María Solano | 24 de abril de 2019
Una madre es condenada a dos meses de cárcel por dar un par de bofetones a su hijo.
La sentencia de un juzgado pontevedrés que condena a una madre por haber dado un par de bofetones a su hijo que se negaba a meterse en la ducha no ha pasado inadvertida. La polémica respecto al significado del precepto legal que permite una “corrección moderada y razonable” de los padres a sus hijos ha sido un tema estrella del debate mediático en los últimos tiempos.
De modo que no quiero hoy escribir sobre si un par de bofetones o dos guantazos a un niño de diez años son o no “moderados y razonables”. Tampoco podría juzgar, porque no conozco al niño ni a la madre. Ni al padre que, por cierto, es pieza clave en este caso, puesto que fue él quien inició la denuncia.
Sin embargo, podemos dar un paso más atrás para ver de dónde procede el problema. ¿Qué puede ocurrir para que una madre necesite castigar físicamente a un niño de diez años por una petición tan poco original y aparentemente razonable como que se meta en la ducha? Allí ya había una patente falta de autoridad. Porque a la edad de diez años hay peticiones que los hijos no deberían cuestionar, hasta el punto de enfrentarse a su madre y acabar, imagino, en una batalla dialéctica con el polémico bofetón. Pero tampoco es fácil comprender cómo una madre ha de llegar a un par de bofetones como recurso para conseguir algo en apariencia tan simple como que un hijo se duche.
La orden de alejamiento por seis meses a la que ha sido condenada la madre empeora la situación, porque el niño interpretará que su madre no es quién para educarlo
No soy partidaria de la corrección física, salvo contadas excepciones. Por ejemplo, puede ser la mejor forma de evitar un mal mayor en niños muy pequeños, sin capacidad de razonamiento, ante un comportamiento peligroso, como meter los dedos en un enchufe. En ese caso, la vinculación entre un pequeño cachete y el riesgo puede salvar la vida a nuestro hijo.
Cuando el niño razona correctamente, tenemos que razonar. Esa es la teoría, pero los padres podemos ser terriblemente imperfectos y eso no nos convierte necesariamente en malos padres. Con un niño ‘»contestón» no es raro imaginar a unos padres que pierdan los papeles, metan la pata hasta el fondo y den una bofetada, presos de los nervios. Son los mismos padres que también pueden rectificar y pedir perdón y con ello habrán ganado aún más crédito delante de sus hijos. El problema del caso que nos ocupa –que no parece que fuera un caso de violencia reiterada– es que desconocemos si la madre tuvo la oportunidad de pedir perdón a su hijo. Porque incluso si su decisión fue la equivocada al perder los nervios y utilizar el castigo físico, su autoridad no se habría visto perjudicada –incluso habría aumentado– si pudo pedir perdón.
Pero hay una consecuencia de la decisión del tribunal que ya resulta irreversible: a la madre le costará enormemente recuperar la natural autoridad jerárquica sobre su hijo, porque ha quedado totalmente desacreditada, primero por el padre –que la denunció– y luego por los tribunales que, a la postre, la han considerado culpable. Para ese niño, toda decisión de su madre se puede poner en cuestión, porque su auctoritas ha sido puesta en entredicho ni más ni menos que por un tribunal. Si a este hecho le añadimos la orden de alejamiento por seis meses a la que ha sido condenada, la situación empeora, porque el niño interpretará que su madre no es quién para educarlo.
Pero a ese chico de primaria, que quizá es «respondón» y aún no ha interiorizado el respeto a los mayores y el valor de la obediencia, le quedan muchos años de educación antes de estar preparado para la vida adulta. Su madre le dio un bofetón. Ahora su madre no podrá guiar su comportamiento con las normas que los niños requieren. El tribunal ha limitado todo riesgo para la integridad física del niño, pero ¿estamos seguros de que ha hecho lo correcto para su formación moral? ¿Qué consecuencias son peores? ¿Las de la pérdida de la autoridad de la madre o las de un par de bofetones por no querer meterse en la ducha?
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