Pablo Casado Muriel | 26 de octubre de 2019
El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Extremadura pone el foco en el proceso militar que, durante ocho siglos, marcó el día a día de los habitantes de la península ibérica.
Más allá del debate ideológico o cultural, la Reconquista no puede entenderse sin su carácter militar. Durante casi ocho siglos la península ibérica vivió el enfrentamiento de dos bloques para nada unificados: al-Ándalus y los pueblos del norte de África por un lado y los distintos reinos cristianos por el otro.
Francisco García-Fitz, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Extremadura y autor de diversos trabajos relacionados con el modo de guerrear en la Edad Media, ha participado en las jornadas sobre la Reconquista organizadas por el Instituto CEU de Estudios Históricos y la Fundación Villacisneros y atiende a eldebatedehoy.es para hablar de este largo periodo de tiempo como escenario bélico.
Pablo Casado: En las jornadas que nos ocupan se pone sobre la mesa el concepto de Reconquista desde múltiples perspectivas, incluida por supuesto, la bélica. Aunque la Reconquista abarque un periodo histórico concreto, ¿estamos ante una guerra que dura casi ocho siglos?
Francisco García-Fitz: Hablamos de un conflicto. Y ese conflicto se va a resolver en distintas fases y tendrá periodos de una fuerte conflictividad y otros de relativa calma y estabilidad. No es una guerra, si queremos darle una unidad orgánica, pero si un conflicto que se justifica de una determinada manera y al que se dota de un relato y una ideología que unifica acontecimientos que, desde el punto de vista histórico, pueden no estar estrictamente relacionado. Es un conflicto y muchas guerras.
P.C.: Se debate en este congreso el término de la Reconquista y se habla mucho de su construcción e implicación ideológica. ¿Sirvió de algo ese concepto a nivel militar?
F.GF.: Desde un punto de vista militar, desde una perspectiva táctica y estratégica, podríamos prescindir del concepto “Reconquista”. El término se utiliza como relato ideológico que, como todas las ideologías, explica una visión del pasado, del presente y del futuro.
Estamos en dos planos diferentes que no siempre son congruentes. Es decir, la actuación militar sobre el terreno no tiene el mismo sentido del relato. Y así es como se explican las alianzas entre poderes cristianos y musulmanes para luchar contra otros cristianos u otros musulmanes. La propuesta ideológica, en estos casos, se diluye.
P.C.: No se puede entender la Reconquista sin los problemas internos en los distintos reinos de la península ibérica.
F.GF.: Exacto. Una cosa es que haya un planteamiento estratégico y otra que en todo momento se puedan llevar a cabo. La aplicación de esta estrategia depende de las circunstancias concretas.
Por ejemplo, en un momento de crisis interna en un reino resulta complicado poner en práctica políticas de conquista en la frontera con el islam. Los conflictos entre reinos cristianos también dificultan esta situación. En Las Navas de Tolosa, por ejemplo, encontramos a tres monarcas ibéricos: los de Navarra, Aragón y Castilla, pero no estará el de León.
Durante la Reconquista existe una suma de esfuerzos, pero hay dirigentes que pusieron un especial empeño en conseguir una ampliación del espacio dominadoFrancisco García-Fitz
P.C.: En ocho siglos de conflicto el modo de guerrear evoluciona. La guerra medieval tiende a simplificarse iconográficamente en cuanto a las batallas campales, que realmente no eran tan habituales. Eran mucho más frecuentes los movimientos de saqueo, las razias y las cabalgadas. ¿Esto convierte a todos los hombres en potenciales soldados, o la guerra es cosa de los nobles y su caballería?
F.GF.: No es solo una guerra de caballeros. Se desarrolla, en parte por la longitud del conflicto, una sociedad organizada para la guerra. La cotidianeidad del conflicto provocó que las sociedades tuvieran que adaptarse para hacer frente a la presión militar al tiempo que supieron aprovecharlo para explotarlo en beneficio propio. En esa adaptación, uno de los elementos concomitantes lo encontramos en que las prácticas las obligaciones militares están muy extendidas socialmente.
Por supuesto, en esa práctica militar encontramos a la monarquía, que lidera los ejércitos, y también a la nobleza y la caballería. Pero las obligaciones militares afectan al conjunto de la población. Esto no quiere decir que haya una movilización general que ponga en el campo de batalla a miles de personas, lo que significa es que cualquier grupo social podía verse afectado, aunque no fuese noble.
En el ámbito urbano se desarrolla la caballería villana, que aparece ya en el siglo XI en las ciudades de Castilla y León, y que está formada por vecinos con profesiones como la de artesano o comerciante que, en función de su riqueza, puede luchar y puede mantener caballo y armas de caballero y recibir una serie de privilegios fiscales y políticos. En algunos fueros urbanos se recoge que para acceder a un cargo público hay que mantener caballo y armas, no tener una ascendencia nobiliaria.
Esto provoca que en cada ciudad tenga un grupo de vecinos, no nobles, que participan en la guerra. Además, estas ciudades pueden mantener una milicia urbana que puede movilizarse al servicio del rey, pero que también pueden actuar autónomamente en favor de la ciudad.
La obligación militar queda diluida en la sociedad. No se reduce ni en un grupo social, como la nobleza, ni un grupo profesional, como hubiera sido un ejército profesional.
P.C.: Hablar de la Reconquista, en términos muy simples, es hablar del proceso que nos lleva de Covadonga a la toma de Granada. En ese largo periodo el nombre de una batalla destaca por encima de las demás: Las Navas de Tolosa. ¿Estamos ante el choque decisivo de la Reconquista?
F.GF.: Primero hay que aclarar la idea de “batalla decisiva”. ¿Una batalla con la que acaba un conflicto de forma definitiva? Tras Las Navas de Tolosa, en 1212, no ocurre eso. A veces se habla de esta batalla como el fin del imperio almohade y en términos cronológicos y políticos eso no está demostrado. El imperio entra en crisis a partir de 1224, una década después. Solo a partir de la crisis dinástica interna el imperio se hunde. ¿Qué impacto pudo tener la derrota en la sociedad? Eso es muy difícil de calcular, pero lo cierto es que el califa que fue derrotado permanece en el poder, será después cuando se produzcan los enfrentamientos internos.
Otras veces se habla de Las Navas de Tolosa como el principio del fin… pues para ser el principio del fin pasa mucho tiempo hasta la caída de Granada en 1492.
Desde un punto de vista estratégico y territorial el triunfo permitirá que la frontera de un salto adelante hasta Sierra Morena. Pero esas conquistas son operaciones de asedio que se mantienen tras la batalla. El avance se produce con el control de las fortificaciones que van en el camino entre Toledo y Córdoba. ¿Se hubieran perdido esos puntos fuertes siendo derrotados en Las Navas? Eso es historia, ficción, no se puede saber.
P.C.: En Las Navas de Tolosa entra en juego el elemento legendario que tantas otras veces encontramos en la Reconquista con figuras como las del rey Pelayo o el Cid Campeador. ¿Nos deja este conflicto algún otro genio militar? ¿Podemos hablar de grandes guerreros?
F.GF.: Existe una evidente suma de esfuerzos, pero hay dirigentes que pusieron un especial empeño en conseguir una ampliación del espacio dominado. En el fondo, el conflicto de ocho siglos del que hablábamos al principio es el del control del espacio ibérico por parte de dos bloques que no son tales. Porque tenemos a al-Ándalus, al que hay que sumar los poderes del norte de África, y la constelación de reinos y condados que unificamos como reinos cristianos.
En ese contexto, hay monarcas que tuvieron una especial habilidad y bajo cuyo mandato la actividad militar fue muy intensa, aprovechando también la descomposición interna en al-Ándalus. Por ejemplo, Alfonso VI con la conquista de Toledo, Fernando III con la toma del valle del Guadalquivir y la anexión del Reino de Murcia, Jaime I y la conquista de Baleares y Valencia, Fernando el Católico…
Y más allá de los reyes tenemos obviamente al Cid, un hombre de guerra que tuvo talento militar y se lo reconocen los musulmanes, capaz de tomar Valencia con sus huestes y frenar la avalancha almorávide. Si nos vamos al siglo XV encontramos figuras en la frontera de Granada como la del marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, que es un hombre con una gran experiencia militar y de cuyo consejo se guiarán los monarcas. Otro es Pelayo Pérez Correa, maestro de la Orden de Santiago en el siglo XIII, que va a actuar como consejero de Fernando III. Son gente de frontera que se ha bregado y que sabe cómo se hace la guerra.
P.C.: Todos estos nombres nos conducen finalmente al de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. ¿El dominio del imperio español en los siglos posteriores nace de la Reconquista?
F.GF.: Estoy convencido de ello y creo que se debería trabajar en un estudio prosopográfico de los individuos que aparecen en las guerras de Italia y en América. Si se pudieran estudiar las familias de esos soldados que pertenecen a los tercios seguramente nos encontraríamos con padres que estuvieron en las campañas de Granada y abuelos que participaron en los conflictos civiles de Castilla.
Eso nos coloca ante una sociedad que termina un conflicto, que está habituada a hacer la guerra y a la que se le abren nuevos escenarios a los que traslada toda la experiencia acumulada después de ocho siglos combatiendo a un enemigo de distinta religión.
Autor de multitud de estudios sobre la figura de Rodrígo Díaz de Vivar, David Porrinas, medievalista de la Universidad de Extremadura, explica la verdadera historia del héroe literario.
El director de las jornadas sobre la Reconquista desmiente alguno de los tópicos sobre al-Ándalus y la vida de los cristianos en territorio musulmán.