Carlos Gregorio Hernández | 16 de junio de 2019
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El año en que comenzó la Primera Guerra Mundial, 1914, el mundo vivió una serie de cambios que cambiaron la historia para siempre. Sobre esa idea desarrolla su último libro Antonio López Vega, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid y director del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset.
El Debate de la Historia, pódcast de eldebatedehoy.es, recibió la visita del autor de 1914. El año que cambió la historia para entablar una conversación sobre asuntos como el nacionalismo, el movimiento obrero o el nuevo tipo de guerra desarrollado a partir de este conflicto. A continuación puedes leer un extracto de la entrevista.
Carlos Gregorio Hernández: ¿Cómo podemos entender el preámbulo de la guerra? ¿Cómo llegamos a 1914? ¿Un mundo que se rompe desde sus raíces ilustradas o un mundo feliz y en el súmun del progreso técnico y científico?
Antonio López Vega: Yo tomo como referencia a Stefan Zweig. Entre 1900 y 1914 asistimos a un avance en todo orden de cosas. Desde los medios de comunicación a los transportes, hay una democratización del entretenimiento. Hay una explosión entre 1900 y 1914, lo que Philip Bloom llamaría Años de vértigo. El mundo cambia de una manera muy radical, algo solo comparable a lo que hemos sufrido al inicio del siglo XXI en términos de lo que suponen las mentalidades colectivas.
Algo que refleja bien esos cambios es la proliferación de sanatorios mentales por toda Europa. Surgen enfermedades como el estrés, la enfermedad de la prisa. Hay enfermedades de tipo histórico, de las que tenemos descripciones desde algún determinado momento. Decía Juan José López Ibor, psiquiatra de reconocido prestigio, que antes de 1800 no hay desdoblamiento del yo porque no hay un yo. Solo con el individualismo, el romanticismo y la sociedad liberal empezamos a ver descripciones de esquizofrenia, porque no puede haber desdoblamiento del yo si no hay yo.
C.G.H.: ¿Es el nacionalismo la gran causa de la Primera Guerra Mundial?
A.L.V.: Preguntar a un liberal como yo por el nacionalismo… los pelos como escarpias (ríe), no hay nada que me provoque más preocupación. Y cuando digo nacionalismo hago hincapié en el “-ismo”, que es esa inflamación excesiva del sentimiento nacional que, entiendo, está bien en unas pautas moderadas, pero que a lo largo del siglo XX nos ha traído algunos de los mayores horrores que hemos visto en la historia de la humanidad. Sin duda, Alemania y su concepto de nación tuvieron mucho que ver con las dos Guerras Mundiales.
He reflexionado mucho sobre la nación, en parte gracias a mi maestro Juan Pablo Fusi, que también es uno de los grandes historiadores que han tratado el nacionalismo, y mi sensación es que este es el tema más complejo de la historia contemporánea. Quizá lo más interesante es la conformación de esas identidades colectivas y cómo se utiliza para afirmarse frente al otro, y eso nos lleva a todo el siglo XX. La nación frente a la otredad, la nación como elemento uniformador, la nación como elemento de exclusión… por tanto, lo malo del nacionalismo está en su elemento frente al otro.
El movimiento obrero legó a la historia de la humanidad una serie de reivindicaciones que nos han dejado derechos maravillososAntonio López Vega
C.G.H.: Europa llega a dominar el mundo partiendo del nacionalismo y el imperialismo. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la idea de los europeos es que ese nacionalismo es la razón de su postración y de ahí el nacimiento de la Unión Europea. ¿Cómo equilibrar el nacionalismo que gesta la Europa determinante y el nacionalismo que es causa de la división y el fracaso de aquella Europa?
A.L.V.: La Europa que sale del Congreso de Viena de 1815 responde a un nacionalismo legalista, emana de las constituciones y de una ley que crea la nación. Y ahí tenemos las Cortes de Cádiz, el Código napoleónico, etc. La problemática está en la cultura y en la voluntad de ser. ¿Qué es Europa? ¿Cuál es el proyecto de vida común a la Unión Europea? ¿Qué me une a mí a un finlandés?
Recuerdo una discusión, en el contexto de la elaboración de la fallida Constitución Europea, en el que se hablaba de la posibilidad de que Turquía fuese parte de la Unión Europea. De aquella reflexión salió que, al final, Europa es Estado de derecho, liberal, social y democrático. Habría que preguntarse si en todos los países se cumplen estas máximas, y quizá esté aquí la gran crisis… que podemos enlazar con las naciones de 1815. Cuando eso se quiebra, entra en crisis el modelo supranacional.
C.G.H.: ¿Fue el movimiento obrero la gran causa de tensión frente al nacionalismo?
A.L.V.: El movimiento obrero legó a la historia de la humanidad una serie de reivindicaciones que nos han dejado derechos maravillosos. Otra cosa es que hubiera dos alas, el ala revolucionaria, que optó en sus grados extremos por la violencia, y el ala gradual reformista, que vinculamos al Partido Laborista británico de 1906, a Jean Jode y la idea de hibridar la tradición humanista individualista con la defensa de los trabajadores, etc.
Es en 1914 cuando surgen los derechos a la huelga, la reducción de la jornada laboral, la supresión del trabajo infantil y femenino en determinadas condiciones; en 1920 se crea el primer Ministerio de Trabajo en España, los movimientos católicos sociales… hay una tradición muy positiva del movimiento obrero que introdujo una ambición de una mayor justicia social. Esta, hibridada con la tradición liberal de los Ortegas, Azañas y demás, legará la idea de Estado de bienestar, la socialdemocracia…
C.G.H.: ¿Cambia la guerra en 1914? ¿Es el nacimiento de la guerra industrial, cuando se usa la química, se asesinan civiles…?
A.L.V.: Hay antecedentes, como la guerra franco-prusiana, pero hay un cierto consenso en señalar la de 1914 como la primera gran guerra. Es el primer conflicto en el que no tienes que ver a la persona que matas. Hay muy pocas personas que sepan lo que está pasando, aquí estás metido en las trincheras y no sabes… y de ahí la desesperación y las crisis neuróticas. Se invierten las víctimas, se pasa de un tercio de las víctimas civiles en las guerras anteriores a dos tercios de civiles frente a los soldados. Eso es algo que ya será común en las guerras del siglo XX, lo que algunos llaman capciosamente “daños colaterales”.
Uno de los símbolos de la Guerra Fría que cayó de forma inesperada.