Pablo Casado Muriel | 27 de septiembre de 2019
Autor de multitud de estudios sobre la figura de Rodrígo Díaz de Vivar, David Porrinas, medievalista de la Universidad de Extremadura, explica la verdadera historia del héroe literario.
Suscríbete a nuestro canal en iVoox
La figura de Rodrigo Díaz llega a nuestros días en forma de héroe épico y gracias al Cantar de mio Cid. Más allá de ese personaje literario existe un verdadero Campeador que, en tiempos de la Reconquista, tuvo la intención de crear un principado independiente en torno a la ciudad de Valencia.
Sobre el Cid histórico ha trabajado intensamente David Porrinas, profesor medievalista de la Universidad de Extremadura y uno de los participantes en las jornadas sobre la Reconquista que organizan el Instituto CEU de Estudios Históricos y la Fundación Villacisneros los próximos 22, 23 y 24 de octubre.
Pablo Casado: Empecemos comentando la relación entre el Cid y la Reconquista, un asunto que tratará en las jornadas que antes comentaba. ¿Un personaje y un periodo histórico en los que la idealización ha terminado por sobreponerse a la realidad?
David Porrinas: Es un fenómeno que se produce, el de la idealización de la Reconquista. Lo cual no quiere decir que en la propia Edad Media, aunque no existiera el término como tal, ya que hasta el siglo XIX no se habla de Reconquista, no encontremos algunos escritos con esa noción, esa idea de reconquista. Eso sí aparece plasmado en escritos medievales, algunos incluso relacionados también con el Cid.
P.C.: ¿Pero se podría hablar de Rodrigo Díaz de Vivar como un caballero que avanza con sus tropas pensando en recuperar territorio a los musulmanes?
D.P.: No. Por lo que conocemos no podemos pensar que esa sea su principal motivación. Otra cosa es que él utilice ese argumento para legitimar la conquista de Valencia. El Cid lo que intenta es convertir una especie de principado de taifas gobernado por un cristiano como es él en un reino. Para eso necesita rodearse de una legitimad y parte puede conseguirla por esa noción de reconquista que, de hecho, queda plasmada en un diploma de 1098, cuatro años después de conquistar la ciudad. Rodrigo Díaz dota la catedral de Valencia con un nuevo obispo y en el preámbulo de ese texto aparece esa idea de reconquista y el Cid se presenta como un agente de esa reconquista que, aunque no se denomine así, se plasma como concepto.
El Cid tiene sus propios planes y sabe que dentro de la corte no puede prosperar
P.C.: La mayoría conocemos la historia del Cid a través del Cantar. En ese texto se nos presenta al personaje como un caballero desterrado preocupado por recuperar su honra pública y el favor del rey Alfonso VI. Las fuentes históricas, por el contrario, dejan ver a una especie de disidente de la corte.
D.P.: Realmente él era un disidente. El Cid es desterrado porque lleva a cabo una serie de acciones que contravienen a la política de su rey. El destierro estaba bien regulado en esa época y era una opción que se podía aplicar para castigar a vasallos rebeldes. Y no parece que la voluntad del Cid sea la de recuperar el favor real. Él está a lo suyo, ha conseguido un puesto importante junto a los príncipes de la taifa de Zaragoza e, incluso, podemos intuir que en alguna ocasión tiene la posibilidad de volver y decide quedarse. Es un personaje que actúa de una manera autónoma, que tiene sus propios planes y que sabe que dentro de la corte no puede prosperar.
P.C.: Donde no encontramos diferencias notables entre mito y realidad es en la representación de Rodrigo Díaz como un gran guerrero. Ya en su tiempo era conocido con el epíteto de Campeador, “señor del campo de batalla”.
D.P.: Era conocido y él mismo firmaba así. En ese diploma de la catedral de Valencia que mencionábamos antes él firma como Campidoctor, Campeador. Ese epíteto, ganado en vida, viene a ilustrar su capacidad no solo para salir victorioso de las varias batallas campales en las que actuó como comandante y combatiente, sino también a su habilidad para ser “campeón”, dualista. Para vencer al rival en combates individuales, judiciales, una modalidad que había para resolver ciertos litigios.
P.C.: El cine y la literatura nos hace imaginar la guerra medieval con sus grandes batallas campales y sus ejércitos de caballeros con armadura. Sin embargo, ese recurso era utilizado en escasas ocasiones y se optaba por las “cabalgadas” para debilitar al enemigo.
D.P.: La guerra en la Edad Media giraba en torno al dominio y la defensa de puntos fuertes, de fortalezas y castillos. No se podía conquistar un territorio sin dominar estas fortalezas. Para preparar el asedio se empobrecía el territorio económica y moralmente. Se destruían los recursos para abastecer, al mismo tiempo, a las propias tropas.
La batalla es un recurso que se intentaba eludir porque era jugarse toda la partida a una carta. El Cid es un caso anómalo, no solo porque no evite la batalla, es que en ocasiones la busca frente a ejércitos más numerosos que el suyo. Sabe que la única manera que tiene de quitárselo de encima es venciéndolos en una batalla campal. Por ejemplo, al poco de conquistar Valencia tiene que hacer frente a un ejército almorávide para evitar un largo asedio para el que no estaban preparados.
Las leyendas surgen en torno al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde se pretende convertir al Cid en una especia de santo
P.C.: Unos almorávides que llevaban poco tiempo en la península y que estaban sembrando el terror entre los reinos cristianos.
D.P.: Y el Cid destaca porque es el único comandante que, en unos 15 años, consigue vencerlos en dos ocasiones. Otras huestes, como las del propio Alfonso VI, estaban siendo derrotadas. En una de esas derrotas muere el único hijo varón del Cid, Diego, en la batalla de Consuegra. En otra, en Uclés, morirá el heredero varón del rey. Esas victorias son una de las razones por las que el Cid Campeador se acaba convirtiendo en un mito.
P.C.: Un mito de tal calibre que incluso se plantea la hipótesis de que el Cantar de mio Cid se pase por escrito para motivar a las tropas que se encaminan a la batalla de Las Navas de Tolosa.
D.P.: Es una posibilidad. El Cantar es posible que comenzará a transmitirse de modo oral muy poco después de la muerte del Cid. La primera mención al mio Cid aparece en un poema de mediados del siglo XII, unos 50 años después de la muerte de Rodrigo, que relata una cruzada que tuvo como consecuencia la conquista de Almería. Pero no será hasta finales del XII principios del XIII cuando ese Cantar se ponga por escrito. Y da la sensación, cuando se lee, de que es una especia de preparación para la batalla campal, una lucha en la que se tienen que tomar ciertas cautelas y precauciones. En el Cantar el gran éxito militar del Cid, que es la conquista de Valencia, prácticamente pasa desapercibida mientras se les presta mucha más atención a distintas batallas campales, la mayoría de ellas ficticias. Esto podría servir no solo de elemento motivador, también como didáctico para aquellos combatientes que iban a participar en Las Navas de Tolosa.
Una de las atribuciones de los reyes medievales es la de comandar a sus ejércitos, y se entendía que las mujeres no estaban capacitadas para esto
P.C.: Tras la conquista de Valencia, Rodrigo Díaz pretende organizar un principado independiente que le lleva a acercarse a la Santa Sede, ¿qué puede conseguir del papado?
D.P.: Este es un aspecto muy interesante y muy poco conocido. Es una posibilidad que he estudiado y que encaja bastante con un modelo de vasallaje al papado que han ejercido otros reinos de reciente creación para legitimarse, como el recién creado reino de Aragón, que llevan a cabo ese vasallaje al menos desde el reinado de Sancho Ramírez, y también conocemos este vasallaje de señores normandos que han conquistado territorios en el sur de Italia y Sicilia. Otro ejemplo lo tenemos en la Inglaterra tomada por Guillermo el Conquistador. Saben que es quien les va a proteger de las agresiones de otros enemigos cristianos que quieran frenar el proceso de consolidación de un nuevo reino. El Papa en este momento no tiene un poder militar, pero si tiene capacidad legitimadora para señoríos que se están creando gracias a la expansión de la cristiandad y la conquista.
P.C.: El Cid toma Valencia, es señor de la ciudad… pero tras su muerte no se consigue consolidar su territorio. ¿Qué ocurre?
D.P.: Posiblemente la mayor desgracia que le sucede a Rodrigo Díaz es la muerte de su hijo Diego, que hubiera sido el puntal para construir una dinastía. Estamos en un tiempo, finales del siglo XI, en los que es muy extraño ver a una mujer como gobernante. Una de las atribuciones de los reyes medievales es la de comandar a sus ejércitos, y se entendía que las mujeres no estaban capacitadas para esto. No podían ser caballeros y ese era un motivo que hacía muy difícil el que una mujer se convirtiese en reina y formase una dinastía en base a los territorios conquistados.
Tenemos ejemplos dramáticos que lo demuestran. Una de ellas se da en León y Castilla tras la muerte de Alfonso VI, tan solo queda como heredera su hija Urraca y su ascenso al trono motiva una guerra civil de las más cruentas que ha sufrido España. Lo mismo ocurre con el reinado de Matilde en la Inglaterra anglonormanda.
Entonces, ¿qué hacer para conservar el señorío del Cid? Jimena lo intenta con ese acercamiento al Papa y con los casamientos de sus hijas. Procura buscar matrimonios con líderes políticos que estén en condiciones, si no de defender los territorios, volver a conquistarlos en un futuro bajo el nombre de Rodrigo Díaz y así vincular a sus hijas con ese espacio conquistado por su padre. Así surgen los matrimonios con un infante de Navarra y con uno de los condes de Barcelona más importantes de aquel momento.
P.C.: La imagen del Cid venciendo una batalla después de muerto forma parte, pues, del mito.
D.P.: Este asunto es llamativo y curioso porque no aparece hasta el siglo XII entre las leyendas que surgen en torno al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde se pretende convertir al Cid en una especia de santo. ¿Puede tener alguna base histórica? Pues por poder, puede. Puede suceder que cuando en 1102 Jimena ve que no puede defender Valencia y decide abandonar y destruir la ciudad, tienen que trasladar el cuerpo embalsamado de Rodrigo Díaz hacia Castilla. Quién sabe si en ese traslado no hubo algún tipo de emboscada o combate menor con el enemigo y de ahí surja la leyenda del Cid venciendo una batalla después de muerto.
Arturo Pérez-Reverte relata la historia de Rodrígo Díaz de Vivar en una novela cargada de batallas y de instinto de supervivencia.
Un pódcast dedicado a la figura del Rodrigo Díaz de Vivar, a su verdadera historia y a la forja de la leyenda del Cid Campeador.