Fernando Bonete & Hilda García | 24 de julio de 2021
Pasado & Presente lleva una década defendiendo valores culturales como el rigor o la honestidad. El fundador de esta editorial, Gonzalo Pontón, afirma: «No estamos solos en la tarea de aspirar a una sociedad más culta, más libre, más igualitaria, en la línea de lo que, desde Sócrates, llamamos «la vida buena»».
Aportar herramientas críticas y científicas para interpretar el presente a la luz de los acontecimientos pasados es la aspiración de la editorial fundada por Gonzalo Pontón. Pasado & Presente es un sello familiar que ofrece una propuesta de calidad intelectual basada en la defensa de la razón y de la libertad con el deseo de transformar el mundo.
«No eran buenos tiempos, no lo son ahora, ni lo han sido nunca en España para la difusión del conocimiento científico y del pensamiento crítico», denuncia Pontón, que junto a sus hijos Ferran y Gonzalo muestra su pasión por una labor absolutamente vocacional. «Aunque solo fuera por un hombre, nuestra tarea editorial ya valdría la pena» es el lema de esta editorial que en 2021 ha cumplido sus primeros diez años de vida.
Pregunta: Conversamos, no sé si con el «pasado y presente» de la edición o con el «presente y futuro», así que la pregunta típica de esta serie de entrevistas es de rigor para comenzar, ¿qué es un editor?
Gonzalo Pontón: Yo ya estoy muy mayor para recordarlo, pero mi amigo Javier Pradera tenía una descripción que a mí me parece tan buena como cualquier otra. «Es editor aquel que no sirve para ninguna otra cosa». Es decir, es editor aquel que no tiene paciencia para la investigación, ni genio para la poesía, ni inventiva para la narración literaria, y se dedica a publicar las obras de los que sí la tienen.
Ferran Pontón: Yo creo que el editor es una cadena de transmisión entre unos contenidos y el público. El editor hace que el contenido tenga sentido y sea lo más cercano y lo mejor construido posible, trabajando con todos los elementos. No solo con los escritores, también con los distribuidores, los libreros. Y en este sentido, cuanto menos se note el editor, mejor.
Pregunta: ¿Y qué hay de su relevancia social en nuestros días y en nuestro país?
Gonzalo Pontón: En nuestros días y en nuestro país, la relevancia de un editor tiene que ver con la capacidad de promoción de la que sea capaz. El gran maestro del autobombo y la publicidad editorial, que es Jorge Herralde, ha conseguido con su esfuerzo ser más importante que sus autores. No hay ningún editor en toda Europa que haya conseguido hacer ver que él tiene más categoría que sus propios autores. Y esto lo ha conseguido gracias a su capacidad para presionar sobre el mundo de la información y los medios, que suele ser bastante tontorrón, poco dado al análisis crítico, pero sí a dejarse engañar.
Esto es totalmente lo contrario de lo que decía antes mi hijo, con el que estoy muy de acuerdo. El editor, cuanto menos aparezca y menos importancia se le dé, mucho mejor. Lo importante de un editor, y esto se ha dicho muchas veces, es su catálogo. La única forma sensata que tiene un editor para juzgar su trabajo es analizando su catálogo, no analizando lo que le cuenta a la prensa entre mojitos.
Ferran Pontón: En nuestro caso, que somos editores de ensayo, nuestra relevancia está en ofrecer herramientas para mejorar la capacidad crítica del lector y su propia capacidad lectora de ensayo, para subir el nivel cultural de nuestro país. En este sentido, nuestra tarea es ardua, hay un largo camino por recorrer.
El editor, cuanto menos aparezca y menos importancia se le dé, mucho mejor
P.: Entre las editoriales especializadas en ensayo, ¿qué diferencia a Pasado & Presente? ¿Cuál es su nota diferencial?
G.P.: Pasado & Presente nace de una actividad editorial que comencé en Ariel hace muchos años, y luego continué con la fundación de Crítica. Hasta cierto punto, Pasado & Presente es una continuadora de una forma de pensar que se complementa con una visión mucho más joven, robusta y fresca del mundo que es la que aporta mi hijo.
F.P.: Esas dos velocidades, esos dos estratos son los que diferencian a Pasado & Presente. Hay una herencia de conocimiento del sector, de los autores y el catálogo envidiable por parte de mi padre, y además intentamos abrirnos a nuevos caminos, conocer un mercado que ha cambiado mucho desde la época de Ariel y Crítica, y entender al público al que nos queremos acercar. Intentamos seguir con los mismos criterios que ha tenido mi padre siempre, rigor científico y calidad cultural, a la vez que nos abrimos a un público que ha quedado descolgado de esa producción.
La única forma sensata que tiene un editor para juzgar su trabajo es analizando su catálogoGonzalo Pontón, Pasado & Presente
P.: Este 2021 cumplen 10 años desde su nacimiento con Lepanto. La batalla de los tres imperios de Barbero. ¿Qué balance hacen de este tiempo, luces y sombras?
G.P.: Nos movemos en las sombras, porque vivimos en una sociedad condicionada por un sistema de producción y distribución de la renta que ha producido también una determinada concepción del mundo, una cultura; en el caso de España, una pseudocultura, que nos hace creer que seremos más cultos por leer más novelas, libros de cocina, de autoayuda… Y nosotros nos movemos a la sombra de esta concepción.
F.P.: Tras hacer balance de todo lo realizado estos diez años, obtenemos un resultado bastante agridulce. Mantenerse todo este tiempo ya es un mérito, y por eso estamos contentos, pero también vemos que el consumo de ensayo riguroso, de historia, de economía, de ciencia, ha descendido mucho. En esto también tiene que ver nuestra línea progresista y de izquierdas. En la lista de los cien más vendidos de nuestra categoría hay, sobre todo, ensayos de historia con un planteamiento conservador, o escritos por periodistas desde un planteamiento que no es el del rigor histórico y la investigación científica, sino el de la opinión. Hemos constatado que en estos últimos diez años cuesta llegar a la misma cantidad de público publicando sencillamente lo mismo, o incluso publicando de modo más abierto.
P.: Se empeñan en señalar que, pase lo que pase, no importa cuánto se degrade el nivel intelectual, seguirán apostando por el ensayo y el pensamiento, hasta el punto de afirmar «aunque solo fuera por un hombre, nuestra tarea editorial ya valdría la pena». ¿Por qué este empeño?
G.P.: Porque, para que no se degrade el nivel intelectual, hay que hacer algo. Lo que no estamos dispuestos a hacer es asistir de brazos cruzados a esa degradación. Lo que no hace la Universidad, lo que no hace el Estado, debe hacerlo la sociedad civil. Somos un granito de arena de un montón de personas, porque afortunadamente no estamos solos, para aspirar a una sociedad más culta, más libre, más igualitaria, en la línea de lo que, desde Sócrates, llamamos «la vida buena».
F.P.: Por citar a un autor de la casa, Markus Gabriel, filósofo alemán, él está convencido de que existe un progreso moral, que aunque estemos en tiempos extraños, sigue existiendo, debe seguir existiendo la mejora del comportamiento humano. Yo esto lo extrapolaría a la cultura para decir que existe el progreso cultural. Hay valores culturales, como el rigor científico, la honestidad del investigador, que deben trabajarse, se debe luchar por ellos.
Hemos constatado que en estos últimos diez años cuesta llegar a la misma cantidad de público publicando sencillamente lo mismo
P.: Precisamente queríamos preguntarles acerca de Markus Gabriel, filósofo fundamental de nuestros días, uno de los pocos autores contemporáneos capaces de poner en su sitio al neurocientificismo y al materialismo determinista, y presentar batalla desde el realismo, o el nuevo realismo. ¿Cómo llegan a él?
F.P.: Topé con el primer libro que le publicamos, Por qué el mundo no existe en París, en una traducción al francés que encontré en una pequeña librería. La primera anécdota a la que él hace referencia en el libro sucede un 23 de junio, que es mi cumpleaños. Por esa tontería compré el libro, y cuando ahondé en la lectura me di cuenta de que era un pensador distinto, porque la mayoría de lo que se publica en el mundo del pensamiento es metapensamiento, una reflexión sobre lo que piensan otros, y cuesta mucho encontrar a un filósofo que cree un planteamiento suyo propio.
En el caso de Markus Gabriel esto sorprende todavía más siendo tan joven, con una capacidad para hilvanar sus teorías echando mano de ejemplos de la cultura popular que permite acercar la filosofía a cualquier lector sin perder su rigor. Tiene algún ensayo más complejo, pero este libro al que me refería y Ética para tiempos oscuros son libros para todo el mundo.
P.: Han alertado sobre el escaso nivel cultural de los universitarios y el analfabetismo de la sociedad. ¿Contribuye a ello la tergiversación de la historia que en alguna ocasión han denunciado?
G.P: Contribuye extraordinariamente. Hay que tener en cuenta que los actuales catedráticos y profesores titulares de universidad son discípulos de catedráticos y profesores titulares muy mediocres en general. Hay que salvar todas las excepciones, pero llevamos bastantes siglos de atraso intelectual. Lo dice la propia Universidad, que reconoce la endogamia, el funcionarismo, el administrativismo… Una serie de defectos que se han ido acumulando desde los años 60, cuando el general Franco intentó engañar al personal diciendo que una licenciatura era un seguro para conseguir empleo. La Universidad miente desde entonces, porque se dice a los muchachos que encontrarán trabajo, cosa que no es cierta, porque no está para eso.
La Universidad lo que tiene que hacer es formar ciudadanos bien formados, con excelente capacidad de reflexión y utilización de los elementos racionales del hombre. Y luego cada uno tiene que hacer el posgrado, investigación o trabajo que le interese. La Universidad no es una fábrica de parados, tiene que ser fábrica de conocimiento, sabiduría y saber hacer.
Los editores de libros cultura estamos vinculados a cómo sea la media del país, de nuestras escuelas y de la formación de nuestros hombres y mujeres. Muchos profesores universitarios se quejan de la enseñanza media y de la primaria. Al iniciar el curso, tienen que plantearse si dar su disciplina o si enseñar a leer y escribir a los muchachos de 18-19 años. No es una opinión personal, es algo que conoce toda la sociedad española, pero ¿qué se hacer para revertir eso?
F.P.: Hay una tercera pata de esta editorial, que es mi hermano Gonzalo Pontón Gijón, que es catedrático de Teoría de la Literatura en la Autónoma, por lo que conocemos muy bien ese mundo desde dentro. Vemos un círculo vicioso en el que, como baja cada vez más el nivel de los alumnos, baja el nivel de lo que se enseña. Si los editores tenemos la tentación de hacer lo mismo, nadie acabará publicando libros científicos y perderemos absolutamente la confianza en un cierto progreso cultural. El problema es que tratamos de adecuarnos a la realidad del sistema económico y del mundo exterior, al que la Universidad debería ser inmune en tanto que lugar de formación, no de creación de trabajadores, para lo que no está cualificada.
La Universidad tiene que ser fábrica de conocimiento, sabiduría y saber hacer, no de parados
P.: Dicen que la oferta del sector editorial supera la demanda. ¿Cómo sobrevive un sello como el suyo en una época dominada por la pandemia?
F.P.: Antes de ser editor, yo estuve dieciséis años de librero y he conocido esa tiranía de las novedades con años punta en que se llegaban a publicar cientos de miles de novedades al año, con un público lector que en el mejor de los casos puede llegar a ser el 50% de la población. Eso era una brutalidad, porque si multiplicáis los cien mil por dos mil ejemplares de tirada, dan unas cantidades que no salen. La situación es crítica, porque estamos en el punto donde ya no es que el trabajo o el proyecto pueda permitir riesgos o aventuras intelectuales interesantes que vayan en menoscabo del futuro de tu propio proyecto, sino que se pone en peligro el propio proyecto. Ya no llegas a los suficientes lectores, en parte porque la mayoría, el 40%, solo lee ficción y, si lee ensayo, es el libro del político o periodista de turno, o un libro de autoayuda, de cocina… La situación del ensayo real, científico, en España es de vivir al límite.
G.P.: Hay un dato objetivo. Una editorial como la nuestra, ¿qué cantidad de ejemplares por título lanza al mercado? Nuestras tiradas oscilan sobre los dos mil ejemplares. No quiere decir que se vendan enseguida, podemos tardar 10 años. Publicamos dos mil ejemplares en un país con 46 millones de habitantes, donde no hay analfabetismo prácticamente, hay una estructura de distribución y de librerías extraordinaria… y las cifras son las que son. Vayamos 300 años atrás, al siglo XVIII. Los grandes editores estaban en Madrid, uno se llamaba Sancha, otro Ibarra. Editaban ensayo del estilo del que editamos nosotros y, sobre todo, novedades de traducción francesa, porque en España la gente culta hablaba francés como mucho. En aquella sociedad que tenía entre ocho y medio y nueve millones de habitantes, el analfabetismo alcanzaba el 75% en los hombres y el 83% en las mujeres, no había ninguna estructura de distribución de libros, ¿cuántos ejemplares imprimía el Sr. Sancho? Los mismos que el señor Pontón 300 años más tarde, dos mil. Eso tendría que hacernos reflexionar. ¿Cómo es posible que con los cambios demográficos y culturales no hayamos crecido nada?
Fernando Bonete & Hilda García
Larrad Ediciones nació con la idea de crear un espacio para los amantes de la literatura. En su anhelo de hacer de la lectura una experiencia placentera e inolvidable, el sello sigue un meticuloso proceso de producción. «Hay que animar a leer, a consumir libros y cultura», afirma uno de sus fundadores.
Fernando Bonete & Hilda García
Con una trayectoria de éxito, el sello Desperta Ferro tiene como objetivo mantener la periodicidad, el rigor, la calidad y el pulso de sus publicaciones. «La sociedad española debe tener conocimientos históricos rigurosos para evitar que sea manipulada», afirma Javier Gómez Valero, uno de sus editores.