Al descenso de la natalidad hay que sumar los serios problemas para conciliar la vida familiar con la laboral.
Al descenso de la natalidad hay que sumar los serios problemas para conciliar la vida familiar con la laboral.
En las últimas décadas nos estamos encontrando ante una importante transformación en la institución familiar. En lo que respecta a los hijos, es de destacar el descenso de las tasas de natalidad, con niveles por debajo del reemplazo generacional. Al mismo tiempo, el significado que tienen los hijos para los padres actuales ha experimentado una importante metamorfosis.
Las nuevas técnicas de control de natalidad que permiten a las familias controlar el número de hijos que tienen, la incorporación de la mujer al mundo laboral, el costo económico de la vivienda, la educación u otros gastos involucrados en la crianza de los niños, así como la falta de servicios de apoyo formal que ayuden a las familias a conciliar la vida laboral y la familiar son algunos de los factores que se han relacionado con la disminución de las tasas de natalidad en nuestra sociedad actual.
Entre las causas más frecuentes a las que los jóvenes atribuyen el retraso en el inicio de la paternidad y la disminución de la natalidad se encuentran las dificultades para conciliar trabajo y familia y la significativa precariedad laboral, en un momento en el que los precios de la vivienda así como los costos para criar y educar a los hijos son cada vez más elevados.
El motivo económico no es el único, puesto que en familias con altos niveles de educación y con salarios elevados también encontramos unas bajas tasas de natalidad. De hecho, la educación y las carreras profesionales a menudo significan que las mujeres tienen hijos a edades más tardías. Si las mujeres con educación superior retrasan el matrimonio o la convivencia debido a las oportunidades en el mercado laboral, entonces la educación conduce a una menor probabilidad de concepción debido a la edad.
Pero hay más motivos por los que se decide postergar la paternidad. El incremento de los valores que enfatizan la realización personal, como el logro, la autonomía, la autodirección y el hedonismo, da lugar a que muchas personas quieran desarrollar sus competencias personales y profesionales antes de tener hijos.
En este nuevo contexto social, los hijos han pasado de ser considerados como algo colectivo (ejemplo: entendido como una aportación u obligación con la sociedad), a valorarse como algo privado y resultado de un proyecto propio y/o de la pareja. Esta manera de entender la paternidad/maternidad como algo privado implica una importante proyección afectiva, marcada por unas altas exigencias donde destaca la primacía del bienestar del menor y el miedo a no estar a la altura de sus necesidades.
Así, el tener hijos es resultado de un fuerte acto de reflexión, en el que se decide cuándo empezar a tenerlos y cuántos. Muchos padres se plantean tener menos hijos e invertir más en sus cuidados y necesidades. Sin embargo, al mismo tiempo, observamos que cada vez más pronto se escolarizan a los niños los cuales, en muchos casos, pasan un elevado número de horas separados de sus padres.
Los niños necesitan crecer en un ambiente contenedor que les cuide, les atienda y les permita desarrollarse física y emocionalmente
Los hijos quieren pasar tiempo con sus padres y desean que este tiempo sea de calidad. Piden la presencia y la atención de sus padres, y es justo eso lo que menos obtienen. No debemos olvidar que los padres siguen siendo la principal fuente de referencia, por lo que es fundamental involucrarse en interacciones significativas y de calidad con los hijos para que éstos puedan tener un desarrollo saludable.
Por todo lo anterior, es imprescindible desarrollar políticas sociales que protejan a la familia y que favorezcan el que esta pueda cumplir correctamente con sus funciones afectivas, socializadoras, económicas y asistenciales, apoyando a las familias que estén en situación de crisis o dificultad y fomentando el derecho de las familias a que tanto los padres como las madres se involucren activamente en la educación de sus hijos.
Al mismo tiempo, debemos reflexionar sobre si en algunas ocasiones se está dando más importancia a aspectos que no son realmente fundamentales. Hoy en día, se está privilegiando la urgencia y la obligación, ocupando en exceso a los niños con demasiadas actividades que no dejan lugar a la creatividad o al juego, llenando los vacíos con cosas que no son prioritarias.
Los niños no necesitan objetos materiales para ser felices. Necesitan crecer en un ambiente contenedor que les cuide, les atienda y les permita desarrollarse física y emocionalmente. Para ello es fundamental que se apoye desde la sociedad a las familias para que los padres puedan construir vínculos tempranos y significativos con sus hijos.
Insultos, odio, rechazo… Es lo que ocurre cuando se presiona a un niño para que se posicione a favor de uno de los padres, «en el lado de los buenos o de los malos”.
Los padres no deben exponer a sus hijos a la valoración de la sociedad, sabedores de que más allá de la red hay pederastas y amenazas por secuestro.