recursos.
Nos está gobernando un señor sin escrúpulos que sabe que la sociedad española está en un momento muy delicado
P.: Cuando participaste en el programa musical Mask Singer, hablaste del «efecto máscara», que te permite hacer cosas que, a cara descubierta, no harías ni de broma.
R.: Sí, esto explica muy bien cómo triunfa tanto una idea como el carnaval.
P.: ¿Cómo se explica que un Gobierno, sin máscaras de por medio, se atreva a decir sin ningún complejo que mintieron sobre cosas muy graves, como todo lo relacionado con la gestión de los expertos? ¿Qué tipo de políticos, y qué tipo de sociedad explica que esto haya ocurrido sin ninguna consecuencia?
R.: Nos está gobernando un señor sin escrúpulos que sabe que la sociedad española está en un momento muy delicado, muy preocupada por lo suyo como, por ejemplo, «¿cómo voy a llegar a fin de mes?, ¿qué voy a hacer con mi negocio?, ¿puedo pagar mi cuota de autónomos?, ¿cuándo podré abrir el bar?». Esto permite que ese tipo de barbaridades que has mencionado cuelen. Sin embargo, yo estoy completamente convencido de que el manejo de esta crisis por parte del que ha demostrado ser el peor Gobierno del mundo -y no lo digo yo, lo dicen muchas evaluaciones independientes- le va a costar caro. Soy de naturaleza optimista, y estoy convencido de que, a la hora de votar, los ciudadanos tendrán memoria y recordarán todas estas cosas y se impondrá el sentido común.
P.: Si tuvieras ahora 30 años, y tuvieras un sueldo de 1.500 euros al mes, ¿cómo te plantearías tu jubilación?
R.: Los jóvenes están en un momento muy delicado. No sé cómo se lo plantearán ellos; yo lo que me planteo es que debo hacer lo posible para que pueda garantizársela el Estado. Para empezar, es muy necesario que, en lugar de poner parches, nos pongamos a trabajar en lo esencial, en políticas que tienen que ver con igualdad y conciliación. No podemos seguir teniendo las cifras de natalidad que tenemos ahora: así no podemos garantizar el funcionamiento de nuestro Estado. Tenemos que pensar entonces en alguna alternativa para poder garantizar la jubilación de este chaval -porque yo tengo 56 años y, en consecuencia, para mí es un chaval-. Y eso pasa, como ya he dicho, por políticas de conciliación, fomento de la natalidad, pero también por algo que es también muy de los liberales y que nadie acomete, que es la limitación de gasto en las Administraciones.
No acepto el actual ataque de los Gobiernos socialdemócratas o de la izquierda a la educación concertada, o incluso a la educación privada
P.: También hay una «moda» entre la gente de mi edad para abajo, que de forma consciente no quiere tener hijos, aunque tenga el dinero para permitírselo.
R.: Claro, pero no es que no quieran tener hijos, es que no pueden permitírselo.
P.: No, yo entiendo que es una moda real. Constantemente se pueden encontrar en prensa artículos en los que se explica por qué los hijos resultan una carga. Y no son artículos aislados. De hecho, conozco varias parejas que han decidido no tenerlos, aunque sí tengan los medios.
R.: Bueno, pero yo creo que en el fondo está la premisa de que vas a resultar empobrecido, ese es el eje de todo. Yo entiendo a la gente que ahora no se lo puede plantear, porque económicamente supone un sacrificio brutal y con unas Administraciones que no te ayudan en nada. No tenemos las ayudas que se ofrecen en función de los hijos que tengas, no existen ayudas a la conciliación familiar y laboral a las madres, que siguen siendo las que se encargan del cuidado de los hijos la mayor parte del tiempo. ¿Qué ayudas? Guarderías en los puestos de trabajo, horarios distintos, etc. En España siguen sin hacerse políticas que ayuden en todo eso. Mientras esto siga así, el coste personal es tan potente que es normal que haya mucha gente que no se lo quiera plantear.
Si esas personas supieran que van a recibir un sueldo mensual por ser padres -no digo que sea lo que se debe hacer, estoy ejemplificando con una exageración-, que laboralmente van a tener incluso ventajas, que podrán tener guarderías de 0 a 3 gratuitas como nosotros pedimos, ayudas al alquiler, etc., todo este tipo de cosas sí que se lo plantearía.
En la segunda mitad de los 80 fuimos más libres que ahora. Respirábamos en el ambiente mayor libertad y nos daba igual lo que hiciera el de al lado
P.: Esto último que acabas de comentar se parece mucho a lo que hizo Viktor Orban, presidente de Hungría, al que algunos llegan a tachar de autoritario y de ultraderecha. En tu partido, con las medidas que van tomando, se van poniendo todo tipo de etiquetas: fachas, liberticidas, progres, partido veleta. ¿Cómo asumes esto?
R.: Bueno, en primer lugar, las políticas de ayudas a la natalidad que he mencionado también se toman en los países del norte de Europa. Respecto a lo segundo, yo creo que hay una exageración y una simplificación, sobre todo por parte de los medios de comunicación. De esta forma, parece que si eres de izquierdas ya tienes que cumplir con todo un pack de requisitos; y nosotros en ese eje no nos sentimos cómodos. No tengo por qué asumir todos los postulados de la izquierda o los de la derecha.
P.: Pero ¿crees que hay alguna forma de trasladar a la ciudadanía que toda medida que toma un partido político es por que entiende que creen que es porque lo que más conviene en ese momento o está todo tan polarizado que es inútil tratar de explicar y razonar?
R.: Mentiría si te dijera que es complicado. De hecho, justo ahora estamos en un momento delicado porque, para un partido de centro como este, la polarización complica mucho las cosas. Pero, como te he dicho antes, soy optimista por naturaleza y creo que esa es la vía que hay que seguir. El mundo, por desgracia, no es tan sencillo (como a veces nos plantean desde los espacios polarizados): no todo es blanco o negro. Hay muchos matices. Pero lo que hay que hacer siempre (y esto es algo muy serio que ningún otro partido hace) es evaluar las políticas sin complejos y ver si esto que hace determinado país funciona o no: si funciona, pues mira, para adelante. Y si no funciona, pues señores, habrá que bajarse del burro y cambiar. Lo que no puede ser es que, cuando viendo que no funciona, decidir que lo voy a hacer con mayor intensidad todavía.
En la empresa privada eso se hace mucho: nadie puede entender que nada cambie cuando una determinada estrategia está equivocada. Sin embargo, vemos continuamente que se aplican muchas políticas con resultados nefastos y se siguen repitiendo constantemente, porque nadie quiere asumir el desgaste de reconocer que uno se ha equivocado y quiere cambiar.
Ante el dolor hay dos estrategias humanas. Una es sumergirte en él y no salir y revolcarte. Otra es huir de él y distraerte
P.: Si ahora mismo se estableciera una ley según la cual no se permitiera acceder a la política con menos de 45 años, ¿qué argumentos verías a favor y cuáles en contra?
R.: Hay gente con menos de 45 años estupenda para dedicarse a la política y gente que tiene más de 45 y son un verdadero horror. Yo no entraría en ese tipo de simplificaciones. Sí me parece que los ciudadanos hemos de ir aprendiendo el valor que puede tener el pasado de un político, si ha tenido un bagaje anterior en el mundo empresarial o como autónomo, como trabajador en lo que sea, etc. Eso es un valor positivo, darse cuenta de que a veces es una limitación no haber hecho otra cosa en tu vida. Esto ocurre mucho en el PSOE y en el PP, que están en el erario público y no han trabajado en su vida. Yo siento que eso la gente lo va percibiendo más y valorando más; y lo penaliza más también. Pero no pondría tampoco una barrera de este tipo, porque los ciudadanos deben exigir a los partidos que pongan a gente óptima.
P.: Hace unos meses os entrevistaron a Quique San Francisco y a ti en un canal de YouTube, en un tono distendido y relajado. Quique comentaba que, a pesar de haber hecho la mili con Franco, nunca se había sentido tan cohibido para expresar sus opiniones en público. ¿Qué opinas de la cultura de la cancelación?
R.: Pobre Quique…
Antes hablaba con un periodista, que nos ha hecho una entrevista en Radio Nacional, y resulta que en sus años de juventud fue DJ. Y hemos hecho una reflexión sobre varias cosas; entre ellas, le comentaba que en la segunda mitad de los 80 fuimos más libres que ahora. Respirábamos en el ambiente mayor libertad y nos daba igual lo que hiciera el de al lado: su ideología, lo que hacía en su vida privada, lo que dijera, etc. Había mucha más libertad y menos autocensura. La autocensura es un tema muy preocupante.
Entiendo lo que decía Quique porque, además, en nuestra profesión está mal visto ser de derechas o de centro. La mayor parte milita en la izquierda o en la extrema izquierda y está bien visto, es muy curioso. En este sentido, yo creo que mi profesión es dogmática y partidista. Ya lo he dicho en muchas ocasiones: no estoy de acuerdo con ellos.
He visto ceremonias de los Goya en los que se le ha montado un pollo impresionante al PP y, ante las animaladas que ha hecho el PSOE en España, no he visto nunca ni la más mínima crítica. Jamás he visto ni el menor reconocimiento por lo que hemos hecho otros por la cultura. Por poner un ejemplo, fuimos nosotros los que conseguimos la bajada del IVA cultural: Albert Rivera se lo impuso al PP y tiene que ver simplemente con qué partido fue quien lo consiguió. Si lo llegan a implementar el PSOE o Podemos, habrían montado una fiesta generalizada. En esto somos un sector parcial, dogmático, y lo hemos pagado: porque hay una parte importante de la ciudadanía que lo ha captado y se ha alejado de un sector que yo creo que es esencial: es un sector que crea mucha riqueza, mucho empleo, Marca España (o Francia, o EE.UU., etc.) en todo el mundo y es un valor añadido para el turismo o simplemente para la exportación de material importantísimo.
La gente se queda siempre con la imagen de que este tipo de personas dogmáticas que vemos en los Goya es un grupo de privilegiados, pero los privilegiados no representan apenas un 0’001% de los trabajadores de la industria del entretenimiento. Es un sector del que viven muchísimas familias y en el que el actor medio soporta un índice de más del 80% de paro.
La ansiedad y la depresión son unos estados en los que no estamos acostumbrados a tener herramientas para manejarnos. En este país hasta hace nada ir a un psicólogo era un tabú
P.: Las grandes plataformas (Netflix, HBO, Amazon, etc.), a través del big data, saben qué tipo de películas o series gustan o no gustan en función de lo que registran por parte de cada consumidor. Esto lo que hace es que se produzcan películas y series muy concretas, en función del tipo de consumidor. ¿Cómo afecta esto a la industria del entretenimiento en España? ¿Crees que esto afecta a la cultura común? En el sentido de que hay películas y series que hemos visto todos, y es una especie de patrimonio que todos compartimos.
R.: Yo creo que hay dos cosas. Como liberal, entiendo que el mercado funciona. De hecho, donde tenemos una industria del entretenimiento más robusta en este país es en la televisión. El cine ha sido durante mucho tiempo en España llevado de una forma contraria al mercado, porque no recibían subvenciones los mejores, precisamente, ni se premiaban como se debía los resultados en taquilla, de forma que no tenemos una industria del cine potente. Los mejores resultados que estamos consiguiendo en España son en la industria de la televisión, donde es el mercado lo que prima.
Pero también creo que en esta industria debe de haber un arte incómodo -como en el resto de las manifestaciones artísticas- que hay que promover de alguna manera. Históricamente esto lo han hecho hasta la Iglesia o los reyes; todo el mundo ha promovido siempre un arte incómodo que de alguna manera cuestionaba el poder. Si solamente premiamos al arte amable, al final nos cargaremos el arte. Y, de alguna manera, ha de haber una ayuda para ese arte. Pero yo creo que lo mejor que le puede pasar al cine es el mercado, orientarse al espectador. En ese sentido, el mercado por excelencia que sería el americano es tan bueno y potente que es capaz también de generar cine independiente, cuestionador y contra el poder. Ha generado tal cantidad de industria que también cabe ese arte.
P.: Pero, en la medida en que las grandes plataformas se están segmentando, ¿no se acaba con cierta cultura común a todos? Por ejemplo, muchas personas de mi edad para arriba vimos Siete vidas, en las que participaste, o Cuéntame, que va por la temporada 21.
R.: Bueno, pero todavía hay series de este tipo, más generalistas. Sin la aparición de las plataformas, todo este tipo de producciones de las que te he hablado no podrían existir, porque no podrían competir en prime time con películas o series de las que te he hablado. De esta forma, el espectador puede elegir mejor qué tipo de producción quiere consumir. Gracias a esa coexistencia, ahora existen apuestas muy arriesgadas que, de otra forma, no se podrían tener en pie.
P.: Las personas de 18 años para abajo parece que van a vivir en un mundo completamente virtual; no me estoy refiriendo al tema de las redes sociales, sino que se están creando mundos virtuales paralelos, donde cada usuario tiene un personaje que interactúa con los demás. En esos mundos se están creando activos económicos virtuales que tienen su equivalencia en productos de la vida real: se compran por mucho dinero obras de arte en ese mundo o territorios estratégicos (como terrenos que forman parte del equivalente virtual al circuito de coches de Mónaco). Se dice que esta nueva generación, en lugar de pedir dinero para comprarse unas zapatillas de marca para usar en la vida real, se las comprarán para este mundo virtual, porque es desde ahí donde construirán su imagen personal y social. ¿No sientes que esto, más que una brecha generacional, supone un abismo?
R.: Yo creo que sí, pero también pienso que eso nos pasó a nosotros con nuestros padres. Es cierto, la distancia de ahora es mucho más grande, pero también es cierto que los padres nos estamos poniendo al día -con nuestras dificultades- y que también vamos manejando la cultura digital de una forma u otra. En esto hay un equilibrio que hay que mantener, y que lo que hay que hacer de alguna manera es ayudarlos a que ellos vayan encontrando ese equilibrio. Yo, como todos los padres, me desespero a veces de verlos enganchados y llevo a cabo estrategias para que lo suelten y salgan a la calle, al campo o que se relacionen con sus amigos sin pantallas de por medio. Estamos todos en esa lucha, y tenemos que ir aprendiendo, porque es algo muy nuevo para nosotros.
El problema que tiene la tecnología no es únicamente que te hace desconectar en tu relación con tu pareja o con tus hijos, sino contigo mismo
P.: ¿Y el ejemplo?
R.: ¿A qué te refieres?
P.: A mí me ocurre que yo misma me distraigo con el móvil, delante de mis hijos, o de mi marido, y desconecto completamente.
R.: Sí, por supuesto que me ocurre con mis hijos. Pero no solamente me ocurre con ellos, sino conmigo mismo. El problema que tiene la tecnología no es únicamente que te hace desconectar en tu relación con tu pareja o con tus hijos, sino contigo mismo y sí, es un tema que yo tengo presente y quiero vigilarme. Lo importante es darse cuenta de que te está ocurriendo, porque ser consciente de ello es el único motor del cambio.
P.: Además del la COVID-19, las grandes pandemias del siglo XXI son la obesidad, el estrés, la ansiedad, la depresión y la soledad. ¿Qué causas crees que lo propician, y qué soluciones le verías?
R.: Son todas muy distintas, pero en cierto modo interconectadas. Algunas tienen que ver con lo que decíamos antes del manejo de las nuevas tecnologías. Hablábamos de la política que se está haciendo y de cómo ve el futuro la gente, especialmente los más jóvenes. Francamente, el panorama que tienen ellos lo veo mucho más complicado que el que afronté yo cuando tenía su edad.
La obesidad tiene también que ver con las nuevas tecnologías, que impide que los nanos tengan la actividad que teníamos nosotros a su edad. En mi niñez estábamos todo el puñetero día dando saltos y corriendo por ahí; y si hubiera tenido una cosa tan chula como es el teléfono me habría costado más. Está todo muy interconectado. La obesidad también tiene que ver con la baja capacidad adquisitiva: es más fácil engordar con cierto tipo de alimentos más baratos que si comes de otra manera.
Sobre la ansiedad y la depresión, opino que tiene que haber una gran tarea educativa en todo lo que tiene que ver con esto, porque la ansiedad y la depresión -y yo creo que todos hemos conocido alguna de ellas en algún momento- son unos estados en los que no estamos acostumbrados a tener herramientas para manejarnos. De hecho, en este país hasta hace nada ir a un psicólogo -y yo he hecho terapia durante tiempo- era un tabú, cuando en otros países eso está completamente normalizado.
Por un lado, hay cosas que tienen que ver con el horizonte laboral, otras que tienen que ver con la educación de nuestros hijos, la actividad física… Otras consisten en admitir que necesitamos ayuda de una segunda persona -o de una tercera, si estás hablando de problemas de pareja- para manejarnos con la ansiedad o la depresión, tener acceso a herramientas que nos ayuden a lidiar con todo esto; y para eso tenemos que afrontar uno de los problemas más importantes de España, que es la educación.
El panorama que tienen los jóvenes lo veo mucho más complicado que el que afronté yo cuando tenía su edad
P.: ¿Crees que estamos preparados para el sufrimiento? No me refiero al que implica inevitablemente la vida, sino a cosas que teníamos olvidadas, como las pandemias, o la alta mortalidad materno-infantil.
R.: Una cosa es el dolor, y otra el sufrimiento. Es muy complicado lidiar con determinadas cosas; y te lo dice alguien que ha tenido que enfrentarse a una de las peores que le puede pasar a alguien en la vida. Yo tuve grandísimas dificultades para lidiar con aquello y necesité ayuda. Yo creo que es algo para lo que nadie está preparado. Es cierto que es muy complicado manejar el dolor, y también el sufrimiento. El sufrimiento es un dolor que se repite constantemente y del que no conseguimos salir.
Lo que yo aprendí -y lo digo con toda humildad, porque no soy quién para decirle nada a nadie que pase por algo así- es que ante el dolor hay dos estrategias humanas. Una es sumergirte en él y no salir y revolcarte. Otra es huir de él y distraerte. Las dos son peligrosas. Distrayéndote y no viviéndolo lo vas a acabar arrastrando y de alguna forma te golpeará. Y, sin salir de él, también vas a ver anulada tu capacidad para vivir, para disfrutar de la experiencia de la vida, que yo creo que es algo que no hay que perder nunca de vista. Al final, como todo, siempre es el caminito del medio. No puedo huir del dolor, debo sentirlo, debo acogerlo, debo pasarlo fatal para, poco a poco, ir superándolo y atravesándolo. Sabiendo que es una mochila que voy a llevar siempre en la espalda: a mí todavía me ocurre en determinados momentos, sin saber por qué -a veces es conduciendo, otras viendo una película, o a veces no sé por qué- que empiezo a notar un estrés y de repente tengo que parar, escaparme una tarde, empezar a ver y que de repente salga el dolor. El dolor va a estar ahí, para toda la vida, y hay que ir aprendiendo a saber cómo lidiar con ello.
P.: Por último, te recuerdo que la última pregunta no la hago yo, sino mi hijo de 7 años.Te vio cantando en Mask Singer y se quedó fascinado. Así qué quiere saber cómo puede hacer para aprender a cantar como tú. También quiere preguntarte cuándo podrá volver a estar con sus abuelos (yo soy de Valencia, pero vivo en Navarra con mi marido y mis hijos).
R.: Yo quisiera, Manuel, que estuvieras con tus abuelos ya. De hecho, si a tus abuelos los vacunan deberían poder visitarte en cualquier momento. Por desgracia, no sé lo que harán los de Navarra, ni lo que hará el presidente Ximo Puig, espero que los puedas ver pronto. Fíjate, lo estoy viviendo con mi papá, así que te entiendo muy bien. Tengo a mi papá que lo veo cuando paso por su calle y le pido que se asome al balcón: no he podido darle un abrazo desde hace mucho tiempo.
Para cantar muy bien, lo que tienes que hacer es escuchar mucha música, bailar como si nadie te viera y cantar como si nadie te escuchara. No te cortes, es algo que yo hice de pequeño. Si te gusta cantar, canta todo lo que puedas, en cualquier momento. Y no confundirte: que te guste cantar no tiene que ver con que tengas que ser cantante de mayor. Yo soy político, aunque he sido actor durante mucho tiempo y lo que hago es cantar en la ducha o con algún amigo; y lo disfruto muchísimo. Así que, si te gusta, lánzate y, sobre todo, aprende. En todo, en la música también, cualquier persona que sepa te puede enseñar mucho.
P.: Eso es todo, muchas gracias por atenderme bajo estas circunstancias, has sido muy generoso.
R.: No, gracias a ti, siento que me hayas pillado en medio de todo este lío…
El portavoz parlamentario de Vox lamenta la postura de algunos medios de comunicación y afirma que «con Vox se está produciendo un fenómeno que yo creo que no se producía desde hace mucho tiempo, y es que los jóvenes se interesan por lo que estamos diciendo».
El intelectual Agustín Laje afirma que «el problema no son ni las fake news ni los supuestos ‘discursos de odio’, sino que la derecha ha estado ganando la batalla cultural en Internet, y ahora quieren ponerle un freno a esta suerte de ‘guerra de guerrillas digital’ que se ha emprendido».