José María Sánchez Galera | 17 de mayo de 2021
José Antonio Martín ‘Petón’, consejero delegado de Bahía Internacional, agencia de representación de futbolistas, explica la esencia de esta profesión: «Un representante tiene que ser un psicólogo, un confesor, a veces casi un policía que acompañe vigilando los pasos… y un padre».
Habla con una convicción fluida que tiene más de entusiasmo, de ojos refulgentes, que de contundencia incontestable. Su voz suena como una navaja afilada que afeita y apura sin cortar. Como una entrada recia al balón que no roza la piel del contrario. Ha visto mucho fútbol y, sobre todo, lo ha vivido. Se vistió de corto en el césped, marcó sus goles, ha representado a jugadores como Fernando Torres, es accionista del Huesca, departe en tertulias como la de Josep Pedrerol, y ama al Atleti sin tener que enfundarse bufandas ni ponerse tatuajes. Recita las alineaciones añejas del club del viejo Metropolitano y del Manzanares, como si fuese un niño repasando aquellos cromos de cartón y vestido del SEPU. Ha publicado libros de fútbol y de vida, como El hombre al que Kipling dijo sí (Barbarroja, 2005), La desesperación del té (Pre-Textos, 2008), El fútbol tiene música (Córner, 2011). Estas son algunas pistas de José Antonio Martín Otín —madrileño de Castillo de Lerés (Huesca), como él se define—, al que de pequeño llamaban ‘Pepetón’, hipocorístico que una tía suya acortó a ‘Petón’.
Pregunta: Probablemente, seas uno de los personajes ligados al fútbol con mayor número de facetas: jugador, representante de jugadores, accionista de un club, destacado hincha del Atlético, comentarista, has escrito varios libros…
Respuesta: Hace poco recordaba con unos amigos a un antiguo jugador que se llama Onésimo. Era un virguero, un extremo habilidoso, un león. Era el más rápido, muy vivo, graciosísimo, un showman. Y ahora es empresario vitivinícola, tiene una hija que es influencer, también ha escrito… Te pones a buscar en el fútbol español gente de este perfil y te encuentras a unos cuantos que sobrepasan la veintena tranquilamente. Excuso hablarte de Miguel Pardeza.
Pregunta: Pardeza, doctor en Filología y miembro de la Quinta del Buitre. Algo más usual hace una generación, pero una combinación que hoy apenas se da.
Respuesta: Quizá sí, creo que hay muy poco universitario ahora mismo. Los hay, conozco futbolistas actuales que están en la universidad. Pero en mi generación había bastantes. En la Quinta del Buitre había dos o tres, como Sanchís, Miguel y Emilio. Se daba más, es cierto. También la profesionalización pasa ahora por unas rutinas que someten mucho al futbolista, empezando por las redes sociales, por ejemplo, que les proporcionan unas contraprestaciones fuera de lo meramente futbolístico, y les acaban exigiendo más de la cuenta. Y se convierten en una especie de modas perniciosas. Hay futbolistas que tienen como primer objetivo ganar mucho dinero, y no formarse. Yo creo que en el mundo del fútbol había antes una contemplación del alma más honda de la que se ve hoy.
En la Quinta del Buitre había dos o tres universitarios, como Manolo Sanchís, Miguel Pardeza y Emilio Butragueño
P.: En las canteras de equipos como el Madrid, el Atlético o el Barcelona, antes, con menos medios, parece que se esmeraban en dar a los chicos una formación humana integral…
R.: Integral sería un poco excesivo, pero pienso en la generación anterior a la mía, cuando estaban Miguel Ángel Ruiz, que fue campeón con el Atlético de Madrid, o Magdaleno, por ejemplo. En aquella época, el Madrid tenía un convenio con un colegio que se llamaba Chamartín, que no es El Recuerdo, sino uno que estaba cerca, adonde iban sus jugadores. Ahora el convenio lo tiene con el San Estanislao de Kostka, y el Atlético de Madrid con el Colegio Amanecer, que, según la clasificación de El Mundo, es uno de los diez mejores de España. El Villarreal lo ha desarrollado muchísimo con sus propios docentes y en la propia residencia. Tiene convenios con institutos de bachillerato en Villarreal; lo mismo el Barça. Hoy los clubes siguen igual de preocupados en este aspecto que hace una generación, pero hasta que los chicos terminan el bachiller. A partir de ahí y cuando se profesionalizan, la formación pasa a segundo plano. Si a un chico de dieciséis años lo llaman al primer equipo, ya te digo que los estudios dejan de ser la segunda exigencia tan cercana a la primera, y se olvidan. Lo he visto.
P.: ¿Y quién le dice a un chaval que se ha criado en la cantera que lo suyo no es el fútbol o, en todo caso, no el fútbol de élite? Que no va a ser un Zidane o un Torres, sino que va a jugar, como mucho, en Segunda o Tercera.
R.: Eso es terrible. Pero tampoco se es tan radical. He visto casos de patito feo que se convierte en cisne con veinte años. Hay uno ahora en Osasuna que es un buen ejemplo, Moncayola, al que ceden con dieciocho años a un equipo de Tercera División de Navarra. Esa misma temporada vuelve al filial, la rompe, al año siguiente sube al primer equipo y ahora es internacional sub-21 y es el mejor jugador de Osasuna. Y hace dos años no valía para el filial. De modo que también se producen errores, y hay que medir mucho. A mí me ha tocado trasladar el criterio de un club, no el mío, y decir a un chico: «Tú no puedes jugar más que en Segunda B». Un caso es el de Javi Jiménez; a mí me llama Vicente del Bosque, que era coordinador de la cantera del Madrid, y me dice —con todo el cariño, porque adoraba al jugador, personalmente lo quería muchísimo—: «Sabes lo que quiero a Javi, ha sido jugador mío en el Madrid C, y me parece que es un compendio de valores, un chico que trabaja, que juega al fútbol, que se sacrifica por su familia, es buena gente…». Efectivamente, lo estaba retratando en lo humano. Y sigue Vicente: «Pero creo que nunca podrá ser futbolista más allá de Segunda B». Pues a final de temporada ficha por el Getafe y, después de la pretemporada entrenando con ellos en Segunda División, la rompe. ¡Pero no sabes cómo! Hay un partido contra Atleti B en el Cerro del Espino en que destroza al rival. Porque este era un robador. Era un tipo de jugador que es más difícil de ver; y este era grande, algo desgarbado, pero con una capacidad brutal para quitar el balón al contrario y mantener un ritmo alto de partido. Uno de esos jugadores necesarios en cualquier equipo. Duró media temporada y lo fichó el Valladolid. Se estaba saliendo, era jugador para un equipo grande, por un camino distinto del que el Madrid había elegido. Pero… ¿qué sucedió? Que había tenido una operación de menisco cuando estaba en el Madrid. Hubo una generación de jugadores operados de menisco —entre ellos Álvaro Benito, extraordinario extremo izquierda— que no sé por qué, o qué tipo de operación, terminaron su carrera siendo muy jóvenes, por culpa del cartílago. Esto le pasó a Javi y entonces, en el Valladolid, tuvo que interrumpir su carrera. Pero su caso ya había sido un claro error y, si yo le hubiera trasladado bruscamente —con el mejor de los afanes, con la mejor de las intenciones— lo que me había dicho Del Bosque, lo más probable es que le habríamos causado tanta pesadumbre que lo habríamos eliminado del fútbol. O sea, que se puede decir la verdad, dejando una puerta abierta a la esperanza. Le dije: «El Madrid no te quiere, no tiene confianza en ti, cree no eres un jugador de futuro, pero me parece que todavía podemos intentarlo». Me dijo que sí y ganamos. Cuesta mucho decirlo y cuesta mucho más escucharlo.
En el mundo del fútbol había antes una contemplación del alma más honda de la que se ve hoy
P.: Ya no eres representante.
R.: Gracias a Dios, hace once o doce años que ya no tengo nada que ver con esta profesión y me ahorro todo lo que supone. Empezando por las presiones de los papás. Comentábamos lo que cuesta decirle eso a un niño, pero imagina lo que cuesta decírselo a los padres, que son mucho más radicales que los hijos. Lo entienden todo peor y muchas veces son un hándicap. Porque ven en el hijo lo que ellos no han podido ser, y se da una traslación enfermiza, y también porque, en el peor de los casos, ven que puede ser una solución económica para toda esa familia que no tiene medios. La carga sobre el chaval es tremenda.
P.: Visto así, ¿el representante de futbolistas ejerce de tutor, de mentor, o muchas veces es un mero comercial?
R.: Mentor es una palabra muy bonita, muy española. Porque esa persona que está al lado de un jugador debe acompañarlo muchas veces; y más, sobre todo, en esa etapa de crecimiento, de final de la etapa juvenil y comienzo del profesionalismo. Es cuando surgen dificultades derivadas del propio crecimiento de la persona, y cuando se entra en un mundo nuevo. Tienes que ser un psicólogo, un confesor, a veces casi un policía que acompañe vigilando los pasos… y un padre. Todo eso tienes que serlo a la vez.
Si a un chico de dieciséis años lo llaman al primer equipo, los estudios se olvidan
P.: Policía… Porque a un chico de diecisiete años le dices: «No te quiere el Madrid, así que vamos a intentarlo por otra vía», pero uno de veinte años que triunfa, y que empieza a ganar dinero, te abre otro frente, porque es muy difícil que con esa edad no pierda la cabeza.
R.: Eso es tremendo, porque la llegada de las primeras grandes cantidades enloquece a alguna gente. Y hay chicos que tienen ocho coches en el garaje; yo lo he visto. Hablamos de una insaciabilidad, de una estupidez, de una falta de formación… Todo esto tiene muchísimo que ver con la potencia de los valores adquiridos de la familia. Eso es importantísimo. Y tú, como representante del chaval, tienes que intentar suplir. Y, cuando hablaba de ese policía bueno que «acompaña», metafóricamente, me refería a que debe vigilar que no la pifie en las redes sociales, que es una propensión enorme. Vigilar que no tenga comportamientos ajenos a los que debe tener un profesional del fútbol, que no haga comentarios que se le vuelvan en contra el día de mañana. Sergi Guardiola, jugador del Valladolid, fichó por el Barça, pero hubo que romper el contrato porque le sacaron un comentario en Twitter de cuando el pobre tenía quince años. Yo doy conferencias en la universidad, y a los chavales les digo que, si son periodistas, necesitan una asignatura sobre redes sociales. Es algo que yo reclamo. Y, de igual modo, también es conveniente que a los jugadores jóvenes se les vigile, pero que sea cada cual, conociendo cómo se funciona en las redes, quien se vigile a sí mismo. Es importante que desde muy pronto tengan conciencia de futuro, que sean conscientes de que las redes sociales van a ser un arma contra ellos si la han pifiado. Si quieres ser profesional del fútbol, no escribas cosas de las que te vayas a arrepentir el día de mañana. Y, si quieres ser periodista, tampoco.
P.: Los chicos que guardan ocho coches en el garaje tienen veinte o veintidós años, no treinta.
R.: No, no, con treinta años, si has ganado 400 millones de euros —sé de alguno—, puedes invertir en coches; yo lo he visto. Invierten en un Tesla de la primera hornada. Conozco a uno que compró dos Teslas. Le dije: «¿Para qué quieres dos Teslas?». Y me dice: «Porque este coche es de primera generación, lo guardo, y dentro de diez años va a valer diez veces más». Hay gente que eso lo aplica bien, pero porque ya tiene más de treinta años. Saben lo que hacen. No tienen esas cosas por capricho y, si es por capricho, entonces es que poseen 400 o 500 millones de euros, como Cristiano, que dispone de una flota de cincuenta coches. Pero hay jugadores, de Primera o Segunda, que han ganado quince millones de euros a lo largo de su carrera, y con eso deben vivir cómodamente el resto de su vida. Otra cosa que pasa en el fútbol es que quien te ha acompañado como tu pareja durante ese tiempo un día decide quedarse con la mitad de lo ganado, y te abandona.
Cuesta mucho decirle a un chaval que él no es jugador para un gran equipo, y cuesta mucho más escucharlo
P.: Bastantes futbolistas, a los pocos años de colgar las botas, están completamente arruinados. Jugadores que fueron famosos, convertidos en pedigüeños.
R.: Cuento en un libro, El fútbol tiene música, la historia de Canito, un central del Espanyol, del Barcelona, del Real Betis, de la Selección, campeón de una Copa del Rey… Terminó durmiendo en los bancos de Barcelona cubierto con un periódico y, al final, víctima de una sobredosis. Es el mismo tío que solo seis años antes se paseaba por la Diagonal con un abrigo de astracán, un sombrero borsalino y un gran danés al que llevaba con una correa de cincuenta metros. Era el mismo.
P.: Toda esta dinámica de mucho dinero y no saber gestionarlo también afecta a los clubes.
R.: Ese es el origen de la Superliga. El Real Madrid y el Barcelona, en lugar de enfrentarse a la UEFA y a la FIFA a la cara, y decirles: «Aquí hay una serie de clubes Estado que están perturbando la competición», resulta que tienen relación con los Estados dueños de esos clubes, y no les interesa llevarse mal con ellos. Fíjate cuáles han sido sus patrocinadores en los últimos años. Y lo que pasa es que Madrid y Barça enloquecen en una carrera absurda a ver quién tiene mejores equipos midiéndose con los clubes Estado. Pero siempre te van a ganar los clubes Estado. ¿Y al final qué deciden? Deciden que el reparto que, por ejemplo, hay en la Liga española es injusto, y que ellos tienen que cobrar mucho más y que los demás cobren mucho menos. Y ese es el origen de la Superliga: más pasta. No me extraña que incluso L’Osservatore romano le dedicara un editorial muy duro.
Los padres ven en el hijo lo que ellos no han podido ser, y, en el peor de los casos, ven que puede ser una solución económica
P.: ¿Recuerda esto a lo que pasó en los años 90, cuando todos los clubes se convirtieron en sociedades anónimas deportivas, excepto Athletic Club, F.C. Barcelona, Real Madrid y Osasuna?
R.: Sería bueno que se hablara de las maniobras políticas que hubo y que lograron que el club bilbaíno pudiera eludir su transformación en sociedad anónima deportiva. Sería bueno saber también cómo el Madrid y el Barcelona —¡clubes quebrados, los dos, quebrados en ese momento!— no se sometieron a una ley que perjudicaba a todas las demás sociedades anónimas deportivas. Y solamente el Club Atlético Osasuna, de un señor genial que se llamaba Fermín Ezcurra, que llevaba la contabilidad con su libretica de hule, podía acogerse de verdad a la exención. Todos los demás tuvieron una intermediación. Es una de las páginas más negras, más oscuras, más repugnantes de la historia del deporte español y de la política.
P.: Por aquellos años hubo un jugador, desconocido por sus méritos deportivos, un belga de segunda o tercera fila, que cambió el fútbol para siempre.
R.: El cambio a sociedades anónimas deportivas sucedió unos años antes que Bosman. Pero, al final, en una Unión Europea, con Bosman o sin Bosman, eso habría terminado del mismo modo. Porque no puede haber restricciones entre países de una misma comunidad como la Unión Europea. Porque no puede ser que un portugués no pueda jugar en Bélgica. No puede ser, es absurdo. Y por eso ahora, entre los 27 países, hay un «tráfico» de jugadores.
P.: ¿Te gustaría que el Atlético tomara algo de eso que se llama la «filosofía del Athletic», esa reverencia por la cantera? Aunque ahora el Atleti ha alcanzado una pujanza que no tenía desde los años 70, y en gran medida gracias a un extranjero como Simeone, que encarna a la perfección lo que significa ser un «colchonero».
R.: El Atlético ha tenido jugadores extranjeros desde muy pronto, como todos los clubes españoles. También hubo ingleses en el Athletic Club de Bilbao, y un entrenador como míster Pentland al frente de la formación. Pero es verdad que eligió luego una filosofía que es admirable. Yo estoy muy contento con que el Atlético Madrid haya tenido jugadores foráneos, junto a los ídolos nacionales —para mí, inolvidables y maravillosos; el equipo que más recuerdo del Atlético de Madrid no tenía extranjeros, y era Rodri, Melo, Jayo, Calleja, Adelardo, Iglesias, Ufarte, Luis, Gárate, Irureta y Alberto, campeón de Liga en la temporada 1969/1970, con Marcel Domingo como entrenador. Pero no renuncio a idolatrar a Larbi Ben Barek, a Henry Carlsson, al propio Marcel Domingo —aunque hijo de españoles— como portero de aquel equipo que nos hizo campeones en la 49/50 y en la 50/51. Y adoro a Luis Pereira, a Leivinha, a ‘Ratón’ Ayala, a Heredia y a Panadero… Y muero por Paolo Futre, y por Alemão, y por Dirceu, y por Bernardo Schuster… Son futbolistas inescindibles de la historia del Atlético de Madrid y a mí me parece bien.
Padres obsesionados por ganar, entrenadores que creen jugar en el Bernabéu… el deporte infantil puede convertirse en fuente de estrés y decepción para los niños si la educación y la diversión pasan a un segundo plano.
El capitán del Real Madrid de Baloncesto es el jugador que más partidos ha disputado en la Liga Endesa, superando a Rafa Jofresa (756 partidos). Su liderazgo no se demuestra solo en la cancha, abandera multitud de proyectos infantiles con fines solidarios.