Vidal Arranz | 27 de septiembre de 2021
La criminóloga Paz Velasco, autora de Homo criminalis, desciende al estudio de tipos concretos de criminal como los pedófilos o los ciberdelincuentes, entre otros muchos.
La vallisoletana Paz Velasco se ha convertido en una referencia española en el ámbito de la criminología gracias a la publicación de dos libros fundamentales: Criminal-mente, que analizaba los fundamentos del estudio del crimen, y Homo criminalis, publicado este año, en el que desciende al estudio de tipos concretos de criminal como los pedófilos o los ciberdelincuentes, entre otros muchos. «Me apasiona el lado oscuro del ser humano. Tratar de entender a los criminales, no racionalmente, sino psicológicamente, o desde una perspectiva sociológica, es fascinante. Cuanto más les trato, más me intrigan». Y, por su trabajo, ha podido tratar con muchos. Incluso con aquellos que «te taladran con la mirada».
Velasco tiene, además, una posición disidente respecto del tratamiento que se está dando al problema de la violencia de género y defiende la necesidad de una comprensión verdaderamente integral del problema. «No todas las muertes de mujeres a manos de sus parejas se explican por el machismo», asegura. Y pide investigar mejor las causas para detectar patrones de riesgo que permitan intervenir y prevenir estos hechos.
Y respecto a los problemas derivados de la delincuencia en internet y los posibles engaños pedófilos, ofrece una recomendación a los padres: que los adolescentes no cuenten con cámara web en sus viajes por la red. Es una medida sencilla que, junto a la información, previene problemas.
Pregunta: Criminal-mente era un libro sobre los fundamentos y las claves que sustentan esta rama del saber. En Homo Criminalis baja al barro, a fajarse con las principales manifestaciones criminales del presente.
Respuesta: Con Criminal-mente intenté crear una introducción al mundo de la criminología centrándome en la más mediática (asesinos múltiples, madres asesinas…) En este segundo caso he tratado de mostrar la criminología del siglo XXI y su evolución respecto a la anterior. Cómo hemos pasado de la pedofilia del señor de los caramelos que iba al colegio en busca de los niños, a la pedofilia digital. Quería explicar qué está pasando en nuestro siglo con la criminalidad.
Pregunta: ¿Y qué está pasando?
Respuesta: Lo que está pasando es que la criminalidad evoluciona con la sociedad, con la modernidad, con la política, con la tecnología, con la economía, con la religión… Se adapta y encuentra nuevas maneras de delinquir, de captar víctimas, de encontrarse con niños y niñas de un modo oculto, ofreciéndoles incluso la posibilidad de llegar a ser artistas. Hemos pasado de una delincuencia interpersonal a una delincuencia virtual.
P.- El problema de lo virtual es que es un paraíso para el criminal pues garantiza el anonimato, la distancia, la frialdad emocional… Es un ecosistema muy proclive al delito.
R.- Es un ecosistema muy proclive y, además, es una nueva escena del crimen que da oportunidad a delinquir a personas que en la vida real jamás lo harían. Sujetos que en el mundo físico no distribuirían una imagen sexualmente comprometida de una persona, pueden ahora, en cambio, contribuir a reenviar las fotos, o cometer un delito de sexting. Es un ecosistema social en el que aparecen nuevos depredadores y nuevas formas de cometer delitos. Las personas que se pueden esconder en este anonimato, en esta falsa impunidad, dan ahora el paso.
El mal habita en nosotros y cualquiera, colocado en una situación extrema y extraordinaria, podría matar
P.- Esa sensación de impunidad libera los frenos morales y seguramente nos dice algo de cómo somos, y de nuestra necesidad de estímulos exteriores que nos recuerden que hay cosas que no debemos hacer.
R.- Internet es el mayor patio de juegos del mundo y es un lugar donde cada uno puede ser quien quiera. Lamentablemente también es un espacio virtual idóneo para las venganzas, ya sean venganzas privadas, personales, emocionales… Esto es así por esa sensación de impunidad de la que hemos hablado; una sensación falsa, por cierto, porque cada vez es más frecuente encontrar el rastro digital de una actuación en la red.
Pero también es un paraíso para el robo. La ciberdelincuencia económica representa uno de los tipos de delitos patrimoniales más alto en cifras. Está alcanzando unas tasas muy preocupantes. Casi el 20% de los delitos contra el patrimonio se realizan a través de internet mediante el uso de herramientas tecnológicas que permiten suplantaciones y el acceso fraudulento a cuentas bancarias, o a tarjetas de pago o crédito. Abundan las trampas a los ciudadanos para que faciliten voluntariamente la información que los ladrones necesitan para la suplantación.
P.- Y todas las medidas añadidas de seguridad que están implantando los bancos, ¿no han servido para frenar esto?
R.- No, por una razón. En el ciberespacio el impacto delictivo se multiplica porque son miles de personas las que tratan de delinquir. En el mundo físico, un único delincuente intentará robarle el bolso a una señora, pero no veinticinco a la vez. En internet tienes a miles de personas intentando atacar a una entidad bancaria, a una persona particular… y siempre hay alguien que lamentablemente pica. Gente que no tiene educación digital como para saber, por ejemplo, que cuando te envían un mensaje para resolver un supuesto problema y te invitan a facilitar una serie de datos o a pinchar en ciertos enlaces, probablemente estás facilitando una puerta de entrada para que puedan invadir tu móvil o tu ordenador. Pero, sobre todo, cada delincuente pone el anzuelo para miles de personas. Cuando crean esas páginas espejo del Santander, del BBVA, o del banco que sea, quizás no logren engañar a los usuarios más prevenidos, pero sí a personas mayores que están todavía adaptándose a estas tecnologías.
P.- ¿Hay perversiones nuevas que ahora estén creciendo?
R.- Lamentablemente, las motivaciones por las que el ser humano delinque, mata o agrede no han cambiado demasiado a lo largo del tiempo. Somos homo sapiens y como tales tenemos una serie de intereses, objetivos y emociones que siguen estando ahí. Lo que ocurre es que ahora los delitos son más visibles. Hay mucha más facilidad para acceder a la información, y hasta a las imágenes, y los delitos llegan a todo el mundo. Antes teníamos El Caso y poco más. Ahora todos tenemos acceso, a un golpe de clic, a la escena de un asesinato, una sentencia, o el historial criminal de alguien. Esto genera una distorsión, que es la de pensar que sufrimos la misma violencia que antes, o incluso más. Y no es así: la violencia en términos cuantitativos ha disminuido.
Internet no sólo es un ecosistema muy proclive para el delito, sino que es una nueva escena que ofrece la posibilidad para delinquir a personas que en la vida real jamás lo harían
P.- En Homo criminalis afirma que sólo un 10% de los homicidios tiene una finalidad práctica. Es sorprendente. En la mayoría de los sucesos están en juego sensaciones subjetivas, o reales, de injusticia y emociones como la ira, los celos, la lujuria, la codicia, la traición y el orgullo.
R.- Si vamos a la criminogenésis del asesinato ya vemos que el primero de todos, el de Caín a Abel, fue pasional. Son las pasiones -y las fantasías, en el caso de los asesinos en serie- las que hacen que un sujeto se termine convirtiendo en un superdepredador, en una persona letal. La lujuria, la dominación, el poder, el sadismo, la envidia… Aunque hay diferencias por sexos. El odio, la envidia y la venganza son tres emociones muy ligadas al crimen femenino. En el caso del masculino, en cambio, imperan el binomio sexo/sadismo junto al poder de dominación de la víctima.
P.- El lado oscuro del ser humano ¿tiene explicación o es una especie de agujero negro insondable?
R.- Tiene explicación. Hasta la llegada del racionalismo, la maldad residía en el alma y los que se ocupaban de ella eran los teólogos. Hoy se puede demostrar científicamente que la maldad anida en el cerebro. Hay una parte del cerebro, el lóbulo prefrontal, donde reside la capacidad para el mal. En algunos sujetos es posible detectar una anomalía biológica que les hace no tener empatía, ni miedo, no ver a los demás como personas, y les predispone a creer que el fin justifica los medios… Estos son rasgos que facilitan el mal, pero no implican necesariamente que el que los posea vaya a ser un criminal. Hay otros rasgos genéticos, como el gen mao-a, que se ha demostrado que proporcionan una importante predisposición a la agresividad y la violencia. Pero ojo, biología no es determinismo. Lo que esta información nos dice es que, en determinadas condiciones y circunstancias adversas, si tienes esta tendencia y además tienes ciertos rasgos de personalidad, eres un cóctel molotov. No hay una sola razón que te convierta en asesino, es la combinación de muchas. Estos sujetos tienen una predeterminación, pero finalmente son ellos los que deciden.
P.- En la primera parte del libro realiza una afirmación impactante: «Pensar que hay monstruos sueltos por el mundo es mucho más sencillo que aceptar que los verdaderos monstruos habitan en nosotros». Los clásicos y las religiones siempre lo supieron, pero parece que a los hijos de la posmodernidad les cuesta aceptarlo. Muchos ni siquiera creen en el mal.
R.- Yo sí creo en el mal porque lo he visto cara a cara. Y uno de sus rasgos más característicos es que se esconde tras una fachada compensatoria brutal. Delante de los demás, en su entorno, no muestran esa realidad, por eso es tan habitual eso que tanto se oye de «nadie podía imaginarlo, era una persona muy normal».
El mal habita entre nosotros y cualquiera de nosotros, colocado en una situación extrema y extraordinaria, por necesidad de supervivencia, o para proteger a los propios, podría matar, porque tenemos la capacidad para ello, y es una capacidad que ha sido esencial para nuestra supervivencia como especie. Pero, ojo, no es lo mismo tener esa capacidad de matar en un momento dado que ser un asesino. Es muy diferente.
Aquí en España tenemos muchos ejemplos, pero hasta 1975 no se podía hablar de asesinos en serie y los teníamos…
Yo sí creo en el mal porque lo he visto cara a cara y uno de sus rasgos más característicos es que se esconde tras una fachada compensatoria brutal
P.- ¿Quiénes?
R.- Estaban el Arropiero o al Jarabo, que es el primer asesino múltiple de nuestro país que alteró la escena del crimen, creando pistas falsas para despistar a la policía. También tenemos al asesino de la calle Grilo, un sastre que mató a toda su familia, o a una niña de 13 años que fue envenenando a sus hermanos con matarratas para no tener que cuidarlos. Tenemos una crónica negra impresionante.
Estar delante de Angie, la mujer que asesinó a Ana Páez, te pone los pelos de punta porque cuando Angie te mira, te taladra. Es una psicópata primaria. Cuando ves a gente como Angie, o como Ana Julia Quezada, o Patrick Nogueira, o tantos otros, dices: es que no estamos a salvo nadie. Cuando se cruzan en tu camino te das cuenta de lo vulnerables que somos como personas.
P.- Nuestra condición moral es frágil…
R.- Muchísimo.
P.- Todos somos capaces de matar, afirma en su obra, citando a la científica psicológica Julia Shaw. Desde la filosofía también nos lo advirtió Elías Canetti. Pero cuesta aceptarlo.
R.- Julia Shaw analiza la maldad desde la psicología. Es verdad que en muchos casos de legítima defensa, o de hombres o mujeres que han terminado matando a su pareja, aparece muchas veces el reconocimiento de un momento de descontrol: no sé lo que me pasó, era ella o yo. Ahí ves como esa capacidad que tenemos les hace reaccionar de un determinado modo.
P.- Muchos tipos de criminales tienen en común la idea de que justifican sus actos apelando a una cierta idea de justicia.
R.- Nosotros, como personas, hemos sido educados en unas reglas que nos indican lo que está bien y mal. Por eso, cuando cometemos un acto antisocial, o ilícito, tratamos de legitimar esa conducta. Esto es lo que se llama distorsiones cognitivas. Un tipo de pensamiento que me hace interpretar mis actos criminales como correctos, o incluso como buenos. Veamos el caso de los pedófilos digitales que consumen imágenes: su justificación es que ellos no están tocando a los niños y, por tanto, no están cometiendo ningún delito. El problema es que para que esas imágenes estén disponibles para ellos ha habido un productor que sí que ha abusado del menor. De modo que sí que están cometiendo un delito.
En el caso de algunos asesinos que se consideran justicieros existe también una distorsión cognitiva, de tipo emocional. Buscan en agravios personales la legitimación para el crimen: «tenía una aventura con mi mujer«, «quería quedarse con mis tierras»… En su cabeza esas razones justifican su respuesta criminal, pero es una valoración de la realidad distorsionada por la emoción y ajena a los códigos sociales o legales. Y aún habría un tercer caso en el que el asesino justificaría su comportamiento alegando que su código moral es distinto al de los demás. Un caso muy claro sería el del psicópata corporativo, el psicópata emocional.
Casi el 20% de los delitos contra el patrimonio se cometen ya a través de internet
P.- Es perturbador comprobar cuantos psicópatas pululan a nuestro alrededor, aunque no todos sean criminales. Algunos incluso nos dirigen…
R.- Sí, porque algunos rasgos de la psicopatía tienen muchos puntos en común con los rasgos necesarios para el liderazgo; son muy afines. De modo que el psicópata corporativo sabe perfectamente cómo llegar a la cima. Todo lo que implique poder, beneficio económico y notoriedad es algo que encanta a estas personas. Buscan protagonismo y tienen altas dosis de narcisismo y egoísmo. Y saben como manipular a su entorno. Muchas veces para llegar a la cima conviene no tener la capacidad de empatizar y preocuparnos por los demás, por las personas concretas. Ellos están dispuestos a pisar, a atropellar… a hacer lo que haga falta.
P.- Es preocupante la descripción que realiza de la personalidad malvada porque muchos de sus rasgos están especialmente extendidos en nuestro tiempo: egoísmo, narcisismo, maquiavelismo, personalidad interesada…
R.- No sólo están extendidas, sino que se vitorean e incluso se buscan para determinados puestos de trabajo. Una persona que tenga capacidad de manipular o de mentir puede llegar muy lejos. Son rasgos que siempre han estado ahí, pero que ahora se utilizan para alcanzar el éxito.
P.- ¿Nos convierte esto en una sociedad tóxica?
R.- En una sociedad tóxica y en una sociedad que propone como modelos de conducta a personas que son peligrosas personalmente, emocionalmente y profesionalmente. Tipos que quizás no lleguen a matar a nadie, pero que pueden arruinar a su entorno en todos los sentidos. Esto comenzó en los años 90, con la fascinación por el típico broker de Wall Street.
P.- Durante siglos la sociedad consideró que determinados asesinos eran seres sobrenaturales envueltos en mitos y leyendas. Es el caso de los vampiros y las brujas. ¿De dónde surge esa necesidad de envolver en misterio ciertos comportamientos criminales?
R.- Hasta no hace tanto, los crímenes siempre se cometían sobre personas conocidas y eran sucesos que, de un modo u otro, tenían una motivación. Se mataba por honor, por poder, porque has violado a mi hija, porque me has quitado tierras… Pero ¿qué pasa cuando alguien mata sin un motivo aparente y se come parcialmente a su víctima, como Romasanta?
En estos casos, al no poder entender su comportamiento, se vinculaban a realidades misteriosas, a mitos y leyendas que la gente ha escuchado sobre seres sobrenaturales, como los vampiros, o los hombres lobo. Sólo con el racionalismo se empieza a hablar de los trastornos mentales y a entender por qué ciertas personas pueden querer matar a desconocidos.
Las motivaciones por las que un ser humano delinque, mata o agrede no han cambiado demasiado. Lo que ocurre es que ahora los delitos son más visibles
P.- Su libro aporta algunas buenas noticias: la principal, que, en contra de nuestra percepción habitual, las muertes violentas no han dejado de disminuir en la historia y que ahora son muy pocas respecto a otros periodos.
R.- La violencia ha disminuido y lo ha hecho a nivel mundial. Cualquier momento anterior ha sido más violento. ¿Por qué estamos convencidos de lo contrario? Porque visualizamos mucho más los crímenes y tenemos acceso constante a ellos. Pero no somos más violentos. Lo que sí hacemos es consumir más violencia audiovisual y más información sobre ella. El periodismo de sucesos se ha disparado en este país. Y quien habla de periodismo dice libros, novela negra, documentales, recreaciones de sucesos… Pero los datos van por otra parte. En España no llegamos a 400 homicidios al año. Eso es una tasa bajísima. Más baja que en Europa, y si la comparamos con las cifras de Hispanoamérica o Estados Unidos, es irrisoria. Pero si contamos un mismo crimen ocho veces o durante semanas en la televisión esto crea una percepción social alarmante.
P.- Un ejemplo de ese «alarmismo mediático» puede verse en la información sobre la violencia contra las mujeres, me parece.
R.- Es verdad que la repetición puede llevar a sobredimensionar el problema. Conviene que no olvidemos que España es el quinto país del mundo más seguro para una mujer, y a veces, escuchando a ciertas personas, no lo parece. Con todo, este no es el principal problema.
P.- ¿Cuál es, en su opinión?
R.- El problema es que, en este país, el enfoque de la violencia de género es muy reduccionista, y todo se interpreta como resultado del machismo. En países como Francia, cuando ocurre un crimen en el seno de la pareja, investigan la motivación, se preguntan qué ha ocurrido para que el hombre matara a la mujer, estudian si tenía adicciones, si había problemas de pareja, si padecía algún trastorno mental… Aquí en España no se entra a averiguar qué ha pasado. Y dentro de una pareja pasan muchas cosas. Y hay muchas causas, no sólo una. Si nos preguntáramos por las causas de esas muertes podríamos prevenir establecer patrones de conducta, que nos permitirían detectar situaciones de peligro y prevenir.
P.- El problema de este reduccionismo es que al final lo deriva todo a lo educativo, a la educación en igualdad, mientras se desatiende otras claves, como la gestión de las emociones, de la impulsividad.
R.- Exacto y también se desprecia el modo como algunas mujeres tratan a sus parejas. Porque hay algunos casos en los que el crimen es el resultado de una explosión emocional, de un «no puedo más». La paradoja es que admitimos que pueda haber hombres capaces de llevar a sus parejas a esa situación extrema, pero no somos capaces de concebir el caso inverso. Pero, ojito, que hay mujeres que son auténticas «perlas».
Algunos rasgos de la psicopatía tienen muchos puntos en común con los rasgos necesarios para el liderazgo
P.- Tampoco se ha analizado si la actual legislación que regula los derechos de custodia sobre los hijos puede ser una posible causa. En muchos casos el divorcio puede destrozarle al varón la vida porque se queda sin mujer, sin hijos ni familia, sin casa, y con obligaciones económicas que asumir.
R.- En el caso de tener hijos menores, de modo automático, salvo que él pida la custodia compartida, la custodia suele ser para ella. Más la casa que pierdes, más el alquiler que tienes que pagar en tu nueva vivienda, más una pensión compensatoria en el caso de que el nivel de vida de ella disminuya, más los alimentos… ¿Cómo se hace todo eso con un sueldo normal? Es un problema que no se quiere ver ni analizar.
P.- En su libro analiza algunos casos muy singulares de personalidades desviadas y me ha llamado la atención el caso de los incels, los célibes involuntarios, que llegan a asesinar como protesta por su virginidad. Parecen personas frustradas por el incumplimiento de la promesa de «sexo para todos» que tácticamente planteaba la revolución sexual.
R.- Me encanta esa frase. Es así. Además, ellos no quieren tener sexo con cualquier mujer, sino con las mujeres estupendas. De ahí viene su frustración. Ven la cuestión desde un determinismo sexual que les hace pensar que, por ser más bajos, o más feos, o más endebles, no van a poder tener acceso a esas mujeres diez. Pero conocemos muchos casos, sobre todo en el mundo del cine, que prueban lo contrario. La verdadera causa de que no puedan acceder a esas mujeres es su misoginia.
El movimiento incel es muy interesante porque nace, se desarrolla y crece en internet. Es un grupo bastante numeroso en Estados Unidos, y en Gran Bretaña, que se caracteriza por compartir la frustración que les produce ser vírgenes a los veinte o veintitantos años, o incluso con menos edad. Y esa frustración los lleva a culpar a las mujeres, porque no los eligen.
Tenemos un modelo de sociedad tóxico que vitorea y celebra los rasgos de la personalidad malvada
P.- Refleja una gran distorsión sobre el modo de entender las relaciones afectivas. Esta simplificación que reduce la pareja al sexo y luego esa otra que hace depender todo de la apariencia física.
R.- El movimiento incel está muy relacionado con la estética universitaria de las películas norteamericanas. El mundo de las hermandades, con tipos y tipas estupendas. Y esa necesidad de gustar a los demás y ser popular. Muchas películas dramatizan la virginidad y se ritualiza el momento en el que se va a perder, que suele coincidir con el fin del curso previo al ingreso en la universidad. Parece como si llegar virgen a la Universidad fuera una tara. Es algo muy relacionado con la cultura americana.
P.- Preocupan especialmente los delitos relacionados con el abuso de menores. ¿Hasta dónde están extendidos? ¿Funcionan las recomendaciones de autocontrol para los adolescentes?
R.- El pedófilo digital es el hombre del saco del siglo XXI. Cualquiera puede estar detrás de tu webcam. A muchos padres les falta una educación digital para explicarles a sus hijos los riesgos que existen. Prohibir no funciona, porque lo que no puedan hacer en tu casa lo harán luego en la de otro. O a través del móvil. Se trata de informarles para que vean los peligros. En el caso de los pedófilos digitales, tú nunca sabes quién está detrás de una webcam; puede que te diga que es una niña de 14 años y es un señor de 50.
Los groomers (los pedófilos digitales) basan su pedofilia en la fantasía y las imágenes; no suelen cometer abusos sexuales en el mundo real. Pero saben como seducir a niños que entran en foros y chats de adolescentes. Los observan, ven de qué hablan, se empapan de sus conversaciones, y, finalmente, son uno más. Y pueden estar hablando con veinte o treinta menores a la vez. Es un proceso largo de seducción.
También hay que saber que no todos los niños se relacionan con este tipo de personas. El perfil más habitual es el de un niño que pasa mucho tiempo solo, que está más aislado en el colegio. Tanto el groomer como su víctima deben tener unas características para encontrarse en la red. Son muy peligrosos porque son invisible. ¿Cómo prevenirlo? Hablando con tu hijo, explicándole los riesgos y, por supuesto, no regalándole una webcam con 12 años.
El movimiento de los célibes involuntarios, con 50 muertes en atentado a sus espaldas, es uno de los peores daños colaterales de la revolución sexual.
El anuncio por parte del Gobierno de incluir en el Código Penal la “exaltación del franquismo” debería activar todas las señales de alerta entre los defensores de la libertad y la democracia.