Mariona Gúmpert | 24 de abril de 2021
La candidata de Vox a la presidencia de la Comunidad de Madrid afirma que la actitud del Gobierno durante esta pandemia ha sido la de «pensar que todos los españoles estamos aquí a su merced, que vamos a ser teledirigidos y engañados durante más de un año. Un año de engaño sistemático».
Al preparar esta entrevista, me llamó la atención de Rocío Monasterio el hecho de que no parece perder nunca la serenidad, incluso en los entornos más hostiles. Me encontré con ella en la sede de Vox en Madrid, a las 9:30 A.M., justo al día siguiente de los incidentes violentos en Vallecas que ocurrieron a raíz del mitin que organizaron en ese barrio.
Los miembros del equipo que pude ver estaban aún conmocionados por lo ocurrido, preguntándose unos a otros si se encontraban bien, o si sabían del estado de algún compañero que había tenido que ser atendido en un hospital. Rocío, sin embargo, llegó transmitiendo mucha paz y serenidad a sus compañeros, la misma que mostró en los incidentes. Aproveché entonces para preguntarle cómo hacía para mantener esa misma calma en el día a día con sus hijos, puesto que me vendría muy bien tenerla con los míos. Fue una pequeña conversación entre madres que, no les engañaré, disfruté bastante. Hablar sobre temas familiares es algo que siempre une a las personas y nos recuerda que, en este aspecto tan fundamental, todos estamos en el mismo barco al margen de ideas políticas.
En esta ocasión he lamentado que el medio de difusión de la entrevista sea escrito. La señora Monasterio es muy expresiva en su modo de hablar: desde un tono de voz tranquilo y moderado, sus gestos, los matices y las inflexiones de la voz transmiten mucho más allá de la palabra hablada. Esto hace que no resulte complicado imaginarla teniendo una conversación fructuosa con alguien que tenga una visión de las cosas completamente distinta a la que ella nos expone hoy aquí.
Pregunta: Buenos días, y muchas gracias por recibirme, especialmente por tener tan reciente lo sucedido en Vallecas. Antes de empezar, quisiera comentarle que la primera y la última pregunta de mis entrevistas nunca son mías. La primera la hace un adulto, cada vez alguien diferente. La segunda, al final de la entrevista, la formula siempre mi hijo de siete años. ¿Le parece bien?
Respuesta: Por supuesto, adelante.
Pregunta.: La primera cuestión la ha querido plantear un buen amigo mío que vive aquí, en Madrid. Es votante tradicional de Izquierda Unida, y tiene la idea de que los políticos de derechas parecen formales en exceso, con poco sentido del humor. A él le gustaría saber si podría usted contar un chiste o alguna anécdota graciosa.
Respuesta.: Tenemos mucho sentido del humor y, de hecho, nos lo tomamos ya todo –en general- con humor. Mi casa es un sitio donde pasan cosas surrealistas: tengo niños que me montan manifestaciones; el otro día llevábamos ya varios días fuera por la campaña catalana y llegué a casa muy convencida de que íbamos a hacer un plan familiar, las madres somos un poco así de entusiastas: «¡Nos vamos a ir todos al parque! ¡Con el perro, venga, todos juntos!». Y, de repente, los niños (especialmente la tercera) empezaron a decir: «¡No hables en mi nombre! ¡Tengo derecho a no querer ir al parque!» [se ríe abiertamente]. Me quedé pensando: «Dios mío, lo que hemos hecho». Nos moríamos de risa todos, sobre todo ella.
Tenemos que hablar más a nuestros niños de la importancia del compromiso
P.: Han creado ustedes un monstruo… En relación con esto, ¿por qué tenemos prejuicios? La gente de izquierdas hacia los de derechas y viceversa, etc.
R.: Creo que quien han creado esas ideas de dos bandos irreconciliables es generalmente gente de izquierdas. Personalmente, no creo ya en el eje derecha-izquierda. Los ejes en los que funciona la sociedad son otros, más identitarios, de realidad social, de sentimiento de pertenencia a tu nación (o no). No entiendo que todavía se considere a la sociedad como un asunto de dos bandos enfrentados. Esto ocurre especialmente en España: arrastramos todavía una parte de nuestra historia que algunos siguen empeñados en seguir sacando, y seguir funcionando en esos ejes.
P.: Se oye mucho decir que la gente que vota a PP, Vox y Cs es gente acomodada. Cuando lo oigo, pienso «ojalá fuera así, seríamos un país muy próspero, con tanta clase media-alta…».
R.: [se ríe] Sí, es algo completamente absurdo, donde estamos creciendo es en zonas con perfiles de población que son justo lo contrario. He estado veinte años trabajando en el mundo de la construcción, de modo que conozco bien estos barrios: al acabar la jornada, o en descansos, me iba a los bares. La gente que ha estado conmigo en todos esos sitios son ahora coordinadores nuestros de Vox, y no son gente rica. Son ferrallistas, pladuristas, personas con las que he trabajado durante mucho tiempo y, de repente, han visto que en Vox recogemos las conversaciones que teníamos en las escaleras de obra, en los andamios.
Por ejemplo, tuve un soldador que me decía que no podía venir al día siguiente al trabajo porque tenía que ir al juzgado. Era la cuarta vez que había sido llevado a juicio por su exmujer, en todas fue declarado inocente: él no era un maltratador, y se sentía injustamente tratado. A partir de estas cosas que viví yo a pie de obra, surgieron reflexiones. Y, años después, de esas reflexiones surgió un papel en Vox, del cual salió más tarde una propuesta de modificación de la ley.
Así pues, no es cierto que hablemos de temas que atañen solo a una parte de la sociedad, sino de cosas que afectan a todos, y por eso nos tienen tanto miedo.
Tenemos tendencia a argumentar más todo, a justificar más todo y a dar más detalles de las soluciones que damos
P.: Sigamos con los prejuicios. Hay varios estudios que señalan que la gente de derechas sabe reproducir con mayor facilidad los argumentos y las motivaciones de las personas de izquierdas, sin hacer una parodia de dichas razones. ¿Podría explicarme los criterios que tiene la gente que votará a Pablo Iglesias en las próximas elecciones del 4 de mayo?
R.: Ahora mismo los criterios de quienes votarán por Pablo Iglesias se basan básicamente en el odio… El odio social y el resentimiento [se queda reflexionando]. No tienen otra motivación. Todo lo que Pablo Iglesias había dicho que les iba a dar (el escudo social, un trabajo digno, una vivienda digna, etc.) no se lo ha dado siendo vicepresidente del Gobierno. Ni siquiera un amago.
Las únicas explicaciones que se me ocurren son, por un lado, que haya algunos que vuelvan a ser engañados y piensen que algún día les va a dar todo eso (que ya hemos visto que no) y, por otro, gente a la que se le está incitando a avivar el odio y el resentimiento, y esa mecha prende porque hay una situación social y económica muy complicada. Y de eso vive Pablo Iglesias, de azuzar los sentimientos más terribles: el sectarismo, el odio, la violencia. Lo vimos justo ayer en el mitin de Vox en Vallecas.
Algunos de ellos harán una reflexión, y no lo votarán. Otros seguirán teniendo la ilusión de que este que los ha traicionado algún día va a cumplir alguna de esas promesas. Y yo creo que no lo hará.
P.: ¿No cree que es posible que el Gobierno que tenemos ahora no ha podido hacer mucho más por los estragos que ha causado la pandemia?
R.: Todos los que han tenido que gobernar con la pandemia se han confundido, y todos perdonamos los errores, porque es realmente difícil abordar un problema de estas dimensiones. Lo que es intolerable es que te engañen tantas veces. Si hubiéramos tenido un líder que sale, y nos dice «vamos a ir por aquí y por allá, porque tengo estos datos, y creo que esto es lo correcto», en esa situación, incluso equivocándose, creo que toda España hubiera entendido que es un Gobierno que ha intentado sacar adelante una posible solución que luego se ha demostrado errónea.
El problema es que ellos tenían unos datos que no nos han contado, conocimiento de determinados temas que no nos han transmitido y nos han intentado engañar. No es solo la negligencia, es el engaño sistemático. Es pensar que todos los españoles estamos aquí a su merced, que vamos a ser teledirigidos y engañados durante más de un año. Un año de engaño sistemático.
Cuando algo es bello es porque está equilibrado, compensado: tiene serenidad
P.: Se dice que la gente de derechas es más crítica con sus líderes políticos, ¿qué opina?
R.: Como ya he dicho, no creo en el eje izquierda-derecha, pero pongamos que hablamos de conservadores y liberales. Y sí, tenemos tendencia a argumentar más todo, a justificar más todo y a dar más detalles de las soluciones que damos. Otros partidos se basan en sentimientos para llevar a la gente irracionalmente al voto.
Nosotros no creemos en eso. Precisamente porque creemos en la libertad, y en la capacidad de criterio para discernir, pensamos que la gente tiene que tener a su alcance la totalidad del argumentario para decidir a quién vota.
P.: Volvamos a la arquitectura: unas cuantas cuestiones en torno a esta. La primera: ¿qué es para usted la belleza?
R.: La belleza es fundamental, porque muestra la armonía. Muchas veces se trata de un conjunto de decisiones encadenadas que tienen como consecuencia algo armonioso y que nos da placer. La belleza es fundamental para transmitir ideas. Fundamental en las ciudades. Fundamental para vivir mejor.
Deberíamos cuidar más todo eso, por ejemplo en el urbanismo. La belleza, además, transmite valores, como el equilibrio; cuando algo es bello es porque está equilibrado, compensado: tiene serenidad. Es algo que debemos transmitir a nuestros hijos, porque si aprendes a valorarla es algo que buscarás, lo cual es bueno y necesario.
P.: ¿Qué opina de los grafiteros?
R.: Me encanta la espontaneidad de los grafiteros, me fijo mucho en ellos cuando voy por la M-30 y he aprendido a distinguir a diferentes autores, es algo que disfruto mucho. Sin embargo, en muchos casos atentan contra el derecho que tiene un vecino a caminar por una calle y verla con sus fachadas limpias. Creo que puede haber alguna manera para que los grafiteros expongan su arte sin invadir todas las calles de algo que a muchos no les resulta bello. Es prioritaria la actitud cívica de respetar las calles y fachadas que no son tuyas. Está antes el civismo que los gustos personales.
Me encanta cuando el arte está ligado a la realidad, cuando el impulso y proceso creativo surge por empatía hacia la sociedad
P.: ¿Y qué le parece Banksy?
R.: Me gusta mucho su sensibilidad social. Me encanta cuando el arte está ligado a la realidad, cuando el impulso y proceso creativo surge por empatía hacia la sociedad. Si uno es capaz de crear algo empatizando con la sociedad es probable que seas también capaz de resolver cosas.
A veces, a raíz de un dibujo de Banksy, reflexionamos: esa niña con un pájaro en la ventana te está hablando de libertad, el gran tema de este año. Por eso el aprecio del arte es algo que deberíamos todos cultivar.
P.: Sigamos con la arquitectura: hay un matrimonio amigo mío que son ambos arquitectos. Ella es española y él, hispanomexicano. Al casarse tuvieron que decidir dónde querían vivir: en México o en España. En México en ese momento les habría ido muy bien como arquitectos, pero decidieron venirse a España porque a ella en la obra no la habrían tomado en serio, al ser un país todavía bastante machista. ¿Qué haría usted si se viera en una situación similar, tener que ejercer de arquitecto en circunstancias similares?
R.: Esto que cuentas lo he vivido. He tenido grupos de musulmanes que no me permitían darles órdenes en la obra, y que obligaban a poner una persona de intermediaria. Y en las comidas de obra, cuando terminábamos la estructura, comían aparte. Pero yo no permitía que comieran aparte, yo comía con ambos: con grupos de musulmanes y con grupos que generalmente eran latinos, y no se querían mezclar. He vivido situaciones verdaderamente violentas, porque cuando me dirigía a ellos me insultaban y yo no entendía la mitad de lo que decían. Todo esto era simplemente porque no toleraban que la dirección facultativa de una obra estuviera a cargo de una mujer.
En Madrid tuve un grupo de obreros musulmanes que, al día siguiente de tener con ellos un enfrentamiento, fueron detenidos todos por ser una célula yihadista. Todo eso lo he visto. También, a través de concursos de arquitectura, han venido clientes de países árabes para que desarrollara una promoción de viviendas: la única condición que me exigían era que pusiera un interlocutor que fuera un hombre, entre ellos y yo, para exponer el trabajo. Nunca acepté ese encargo, y eso que me pagaban maravillosamente bien. Me resultó insultante.
No podemos retroceder en estas cosas. Hemos visto recientemente a la presidenta de la Comisión Europea sentada en un sofá apartado de los hombres en Turquía, solo por ser mujer. ¿Cómo ha tolerado que se haga eso?
Recuerdo cuando vino aquí la delegación de Irán al Congreso. Todos los partidos políticos, menos Vox, aceptaron una nota informativa que decía que las mujeres, cuando fueran a la recepción, no podían dar la mano ni podían mirar a los ojos a los hombres. Y todos los grupos parlamentarios aceptaron ir, excepto nosotros. Nos parecería completamente intolerable y Vox dijo que no iríamos bajo esas condiciones.
Lo que me has preguntado no es algo que pasa en otros países: pasa también en España. Y pasa si nos dejamos. Pero bueno [ríe], yo de esto conozco un poco y nunca me he dejado.
Vemos a la izquierda hablar de igualdad de oportunidades, cuando se discrimina a los niños Down por tener un cromosoma distinto
P.: Volviendo a este matrimonio internacional del que le he hablado: este tipo de parejas no somos en absoluto una rara avis. Al contrario, somos algo bastante frecuente en personas de nuestra generación con un perfil determinado: universitarios que hemos tenido que salir al extranjero para buscar un futuro mejor. Quisiera saber qué aspectos positivos cree que tiene para nosotros el estar casados con extranjeros y viceversa: cuál cree que es el lado difícil de la cuestión. Tanto para nosotros como pareja –mi marido es mexicano-, como para nuestros hijos, para la familia extendida y para la sociedad en general.
R.: Todo lo que sea salir de tu entorno, de tu zona de confort, y conocer otras culturas y países, es enriquecedor. Cuando te alejas de tu país empiezas a caer en la cuenta de que tienes una serie de sentimientos que no has elegido, que son lo que tú eres y te sientes, que es ser español: determinados valores que asocias con España. Muchas personas dicen que eso se elige, yo creo que eso lo tienes porque lo eres. Pertenece a la categoría de las ideas y los sentimientos fuertes, nuestras raíces, nuestra cultura, nuestra tradición, nuestro legado, lo que has heredado de tus padres culturalmente. Eso es potentísimo.
En esta sociedad globalista se ha intentado anular todo esto. Porque todos esos sentimientos fuertes se han asociado a determinadas cosas terribles que pasaron en Europa, como las dos grandes guerras mundiales, y se ha asociado con determinadas reacciones que asocian precisamente a ese sentimiento de nación, de patria, de pertenencia, de identidad, etc. Esto es una equivocación, porque han pretendido hacernos a todos iguales, sin importar tu país de origen: pretender que no tuviéramos nación, patria, valores fuertes, etc.
Pretenden que todo sea desdibujable, que todo dependa de nuestra voluntad y fluya. En eso mismo estamos, en la autodeterminación de todo: tú autodeterminas si quieres ser nación, si no quieres ser nación, autodeterminas tu género, también autodeterminas qué grado de convivencia tienes, etc. Todo es autodeterminable, y la realidad del ser humano no es así.
Hay algo que pertenece a lo más profundo de todos nosotros, que hemos heredado y que transmitimos a nuestros hijos. Esto es lo que convierte a un país en nación, tener un sentimiento de «todos a una», tener valores comunes, etc. Esto es lo que distingue a unos países de otros, a unas naciones de otras, pero es lo que nos hace también fuertes, tener raíces y salir adelante.
Lo que estamos viendo ahora es que este globalismo, esta forma de desdibujar las fronteras, la identidad, la persona, el sexo, etc. lo que provoca es un gran vacío. Provoca, de repente, una crisis de identidad: la gente se encuentra de repente sola (o acompañada, pero sintiéndose sola), sin saber a dónde pertenece o lo que es. Estamos presenciando la gran decadencia y el gran fracaso de estas ideas. Y cómo las ideas blandas, flácidas, que han intentado que triunfaran en la civilización occidental para, pretendidamente, evitar nuevos conflictos, a lo que nos están llevando es a una grandísima crisis personal y social. Por eso es tan importante reivindicar esos sentimientos de pertenencia, de valores, de identidad que son, además, lo que permiten que cada uno conviva en paz, que uno respete al otro.
En un matrimonio -vuelvo a la pregunta- de distintas nacionalidades la clave del éxito es el reconocimiento de los valores distintos del otro, el respeto y el poder ambos prosperar, tener un proyecto y una convivencia, pero sin anular al otro. Ahí está la clave: el respeto al que es distinto a ti. Permitamos a la gente sentir lo que es, no anulemos, no volvamos todo gris.
P.: Lo que acaba usted de señalar es la parte positiva de la cuestión. Sin embargo, suele ignorarse el aspecto menos «bonito», por decirlo de alguna manera, que tenemos que afrontar este tipo de familias. Sin ir más lejos, la infancia de mis hijos es muy distinta a la nuestra, porque no pueden convivir con sus abuelos, tíos y primos. Esto tiene también su «correlato económico»: muchas familias pueden recurrir a la familia extendida con apoyo de todo tipo, incluyendo el poder quedarse con los niños si surge cualquier emergencia, etc. Me preocupa cómo influirá todo esto en el carácter y en el modo de ver las cosas de mis hijos cuando crezcan. Quizá me excedo pensando en futuribles (es decir, que -como toda madre- soy una preocupona), ¿usted qué opina?
R.: No, lo que estás detectando es la importancia y el valor que tiene la familia: como pilar fundamental de la sociedad, como transmisora de valores, como protectora. Una vez más, los políticos han querido contarnos que el Estado va a ser quien nos proteja, el que nos da todo, el que educa a tus hijos, quien te va a decir lo que tienes que hacer y lo que no, pero el Estado no resuelve todo eso. El cobijo está en la familia.
El Estado ha pretendido acabar con la familia porque era el anclaje en el que nos refugiábamos y donde podíamos pensar en libertad. Los Estados totalitarios lo que pretenden es desengancharte de cualquier vínculo que tengas y que te permita tener un grado de libertad. Y la familia, ese cobijo, es donde nos refugiamos cuando las cosas van mal, porque sabemos que la familia es la que siempre te acoge sin pedirte nada a cambio. Y eso es maravilloso, sobre todo en el mundo materialista en el que estamos hoy, en el que todo es material, inmediato y todo es a cambio de algo. Y la familia, especialmente las madres, siempre te acoge, aunque lo hayas hecho todo mal.
Sí es verdad que estar lejos de la familia hace las cosas más difíciles, pero precisamente porque has visto lo que supone estar lejos de la familia te preocuparás ahora de construir un entorno donde tus hijos tengan familia. La familia al final se recupera, esos valores… Es una de las cosas que tenemos que potenciar en la sociedad: la familia, la familia es fundamental. La familia, además, no es de izquierdas ni de derechas. Es lo más antiguo que hay, y no podemos permitir que la arrasen.
Todos los que han tenido que gobernar con la pandemia se han confundido, y todos perdonamos los errores, porque es realmente difícil abordar un problema de estas dimensiones
P.: Volviendo al tema de México. Siendo usted también cubana, y alguien que denuncia constantemente lo ocurrido en Venezuela, ¿cree que México va camino de eso?
R.: México, y España si lo permitimos. Hay unas redes muy extendidas que empiezan con el castrismo y el comunismo en Cuba y que tienen un objetivo global de control. China es comunista, otra cosa es lo que nos quieran contar. De China no sabemos ni la mitad de lo que ocurre allí. En China hay campos de trabajo, no se permite discrepar, se elimina a cualquiera que quiera enfrentarse al Gobierno.
El comunismo de determinados lugares como Cuba y Venezuela no son hechos aislados en países aislados, forman parte de una red muy potente que están extendiendo por Latinoamérica y, por supuesto, México está amenazado. Pero también las universidades en los Estados Unidos están plagadas: han sido colonizadas por el comunismo más rancio, ahora vestido de intelectualidad caviar, la izquierda caviar. Esta izquierda caviar está en España en barco en Ibiza, con bandera cubana. Las élites españolas tienen muchísima responsabilidad, porque se codean con todos ellos: medios de comunicación, dirigentes, políticos, etc. Y les permiten avanzar, y les permiten su gran traición, que consiste en que ellos digan una cosa, y hagan otra.
Todo esto hay que denunciarlo, y solo Vox en España está denunciando todo esto. ¿Por qué llega el totalitarismo y el comunismo a esos países? Cuba tenía una sociedad muy desigual, muy injusta, que estaba empezando a corregirse, pero no resultaba sencillo porque venía de años y años de historia de gran injusticia social. Además, tenía otra cosa: una élite muy corrupta. Entre todos se repartían el botín, de forma que los grandes partidos permitían que esto se perpetuara. Los grandes focos de corrupción es lo que facilita la entrada del comunismo.
Tenemos que tener mucho cuidado, porque en España también hay mucha corrupción en los dos grandes partidos, son el gran foco de corrupción. Esta pandemia va a generar desigualdad: los barrios donde consecuencias económicas más tendrá van a ser precisamente barrios como Vallecas, donde los comercios han cerrado, los niños no han podido tener acceso a una tablet y han tenido que compartir entre cuatro niños en una casa, donde las viviendas son pequeñas y el virus se ha expandido más y han tenido, probablemente, más fallecidos, etc. En esos barrios es donde ha pegado más fuerte la pandemia, por eso tenemos que tener mucho cuidado, porque esa desigualdad, esa crisis social y esa corrupción de las élites es lo que facilita la entrada de la izquierda, y eso es lo que hay que denunciar.
P.: Ustedes se han pronunciado de forma explícita en el Congreso en contra de temas como el aborto y la eutanasia. Sin embargo, la sociedad civil que comparte las mismas opiniones que ustedes sobre estos temas apenas nos movilizamos al respecto, creo que delegamos demasiado en nuestros representantes políticos. ¿Por qué cree que ocurre? ¿Se sienten ustedes abandonados por la sociedad civil en ese sentido?
R.: La política no se hace ahora desde los ámbitos políticos, se hace desde el ámbito cultural. Para conseguir aprobar y extender las leyes del aborto y la eutanasia lo que se ha hecho primero durante años de trabajo en todos los medios de comunicación, culturales, cine, etc., es imbuir y transmitir determinadas ideas. Se ha intentado transmitir que la vida es menos digna si tienes una enfermedad crónica. También se ha transmitido que tenemos derecho a acabar con la vida de otro, que es algo brutal.
Durante el 11S, cuando se vio que los aviones iban hacia el Pentágono, se planteó decidir si era moralmente correcto bombardear ese avión que se dirigía hacia allá y acabar con la vida de 300 personas, porque era un mal menor. Ahí todos los políticos dijeron que eso no se podía hacer, que jamás se puede tomar una decisión que atente contra la vida de otro. Sin embargo, ¿qué estamos promoviendo con el aborto? ¿Qué promovemos cuando decimos que la vida es menos digna si tienes una enfermedad crónica? ¿Una depresión es una enfermedad crónica? ¿Eso justifica la eutanasia?
Se ha hecho un trabajo que ahora tenemos que ir poco a poco desmontando. Tenemos que convencer a la sociedad de la importancia de la apuesta por la vida, que el punto al que los han llevado es erróneo. Hay que apostar siempre por la vida: el derecho a nacer, la igualdad de oportunidades, etc. Vemos a la izquierda hablar de igualdad de oportunidades, cuando se discrimina a los niños Down por tener un cromosoma distinto. Ese es el gran cinismo que tenemos hoy.
Yo no me siento sola, porque sé que hay mucha gente que piensa como nosotros. Hay mucha gente que se ha comprometido, cada uno a su manera: unos con el voto, otros implicándose puntualmente a ayudar, otros lo hacen a través de fundaciones –que hay muchas en Madrid-, ayudando a mujeres que realmente quieren tener a sus hijos, pero no pueden económicamente por circunstancias personales. Con ese poquito de ayuda la vida sale adelante, y es maravilloso cuando te encuentras a mujeres, años después, que te muestran a sus hijos ya crecidos y son el centro de su vida, y tienen ahora un trabajo del que presumir y un hijo del que presumir: eso es lo maravilloso que tenemos que contar.
Parece que, para hablar de las mujeres, tenemos que ser mujeres, es el colmo
P.: Se habla mucho de la feminización de la política, incluso idealizando el concepto y pensando que todo sería mejor si gobernaran las mujeres. Es irónico que lo que la tiene a usted ahora en campaña ha sido un rifirrafe entre dos mujeres (Arrimadas y Ayuso). Cuando ocurrió me reí mucho de esta idealización de la política en la que solo participaran mujeres. Pero, más allá de lo cómico del asunto, quisiera preguntarle si nota usted diferencia en el trato entre mujeres y hombres en su trabajo (ya sea con personas de su propio partido como con los de partidos rivales).
R.: Yo no encuentro que sea distinto, otra cosa es que pretendan que sea distinto. Se quiere colectivizar a las mujeres y decir que las mujeres debemos estar en política en igual número de hombres: ¿y si no nos da la gana, qué? Si a muchas mujeres no les gusta la política, ¿qué pasa? ¿Por qué tienen que obligarnos a una lista cremallera? A mí la política me encanta, pero podía no hacerlo, y no es necesario tener que buscar mujeres para tener que incorporarlas. No va a estar peor representada una mujer por que hable por ella un hombre. Parece que, para hablar de las mujeres, tenemos que ser mujeres, es el colmo. Cuando yo hablo lo hago de hombres y mujeres, esta es la verdadera igualdad.
Al colectivizar a las mujeres, al hacer las listas cremallera (en las que nos obligan a tener el mismo número de hombres y mujeres), han creado nuevos problemas. En las anteriores elecciones yo tenía en las listas más mujeres que hombres, y no las pude meter en la lista, porque no me lo permitía la ley. Aquí lo que hay que premiar es el mérito y el esfuerzo, que es lo que nosotros defendemos.
Sí es cierto que hay profesiones con perfiles más masculinos, y otros más femeninos. Nunca he tenido una mujer ferrallista, empezando por que para levantar un pilar de ferralla hace falta mucha fuerza física, y es absurdo defender que haya igualdad en este oficio. Yo no he conseguido levantar un pilar de estos en mi vida. Por el mismo motivo quizá hay más hombres en política, porque a ellos suele interesarles más este tipo de actividad, es una explicación posible, aunque yo personalmente no sepa por qué se da este fenómeno. Lo que sí sé es que debemos dejar que las cosas surjan de forma natural, y esto solo se consigue a través de la libertad.
En lo que estamos ahora es en una forma de hacer las cosas que es contraria a la libertad: las cuotas, colectivizar a determinados grupos (como ocurre con las mujeres, con los gais, con personas de distintas razas, etc.). El fraccionamiento de la sociedad hasta el infinito nos lleva a la verdadera desigualdad.
P.: Entiendo, entonces, que en una profesión como la política las diferencias biológicas entre hombre y mujer quedan supeditadas a las de la personalidad que tiene alguien que se interesa por la política.
R.: Claro, las únicas diferencias biológicas que veo es que, en las campañas electorales, yo paro en las gasolineras y a ellos les basta con encontrar un descampado [se ríe].
P.: Usted trabaja ahora con su marido, y ya lo hacía desde antes de integrarse al proyecto de Vox. Asimismo, ha afirmado alguna vez que tiene usted relaciones de amistad con algunos compañeros de partido. He visto empresas familiares, o iniciativas empresariales entre amigos, que han acabado mal porque tenían un vínculo personal anterior. ¿Podría usted dar un consejo genérico –no personal- para las personas que pasan por este tipo de problemas?
R.: En Vox, desde 2014, empezamos un proyecto común. Somos muy distintos los que formamos el partido. Pero, una vez más, es el respeto a los pequeños matices que nos hacen distintos. Aquí el gran vínculo es que tenemos ideas potentísimas. Hemos pasado situaciones muy difíciles que unen mucho, y esto hace que ocurra algo parecido a trabajar con un familiar.
La clave es respetar la diferencia: no pretender que todo el mundo piense exactamente igual. Respetar los distintos modos de reaccionar, de funcionar y de ser. Eso es lo que hace que un equipo sea rico en matices, rico en ideas y es lo que hace que un equipo sobreviva. Cuando se pretende que todo el mundo esté cortado por el mismo patrón es cuando se dan los grandes conflictos.
Hay que saber sortear momentos difíciles, y no enconarse. Eso hay que aprenderlo en las empresas también, en cualquier misión que tengas en la vida, en la familia también. Hay una palabra muy importante que se llama compromiso. Si uno está comprometido –en las ideas o en el matrimonio- es lo que hace que se pueda salir adelante en muchas situaciones difíciles. Tenemos que hablar más a nuestros niños de la importancia del compromiso. En una sociedad en la que uno se desvincula uno de todo, lo que ocurre al final es que te quedas solo y sin nada. Hay que tener compromiso en todo: en la política, en la familia, en el matrimonio, en la amistad. El compromiso es lo que nos va a sacar de todo lo que tenemos ahora por delante.
P.: Mi marido sabía que le iba a preguntar sobre esto, y me comentó: «Si responde bien a esta pregunta, podría servir para que grandes iniciativas como lo fueron The Beatles no tengan esos finales».
R.: Jajajaja, pues sí, es verdad. Qué buenos son los discos de los Beatles, me encantan.
P.: La última pregunta, como le comenté, tampoco es mía, es de mi hijo de siete años. De política no le hablamos, así que sus preguntas se basan en que él solo sabe que ustedes son «los que mandan o quieren mandar» y le enseño algo de sus redes sociales, pero nada relacionado con su profesión. Sobre el señor Espinosa de los Monteros le conté que le gustaba España y el color verde. Del señor Cantó le enseñé unos vídeos suyos cantando. Para la entrevista con usted le enseñé su Instagram, y me comentó que le gusta mucho su perro y cómo toca usted la guitarra. A mi hijo le gustaría saber si echa mucho de menos a su familia cuando viaja por trabajo.
R.: La verdad es que sí que los echo mucho de menos. Sobre todo me doy cuenta de que te vas perdiendo momentos, sobre todo con los niños. Vas perdiendo pequeños momentos de una tarde maravillosa caminando, o de ir al parque con el perro y con mis hijos. O te pierdes ese día en que vuelve del colegio uno de mis hijos y te cuenta algo apasionado, ¡que es importantísimo para él!, y tú te lo has perdido. Así que sí, los echo mucho de menos. Pero intento compensar, y además estoy convencida de que ellos en un futuro se van a dar cuenta de que esto lo teníamos que hacer… [se queda pensativa] lo teníamos que hacer.
P.: Eso es todo, muchísimas gracias por su tiempo, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía con lo pasado en Vallecas.
R.: Nada, a ti. Se agradece tener este tipo de entrevistas, distintas a las habituales.
El portavoz parlamentario de Vox lamenta la postura de algunos medios de comunicación y afirma que «con Vox se está produciendo un fenómeno que yo creo que no se producía desde hace mucho tiempo, y es que los jóvenes se interesan por lo que estamos diciendo».
El actor y político valenciano reconoce que «hay más días en los que me quedo con lo positivo que con lo negativo, sin ninguna duda. Si no, no estaría donde estoy».