Pablo Casado Muriel | 26 de octubre de 2020
El fundador de Altum Faithful Investing explica el modo de trabajar de una firma que apuesta por la coherencia entre la inversión y el magisterio de la Iglesia.
Borja Barragán fundó hace tres años Altum Faithful Investing, firma de inversión sostenida por la Doctrina Social de la Iglesia. En un sector acostumbrado a tópicos como el de los «tiburones» o los «lobos de Wall Street», esta compañía apuesta por la «evangelización a través de las finanzas» y ofrece a sus clientes una serie de carteras que garantizan la inversión en empresas que no chocan con el magisterio de la Iglesia en aspectos como la defensa de la dignidad humana, la Creación o la familia. Del cortoplacismo especulativo, al hombre como centro de la economía.
Pregunta: «Señor me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». ¿La parábola de los talentos es la inspiración de Altum?
Respuesta: Sin duda. Esto surgió de manera casual, algunos lo llaman así, en conversación con religiosos. Yo trabajaba en banca de inversión y me comentaban que ellos se encuentran desamparados a la hora de realizar, sobre todo, sus inversiones. Empecé a profundizar y me encontré con dos cosas muy graves: la grandísima cantidad de comisiones que se les cobraba y la falta de coherencia entre su fe y su cartera de inversiones. Algunos me decían que, si el papa Francisco fuese a verlos y les preguntase en qué estaban invertidos, muy probablemente les daría más de un pescozón.
Yo me planteé aquello de lo que sabía, que era el mundo de la inversión, porque llevaba quince años muy metido en carteras, y cómo poner mis talentos al servicio de los demás, que en este caso es el de hacer carteras de inversión coherentes con el magisterio católico.
Pregunta: No sé si una firma de inversión puede prometer tanto beneficio como el de la parábola de los talentos, que es el doble de lo entregado.
Respuesta: Por eso nosotros hablamos siempre del «beneficio adecuado». Tenemos que ser absolutamente profesionales, igual que cualquier banca privada, y uno de nuestros lemas es el de desmitificar el hecho de que incorporar una serie de criterios éticos a la hora de invertir sacrifique rentabilidad. Lo que estamos viendo en nuestras propias carteras es que se comportan al menos tan bien como la inversión convencional.
El beneficio para una empresa es como respirar para una persona. Necesitamos respirar para poder vivir, pero el objetivo en nuestra vida no es respirar, es uno mucho mayor
P.: La parábola de los talentos, la expulsión de los mercaderes y cambistas del templo, el pago de impuestos a los romanos… Jesús se ocupó de la economía de un modo muy práctico, ¿lo ha hecho también el magisterio de la Iglesia?
R.: Tenemos a santo Tomás, que se ocupa de la economía, la Escuela de Salamanca, que es de origen religioso y también trata el tema, y últimamente tenemos unos documentos pastorales muy potentes al respecto: Centesimus annus de san Juan Pablo II, Caritas in veritate de Benedicto XVI y todo lo que está haciendo el papa Francisco con «La economía de Francisco» y en la Laudati si también se hacen algunas menciones. Por lo tanto, sí es verdad que la Iglesia se está empezando a preocupar por el tema económico y de manera concreta con las inversiones. No olvidemos que la CISVA, que es el órgano que se encarga de los institutos religiosos, lanzó hace dos años unas guías orientativas con aspectos a tener en cuenta en relación al modo de gestionar el patrimonio que les ha sido confiado.
P.: Comentaba el interés del papa Francisco por repensar la economía y estamos a la espera de que se pueda celebrar el encuentro de «La economía de Francisco» en Asís. ¿Repensar la economía es sinónimo de derribar el capitalismo?
R.: Repensar la economía es pasar de una economía con el beneficio como único fin a una economía al servicio de la persona. Las tres encíclicas que antes mencionaba nos dicen que la economía debe estar al servicio del pleno desarrollo de la persona y no para el pleno desarrollo del pleno beneficio. En muchos casos, cuando nos planteamos el beneficio lo hacemos de una forma puramente cortoplacista y sin importar el qué, el «no matter what», que dicen los ingleses. Desde el punto de vista del cuidado del medio ambiente y demás, el perseguir un beneficio muy cortoplacista ha provocado que no se haga un uso y una administración correcta de la Creación.
P.: Las carteras de inversión de Altum se crean en base a una serie de principios que no choquen contra la Doctrina Social de la Iglesia. Se buscan compañías que no entren en conflicto con la defensa de la dignidad humana, la lucha contra las adicciones, la defensa de la familia… Son unos requisitos exigentes, pero demuestran que esto es compatible con la economía de hoy.
R.: Nosotros no hemos reinventado la rueda, pero nos podemos atribuir el hecho de atrevernos a hablar de algunas cosas de las que muchas multinacionales tienen miedo a hablar. Nosotros hablamos de investigación de células madre, de instrumentalización de la procreación, abortos, anticonceptivos, ideología de género… Eso nos da una libertad para poder plasmar unos criterios que la Doctrina Social de la Iglesia apoya y promueve. Una vez tomada la decisión de llevar a cabo esos criterios, lo hacemos con absoluta profesionalidad y de manera rigurosa. Nosotros ayudamos a nuestros clientes a que pueden invertir de forma coherente con el magisterio de la Iglesia y tenemos que ser muy pulcros en cuanto a las evidencias y necesidad de información que tenemos para tomar esas decisiones.
Hay congregaciones que lo están pasando regular, en el mundo diocesano las donaciones se están viendo comprometidas por el tema de la COVID, pero yo estoy viendo movimientos de solidaridad y ayuda intercongregacional
P.: Apuestan por empresas más pequeñas que cumplan con la Doctrina Social de la Iglesia.
R.: Invertimos en empresas que no entran en conflicto con el magisterio de la Iglesia. Una empresa que hace puertas, por ejemplo, en principio no entra en conflicto, pero vamos más allá. Esa empresa puede tener en su política de filantropía la donación a Planned Parenthood, uno de los mayores lobbies proabortistas a nivel mundial. Entonces limitaríamos la inversión en esa compañía, porque están fomentando algo que sí entra en conflicto con la Doctrina Social de la Iglesia.
P.: Incluso proponen a las compañías el sentarse juntos para dialogar y mejorar en estas cuestiones. ¿Esto entra en un terreno más de evangelización que empresarial?
R.: Nuestra misión es evangelizar en el mundo de las finanzas. Hay muchas maneras de hacerlo, a mí se me ocurren dos que caen por su propio peso. Por un lado, nuestros clientes nos dicen que no solo les importa el cómo uso el dinero, sino el cómo lo obtengo. Nosotros nos enfocamos ahí, para que la inversión de la que obtienes unos rendimientos sea lícita. Por otro lado, tenemos el engagement, generar un diálogo con las compañías en el que puedas evangelizar, un diálogo en el que incluso puedes influir en sus decisiones. Tenemos el caso de dos farmacéuticas que se están replanteando su política sobre la investigación con células madre embrionarias. Ese es un fruto inimaginable para nosotros cuando empezamos hace tres años.
P.: También se ocupan del asesoramiento a instituciones religiosas. Con la situación actual, la crisis económica y una sociedad cada vez más secularizada, ¿su viabilidad está comprometida?
R.: Hay de todo en la viña del Señor. Hay congregaciones que lo están pasando regular, en el mundo diocesano las donaciones se están viendo comprometidas por el tema de la COVID, pero yo estoy viendo movimientos de solidaridad y ayuda intercongregacional. Hay una reciprocidad ante la que yo me quito el sombrero.
P.: ¿Un proyecto empresarial cristiano es sinónimo de ganar menos dinero?
R.: En absoluto. Las empresas tienen que generar beneficio, es una manera de medir la eficiencia del uso de los recursos que está haciendo y el beneficio para una empresa es como respirar para una persona. Necesitamos respirar para poder vivir, pero el objetivo en nuestra vida no es respirar, es uno mucho mayor. El uso que se haga de ese beneficio es donde entramos más en ideas como las de la «economía de Francisco» o la «economía social», donde tenemos que mirar no solo la cuenta bancaria de los accionistas, sino a nuestro alrededor por si nuestro beneficio puede ayudar a otras personas. Es decir, poner a la persona en el centro de la economía, como decíamos antes.
P.: Y una última pregunta habitual en la prensa económica: ¿es este un buen momento para invertir?
R.: Es un momento de tremenda incertidumbre. Sí vemos algunos sectores en los que hay grandes oportunidades. Creemos que el tema del coronavirus ha afectado de pleno y se está descontando que esta situación va a ser igual en los próximos cuatro o cinco años, y entendemos que no, que el impacto del coronavirus se irá apaciguando y la maquinaria de la economía retomará su propio paso y habrá buenas recuperaciones. Por lo tanto, sí vemos sectores en los que es un buen momento para invertir.
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