Con una curiosa génesis en medios sociales, Trotalibros es un sello que pretende convertirse en punto de encuentro abierto a lectores de todo tipo. Publica, con mimo y pasión, una cuidada selección de títulos. «Preferimos libros que ya no se encuentran o que pasaron inadvertidos en su día», confiesa su editor.
Joven, radicalmente independiente y especializada en recuperar obras fundamentales de la literatura universal injustamente olvidadas. Así se define Trotalibros, un proyecto nacido hace nueve años a partir el blog de reseñas literarias de Jan Arimany, entonces estudiante de Derecho, que identifica el interminable viaje de los lectores con el de los trotamundos.
En el año 2021, en plena pandemia, se reinventó como editorial con la publicación de La guardia, de Nikos Kavadías. Un arriesgado proyecto que ha triunfado a pesar de haber nacido en una época difícil para todos.
Youtuber, bookstagrammer… El fundador del sello se define como un explorador de libros. «He querido trasladar la filosofía de intercambio a la editorial», afirma.
Pregunta: ¿A quién se le ocurre poner en marcha una editorial en medio de la que está cayendo?
Respuesta: Podría decir que soy muy valiente, que soy un loco, pero lo cierto es que cuando llegó el coronavirus ya estaba metido de lleno en la creación de Trotalibros. Ya había adquirido los derechos de La guardia y de El palacio de hielo, y aunque siempre podía haberlo parado, no lo hice y no me arrepiento para nada.
Pregunta: ¿Incluso cuando llegó el confinamiento?
Respuesta: Es verdad que en los primeros momentos del confinamiento todos dijimos: «Ya está, esto está perdido», porque tenemos la sensación de que el sector del libro es débil por naturaleza, y el coronavirus iba a causar su destrucción final. Y lo cierto es que, para nuestra sorpresa, después de las primeras semanas de series y películas en Netflix, muchísima gente volvió a reconectar con la lectura. De momento, ha ido muy bien el proyecto.
P.: Su labor en el sector de la cultura, la literatura, los libros, es anterior a la fundación de la editorial, tanto como editor como divulgador. Es youtuber, bookstagrammer… De hecho, ‘Trotalibros’ es el nombre de su perfil en estas redes. ¿De dónde viene su amor por los libros?
R.: Soy un apasionado de los libros desde niño, desde que tengo memoria. Creé mi primer blog de literatura en 2012, cuando empecé a estudiar Derecho en Barcelona. La carrera exigía muchas horas de estudio y tenía miedo de perder mi pasión por la lectura. La forma de seguir leyendo, de forzarme a encontrar el momento de leer, fue compartir mi opinión sobre mis lecturas en un blog. Esto fue creciendo, incluso cuando me colegié y empecé a trabajar como abogado. Me interesé cada vez más por la línea editorial de los diferentes sellos, sus procesos de publicación, me trasladé a Londres para estudiar un Máster en Edición, y cada vez visualizaba más el oficio de editor. Todo el mundo sabe que los editores existen, pero muy poca gente los visualiza.
Todo el mundo sabe que los editores existen, pero muy poca gente los visualiza
P.: El logo de Trotalibros es un faro, ¿quizá por Virgina Woolf y Al faro, escritora y libro que abanderaron la presentación del sello en diciembre?
R.: En realidad, tiene muchas interpretaciones. Una es Al faro, otra es la anécdota personal de que empecé a leer bajo un faro. También me gustaba la idea de una editorial en los Pirineos representada por un faro, es decir, volar lejos desde aquí a la costa. Después, la figura del faro es muy literaria, como centinela del mundo conocido, el mar como ente mitológico y el faro como la última barrera. En el logo también hay un guiño a una historia muy importante para mí, El Principito, en la representación de su sombrero en la cima del faro.
P.: Seguimos con los nombres y su sentido. Trotalibros comienza con una sola colección, «Piteas», ¿quizá por el navegante y explorador griego?
R.: Quiero que cada colección lleve el nombre de un explorador. Para mí la literatura es volar lejos, descubrir nuevos mundos, y esto lo encarnan los exploradores. Como esta primera colección es para recuperar libros injustamente olvidados, me he ido a los primeros exploradores. En este sentido, Piteas, como figura excepcional, pero también olvidada, era la elección idónea. Descubrió España, descubrió lo que hoy es Reino Unido, fue la primera persona en cruzar las columnas de Hércules. Además, el buque donde se desarrolla nuestra primera publicación, La guardia, se llama Piteas. Y en la última, Canción del ocaso, se menciona el recuerdo de Piteas desde la perspectiva escocesa. No ha sido nada buscado, pero Piteas ha aparecido en los primeros libros de la editorial tras la decisión.
Quiero que cada colección lleve el nombre de un explorador. Para mí la literatura es descubrir nuevos mundos, esto lo encarnan los exploradores
P.: En esta aventura de exploración quieren recuperar en español imprescindibles de la literatura extranjera olvidados, descatalogados, inéditos. Con toda la magnitud de la empresa editorial en España, ¿todavía quedan libros de este tipo sin publicar en español?
R.: Sí cuesta encontrar libros que nunca hayan sido traducidos al castellano, porque el castellano incluye toda América Latina y hablamos de un mercado muy grande con innumerables editoriales históricas o actuales. Pero noto que hay una obsesión por lo inédito, por lo nunca publicado, que deja de lado títulos que a lo mejor fueron publicados en 1940, pero que hace años que son imposibles de encontrar, ni siquiera en las librerías de segunda mano. Estos libros a los que el lector de hoy no puede acceder ya, aunque fueron publicados en algún momento, son los que nos interesan. Preferimos uno de estos libros que ya no se encuentran o pasaron inadvertidos en su día, a otros que nunca hayan sido traducidos, pero que no tienen la calidad suficiente. En la obsesión por encontrar lo inédito, muchas obras geniales caen en el olvido. Vale mucho la pena rescatarlas para el lector contemporáneo.
P.: En su web proponen a los lectores que sugieran estos libros injustamente olvidados, ¿funciona?
R.: He querido trasladar la filosofía de intercambio a la editorial. Parece que las editoriales son cerradas, opacas, publican libros que ellas creen que valen la pena. He querido cambiar esta idea abriendo un buzón en la web para que los lectores puedan proponer libros que ellos conocen, creen que son injustamente olvidados y que valdría mucho la pena que volvieran a las librerías. En el caso de que salga publicada su sugerencia, hay un lugar para mencionarlos en los agradecimientos.
P.: ¿Cómo es ese diálogo con los lectores?
R.: Queremos trasladar la filosofía de mi canal booktube a la editorial. Hasta hace muy poco, las relaciones entre el editor y el lector pasaban por el librero. Internet nos ha dado la oportunidad de un diálogo directo entre editor y lector. Yo hago vídeos explicando el proceso de edición y doy mi opinión sobre cada libro. Tengo un club, Macondo Club Literario, en el que hacemos análisis de las obras, memes, bromas… Vivimos la literatura como algo complejo, pero también divertido. Me gustaría que el club fuera un punto de encuentro para los lectores y para hacer lecturas conjuntas a través de internet. Mi intención es encontrar más puntos debate y hacer de la literatura algo social, porque así los libros y la experiencia lectora crecen mucho.
Internet nos ha dado la oportunidad de un diálogo directo entre editor y lector
P.: No quiere recuperar estos libros de cualquier manera, sino hacerlo para dar a luz la edición perfecta, definitiva de estos títulos. ¿Cómo es el proceso de edición cuando aspiras a algo así?
R.: Siento una gran responsabilidad. Quiero hacer una edición que esté a la altura de cada historia. Por ejemplo, volviendo a hablar de La Guardia, que llevaba tiempo descatalogado, quise dar una segunda oportunidad a este libro. Tenía muy claro que debía ser en tapa dura. Todo el mundo intentó que cambiara de opinión, pero para mí el formato es una manera de transmitir un mensaje. Quiero una edición definitiva, de coleccionista, elegante, que sea siempre la recordada. El hecho de que sea en tapa dura te da más la idea de que es una edición para guardar, no para leer y tirar.
En cuanto a proceso editorial, es básicamente este: descubrir el libro y, una vez que se tienen los derechos adquiridos, trabajar mucho en el diseño. Hemos apostado por un diseño uniforme, aunque con unas peculiaridades que hace único cada libro. Por ejemplo, el elemento que se repite en la cubierta y el color de fondo. Luego ya es un trabajo completamente bilateral. Me reúno cada semana con los diseñadores, que son unos cracs, y poco a poco, en un diálogo constante entre editor y diseñadores, vamos afinando el diseño que, aunque pueda parecer un poco minimalista, está todo pensado, hasta la tipografía. En el momento de crear la editorial, estuvimos más de un mes parados, porque yo quería que fuera única. Estoy un poco obsesionado con las tipografías y no me gustaba que fuera plana, que no te sorprendiera, sino elegante, muy fácil de leer, pero también identificativa. Dimos con esa, pero fue una de las cosas del diseño que más nos costó encontrar.
Luego, cada edición lleva la nota del editor en esas páginas finales que me reservo para el diálogo directo con el lector. De una forma muy íntima y personal, comento no cómo se debe interpretar el libro, sino cómo me sentí al leer ese libro y, sobre todo, argumento por qué creo que merece una segunda oportunidad, volver a las librerías. También es muy importante que el nombre del traductor esté en cubierta, con su biografía, porque para mí en cierta manera es coautor de la obra. Y que haya un colofón con los nombres propios de los implicados: autores, diseñadores, ilustradores, correctores, trabajadores de la distribuidora… Toda la gente que ha hecho posible el libro.
P.: Y en cuanto a la distribución y venta de ejemplares, ¿cómo logra una editorial joven como Trotalibros abrirse paso?
R.: Contacté con la distribuidora y me recibieron muy bien, me dieron la oportunidad de ir allí a exponerles mi proyecto, de la misma forma que lo estoy haciendo en esta entrevista, y me dijeron que sonaba muy bien y que creían que podía funcionar. Hay barreras, sobre todo porque cuando empiezas un proyecto normalmente el distribuidor te exige que tengas casi el primer año cerrado en cuanto a derechos. La primera pregunta que te hacen las agencias literarias cuando te interesas por unos derechos es con qué distribuidora trabajas. Así que estás como cuando buscas trabajo y te piden experiencia, pero no puedes conseguir experiencia si no trabajas. Ese fue el momento más complicado, pero una vez que conseguí una mínima bolsa de derechos, por parte de la distribuidora fueron todo facilidades.
En cuanto a las librerías, como hace tanto tiempo que hablo de libros en internet, a muchos libreros ya los conozco. Incluso hay libreros a los que nunca he tenido la oportunidad de visitar, pero nos conocemos, nos tuteamos y confían en mi criterio, de la misma forma que yo puedo confiar en el suyo cuando recomiendan un libro. Por tanto, muchos libreros han abierto sus puertas a este proyecto a priori tan diferente como puede ser una editorial que nace de un blog literario.
Quiero hacer una edición que esté a la altura de cada historia
P.: Una pregunta que hacemos siempre en esta serie de entrevistas, ¿qué es un editor?
R.: A mí me gusta pensar en el editor como el director de orquesta. Siempre es el símil que me viene a la cabeza. Debe haber un director, como pasa en una película, que coordine todos los trabajos, que tenga una idea de la manera en que un libro debe estar editado para que llegue a la gente. Y que luego vaya coordinando el talento de muchas personas para hacer realidad ese libro.
P.: ¿Y cuál es la relevancia social del editor? ¿La sociedad realmente valora su figura?
R.: La valora más cuando no hace su trabajo o no lo hace bien. Es como el trabajo de los correctores o de los autores, que cuando lo hacen bien nadie lo nota. Cuando empieza a haber erratas, expresiones que no son naturales, nos damos cuenta de que no está bien hecho. Creo que internet lo está cambiando y revolucionando todo y todo el mundo se está situando aún en ese nuevo mapa. Antes el editor estaba encerrado en su despacho, se pasaba el día leyendo manuscritos y publicando, y no salía de allí. Luego, el librero hacía el trabajo de calle con la interacción con los lectores.
La historia ha cambiado. Asistimos cada día a conferencias del editor, que va a la librería y presenta libros… Yo al menos lo veo cada vez más. No hay un solo estilo para ser editor, cada editor tiene el suyo y esta es una de las cosas que más me apasionan del mundo editorial: ver la personalidad del editor reflejada en toda la línea editorial y en el ADN de la editorial. Internet ha cambiado todo y los editores son cada vez más visibles.
Me gusta pensar en el editor como el director de la orquesta
P.: ¿Qué proyectos tienen para los próximos meses? ¿Cómo se imaginan en el futuro?
R.: Antes de verano voy a publicar un clásico británico precioso, inexplicablemente descatalogado en español, que irá ilustrado. Me acaban de pasar las ilustraciones y estoy encantado, con muchas ganas de que lo veáis. Todos los autores hombres se me han acumulado en la primera mitad de este año y tengo muchas ganas de que empiecen a llegar autoras. A la vuelta de verano van a llegar dos obras impresionantes de dos autoras.
Sajalín es una editorial independiente que comenzó publicando en castellano obras inéditas u olvidadas de la mejor narrativa extranjera contemporánea. Su director literario, Daniel Osco, explica que su trabajo se cuece a fuego lento: «Siempre hemos ido poco a poco, así puedes trabajar mejor los libros».
La Caja Books nació en Valencia, en mayo de 2018, con el lema «abre, lee, siente, piensa». Su director editorial, Raúl E. Asencio, explica que en un sello pequeño todo depende «de que los libros arranquen con fuerza, que aparezcan en ciertos medios y que nuestros lectores los reciban bien».
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