Pablo Casado Muriel | 22 de octubre de 2020
El director de la Fundación Miguel Delibes recuerda que aquellas causas que defendía el escritor, como las desigualdades o el abandono del medio rural, siguen estando vigentes en el centenario del autor castellano.
El año de la pandemia, 2020, ha sido también el año del centenario del nacimiento de Miguel Delibes. Lo que ya de por sí hubiera sido un año ajetreado para la fundación que lleva su nombre y conserva su legado se convirtió, con la llegada del coronavirus, en un duelo contra los elementos. Fernando Zamácola es el director ejecutivo de la Fundación Miguel Delibes y reconoce que haber logrado organizar actividades culturales en un momento como este es algo de agradecer. Con él repasamos los actos de homenaje al escritor castellano y la relevancia de su obra y su figura en la sociedad española.
Pregunta: El pasado sábado celebrábamos el centenario del nacimiento de Miguel Delibes, los actos, homenajes, coloquios se suceden. Hacía mucho tiempo que no se celebraba así un centenario literario. ¿Cómo se está viviendo este año en la fundación?
Respuesta: Es una alegría y es un honor, lo cual no significa que no haya que hacer un esfuerzo brutal de financiación y de organización. Ahora mismo en el plan director hay 53 iniciativas distintas, que estamos ejecutando casi íntegramente desde la Fundación Miguel Delibes. Esto requiere de una cierta capacidad organizativa y una buena red de colaboradores, particularmente en una fundación tan pequeña como la nuestra, pero la verdad es que, en el caso de Miguel Delibes, como dice su hija Elisa, las cosas caen por su propio peso. Estamos viendo muchos homenajes espontáneos de la sociedad civil, asociaciones, clubes de lectura, bibliotecas… Estamos teniendo un fuerte respaldo institucional en el ámbito local, provincial y regional. Y, en el ámbito nacional, aunque el Ministerio de Cultura no se esté significando tanto como tal, a través de sus instituciones «satélite», y perdón por el término, sí se están haciendo cosas interesantes: el Instituto Cervantes, la Biblioteca Nacional, Acción Cultural Española e incluso la Agencia Española para la Cooperación y el Desarrollo.
Todo es mejorable, pero en la situación que estamos viviendo, en la que lo más probable hubiera sido decir adiós al centenario Delibes, hay que dar gracias y ser conscientes de que somos muy privilegiados al poner en marcha iniciativas en el ámbito cultural, cuando la mayoría se reduce o se tiene que suspender.
Pregunta: Todas las celebraciones se llevan a cabo marcadas por el coronavirus, ¿ha quedado algo por hacer y qué les hubiera gustado?
Respuesta: Nos hubiera gustado poder hacer cosas en un ámbito más masivo, más participativo. Creo que la gran deuda que queda pendiente en esta situación es llevar a Delibes a la calle, contribuir a que la ciudadanía se involucre más, que los niños puedan ir a actividades. Creemos que se podría haber involucrado a la ciudadanía desde muchos ámbitos. Hemos hecho muchas actividades, pero con aforo reducido, cita previa, etc.
La exposición de la Biblioteca Nacional, que creo que es una maravilla, con una cantidad importantísima de recursos y con un trabajo ingente de mucha gente, al final se reduce a dos meses en los que se puede acudir con cita previa, grupos pequeños… Y, dadas las circunstancias en Madrid, es un acto de heroicidad salir de casa e ir a una exposición. Pues imaginemos esto en condiciones normales, en las que cualquiera que pasara por delante pudiera entrar a ver esa muestra sobre Miguel Delibes. La afluencia se multiplicaría por diez.
Delibes fue un icono y un precursor de la defensa de los ámbitos ruralesFernando Zamácola
P.: Esa exposición de la Biblioteca Nacional presenta manuscritos de Delibes, fotografías y hasta la mesa del escritor. La Fundación Miguel Delibes es la que conserva todo este material. ¿Ha sido sencilla esta labor de salvaguarda?
R.: Confluyen varios factores. Primero, que Delibes era una persona bastante organizada para sus papeles. Tenía la costumbre de tener todo bien clasificado, de responder a toda la correspondencia y guardarla, lo que nos deja unos 4.000 documentos. Delibes era una persona ordenada y, cuando él ya no pudo por la edad, se hizo acompañar de Pepi Caballero, que era su nuera y a la vez su secretaria particular, que lo ayudó a mantener ese orden.
El segundo factor es que la familia tuvo una actitud ciertamente visionaria. Es muy fácil montar una fundación literaria simplemente diciendo que se tiene el legado del escritor, pero no es fácil montarla de manera que eso sea útil para la investigación y para organizar una buena línea de actividades. Y aquí la familia Delibes ha hecho un ejercicio de generosidad, porque hubieran podido hacer otro uso del legado, incluso venderlo, y en lugar de eso todos fueron conscientes de que era necesario, como herederos de esa visión ética y de entender la vida, ponerlo a disposición del público. Así se afrontó el proyecto de clasificación y digitalización del legado y aquí hay que reconocer que no se hubiera podido hacer sin el patrocinio de una empresa, Bodegas Vega Sicilia, que fue la que pagó íntegramente todo el proyecto, algo complejo y que duró varios años.
El tercer factor es mi predecesor en el cargo, Javier Ortega, que venía del mundo del archivismo y tuvo la cabeza, el buen juicio y la dedicación para poner en marcha este proyecto. Así, contamos con un archivo de 15.000 documentos digitalizados y categorizados.
P.: Se lee a Miguel Delibes, ¿también es un autor estudiado?
R.: Es muy estudiado. Hay escritas más de 275 tesis sobre Delibes, más de 1.000 artículos y monografías, y casi a diario recibimos más trabajos. Por ejemplo, como parte de los actos del centenario, se va a publicar un libro escrito por veinte hispanistas que residen en Estados Unidos, en el que aborda cada uno una faceta diferente del autor.
Como suele suceder en nuestra tierra, no somos conscientes de la repercusión internacional que tiene. Yo estuve residiendo durante un año y medio en Alemania, en Augsburg, que tiene una de las facultades de Derecho más prestigiosa del país y yo, que soy un poco ratón de biblioteca, me quedé sorprendido de encontrar dos lineales enteros con obras de Delibes, tesis, monografías y demás.
Nuestro objetivo, a medio y largo plazo, es incrementar el archivo Delibes y crear el Centro Internacional de Estudios Miguel Delibes, que consiste en un archivo mucho más amplio, que ya no será solo el archivo personal del autor, y que será un lugar de recopilación exhaustiva de todo lo que se haya publicado en el mundo acerca de Delibes. Queremos ser el lugar de referencia mundial para el estudio de la obra y la figura del escritor. Será un proyecto complejo, pero creemos que es el siguiente paso a dar.
La familia Delibes ha hecho un ejercicio de generosidad, porque hubieran podido hacer otro uso del legado, incluso venderlo, y en lugar de eso todos fueron conscientes de que era necesario, como herederos de esa visión ética y de entender la vida, ponerlo a disposición del públicoFernando Zamácola
P.: La correspondencia es una parte importante de ese archivo. Miguel Delibes mantenía relación con otros autores de su época y en la exposición de la Biblioteca Nacional podemos ver algunas de sus cartas. ¿Se trabaja en publicar estos documentos? ¿Tienen valor más allá del mundo académico?
R.: Se ha publicado un libro sobre la correspondencia de Delibes con Josep Vergés, su editor, y también otro con sus cartas con Gonzalo Sobejano, el gran hispanista. Ahora estamos en un tercer proyecto que quizá sea más popular, la correspondencia de Miguel Delibes con Francisco Umbral, que se mantiene desde los años 60 hasta finales de los 90. La última carta que se escribe es el pésame que le envía Delibes a María España por el fallecimiento del propio Umbral.
Creo que ese proyecto trasciende lo académico, porque son dos premios Cervantes, dos amigos con una mentalidad y un estilo radicalmente distinto que, a pesar de sus tira y afloja, mantienen una amistad a lo largo de casi cinco décadas. Este libro se puede incluir en un ámbito que vuestro colaborador José F. Peláez aborda como el Grupo Delibes. En El Norte de Castilla de los 50, 60 y en adelante, quizá bajo el paraguas de Delibes, aunque lo sentía más como un conjunto, coincidieron una serie de periodistas de primer nivel que fueron unos aprendiendo de otros. Son muy pocos los periódicos que puedan presumir de haber tenido a tres premios Cervantes trabajando juntos cuando todavía ninguno lo era. Van a salir algunas cosas sobre el Delibes periodista, pero aún hay mucho que profundizar.
P.: Recordar a Delibes también es mantener el legado de una Castilla que parece que se va apagando. ¿Desde la fundación se trabaja en ese apoyo a lo que llaman «España vaciada», pero que ya estaba vacía en tiempos del señor Cayo?
R.: Es una maravilla trabajar con alguien tan poliédrico. Delibes tiene la faceta literaria, la periodística, la de profesor de Derecho Mercantil y muchas otras que parecen menores, pero que en realidad nos facilitan muchas líneas de trabajo: la de cazador y conservacionista pescador, la de alguien que disfrutaba de la vida al aire libre, la de defensor del medio rural, la de caricaturista, la de alguien cuyas obras se han llevado al cine y al teatro, etc. Esa materia prima tan poliédrica que es la figura y la obra de Miguel Delibes nos da muchos hilos de los que tirar, pero requiere de un orden, porque no podemos hablar de cualquier cosa con la excusa de Delibes. Por eso tenemos estructurada la actividad en una serie de estrategias que se basan en las defensas de Miguel Delibes.
La defensa de los desfavorecidos y la denuncia de la desigualdad desde una perspectiva de justicia social, la defensa de la infancia a través de esos personajes que, por un lado, son tratados con ternura, pero que se utilizan para poner en su boca verdades como puños, la defensa del medio ambiente compatible con una caza y una pesca, un conservacionismo que presenta una perspectiva casi visionaria hace cuarenta años en su discurso de ingreso a la Real Academia, y la defensa del medio rural.
Nosotros entendemos que Delibes fue un icono y un precursor de la defensa de los ámbitos rurales, trabajando en muchos aspectos a la vez. Primero, la dignificación del medio rural, que en aquellos tiempos era considerado como algo de pueblerinos, paletos, ignorantes… Él fue uno de los primeros en dotar de dignidad a esos personajes que no tenían por qué tener menos que un urbanita. Segundo, el de la recuperación de un lenguaje, unos hábitos, un conocimiento y unos oficios. En ese Disputado voto del señor Cayo, uno de los protagonistas acaba reconociendo que, si se produjese una hecatombe nuclear, probablemente tendrían que ser ellos quienes acudiesen a que el señor Cayo les diese de comer y no al revés. El tercer ámbito es el de la denuncia de la precariedad y la miseria, como en Las ratas, donde la vida de todo un pueblo puede depender de una mala tormenta de verano que acabara con la cosecha y trajera el hambre. Cuando hablamos de una sociedad en la que tener para comer depende de lo que caiga del cielo, nos podemos dar cuenta de su desprotección. Y el cuarto ámbito es ese que Sergio del Molino tuvo la puntería de rescatar hace algunos años, que es el abandono y la despoblación, algo que se muestra desde El camino, donde lo natural para un niño es irse a la ciudad para poder progresar en la vida.
Esas cuatro grandes líneas de trabajo: los desfavorecidos, la infancia, el medio rural y el medio ambiente, son temas que están plenamente vigentes en 2020 y nosotros lo utilizamos para poder estructurar nuestro discurso y seleccionar los proyectos e iniciativas que apoyamos, sabiendo que estamos respondiendo a algo que el propio Delibes ya sembró.
P.: Para terminar: su primer Delibes y su favorito.
R.: Mi primer Delibes fue Diario de un cazador. Mi padre era muy cazador, a mí también me encanta, y él sabía que si me daba un libro de caza me iba a esforzar por leerlo. De esa manera, desde pequeño empecé a leer libros serios, de adultos. Gracias a Lorenzo, el protagonista de este libro, yo entré de cabeza en Delibes.
Ahora bien, tengo debilidad por dos obras. Por un lado, El camino, porque es un compendio de todo lo que hablábamos antes: el tratamiento de la infancia, el hablar de las necesidades de los desfavorecidos, como el hecho de tener la necesidad de ahorrar para que tu hijo pueda aprender, cuando debería ser un derecho, también está el medio rural y el medio ambiente. El camino es mi preferido, pero también tengo que reconocer que en esta etapa de confinamiento he redescubierto Viejas historias de Castilla la Vieja y me he dado cuenta de que ese libro, que estaba un poco orillado, es también un símbolo de lo que hemos hablado, de lo que cuesta irse de un pueblo y cómo es tratado en la ciudad, de cómo hablamos de lo nuestro a los otros y de cómo en el último capítulo Isidoro vuelve con el temor de que el pueblo ya no sea el mismo y se da cuenta de que el que ha cambiado ha sido él, mientras el pueblo permanece.
La censura periodística contra El Norte de Castilla, dirigido por Miguel Delibes, será causa indirecta de la brillante producción literaria de autores de la talla de Francisco Umbral, José Jiménez Lozano o César Alonso de los Ríos.
Castilla es para Delibes lo que Delibes para nosotros: el lugar y la persona donde una moral agotada va a descansar.