Javier López Martínez | 27 de marzo de 2020
Usemos este tiempo de cuarentena familiar para encontrar formas nuevas y creativas de relacionarnos. Tendremos que tratar de emplear la paciencia, la comprensión mutua, la flexibilidad y el perdón.
La COVID-19 ha cambiado nuestras agendas, repletas de compromisos de un día para otro. Lo que parecía imposible se ha hecho real. Hay matrimonios, padres e hijos, suegros y yernos/nueras… que se veían durante unas horas muy limitadas cada día y que ahora se ven todas las horas y todos los días. Es, sin duda, un nuevo escenario al que nos enfrentamos. Convivir con la familia en estas condiciones puede ser una oportunidad de crecimiento y un regalo inesperado vivido desde la creatividad, pero puede ser también una situación estresante.
Todos reaccionamos de manera diferente a situaciones estresantes. La forma en que se responda al confinamiento en casa depende de nuestros antecedentes (v.g. no es lo mismo ser un joven sano que una persona mayor frágil o tener antecedentes de problemas mentales que no tenerlos) y del entorno en el que se vive (v.g. no es lo mismo vivir en una casa de 40 m2 que en una casa con piscina, o vivir con niños pequeños que vivir solo el matrimonio). Pero, además, siempre es clave cómo reaccionamos a nivel personal y familiar.
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Si en estos momentos es esencial la higiene física, también lo es la “higiene mental” para que no aparezcan algunos posibles efectos de la convivencia prolongada en un espacio reducido, como son: temer y preocuparse en exceso por la propia salud y la salud de los familiares; abatirse por sentimientos de tristeza sin explicación; padecer dificultades de atención y concentración; adquirir hábitos alimenticios o de sueño poco saludables, etc.
Cuidarse uno mismo y a la familia nos ayuda a sobrellevar el estrés de esta nueva situación que padecemos todos. Una de las cosas que se pueden hacer para mantener unas relaciones cordiales en la familia es evitar la saturación de noticias relacionadas con el coronavirus, incluidas las aportadas por las redes sociales. Escuchar repetidamente noticias sobre la pandemia es contraproducente y, por ello, nada recomendable. Mantenerse informado es importante y necesario, pero evitando los riesgos que conlleva. También conviene que todos en la familia cuiden su cuerpo, traten de comer comidas saludables, hagan ejercicio regularmente, descansen en el trabajo telemático o en los estudios, duerman lo suficiente y eviten el alcohol y las drogas.
Asimismo, es aconsejable tomarse tiempo para relajarse e intentar hacer actividades donde disfruten todos. En este sentido, una familia con tres hijos me comentaba que, desde que había comenzado el confinamiento, se ponen todos los días a las 18 horas a jugar juntos y habían desempolvado el Monopoly. Además, ahora que disponemos de más tiempo, que lo aprovechemos también para disfrutar de actividades simples como leer, tomarnos un café o una infusión tranquilamente sentados, escuchar buena música, ver buenas series y películas, hacer algo de ejercicio o simplemente salir a la terraza a que nos den el sol o el aire.
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Conviene también hablar con la pareja acerca de las preocupaciones y de cómo nos sentimos. Esto se puede hacer dentro y fuera de la familia con la que se convive. Es más importante que nunca llamar a la gente y no solo comunicarnos por WhatsApp. En las familias resulta útil buscar temas alternativos al de la pandemia; hay muchos y buenos. También es recomendable que nos escuchemos unos a otros y, si el momento lo requiere y es oportuno, usemos el sentido del humor.
Asimismo, es esencial mantener unas ciertas rutinas, pues un ritmo de vida ordenado favorece el bienestar emocional de todos los miembros de la familia. Ahora que no es posible seguir nuestra rutina habitual, tenemos que planificar qué haremos, cuándo y cómo. En esta planificación conviene no olvidar que es importante respetar los espacios y tiempos personales del resto de miembros de la familia. No todos tenemos los mismos gustos, los mismos ritmos, los mismos intereses. Hay que colaborar para que se respete la idiosincrasia de todos y cada uno de los miembros. Hay que dejar espacios para la autonomía de cada familiar, sin llegar a atosigarnos unos a otros.
Recordemos que vivimos todos la misma situación. Procuremos darnos tregua cuando nuestras respuestas a asuntos triviales parezcan un poco exageradas. Dejemos que los pequeños desencuentros se olviden. No hagamos “memoria histórica” de todos los conflictos. Sería estupendo que no hubiese ningún conflicto, ninguna crítica. La realidad es tozuda y nos dice que los habrá, pero tendremos que tratar de emplear la paciencia, la comprensión mutua, la flexibilidad y el perdón. Usemos este tiempo de cuarentena familiar para encontrar formas nuevas y creativas de relacionarnos. El culparnos mutuamente no es solución.
Seguramente, de esta experiencia familiar muchos saldrán fortalecidos y valorarán algunas cosas que no tenían en cuenta antes de pasar tanto tiempo en casa; relativizarán más las cosas menos importantes; tendrán mayor compasión, empatía y tolerancia; se habrán hecho más creativos. Incluso en algunos casos habrá cambios en las metas, valores, visión del mundo y un mayor aprecio de la vida. Esta situación es una oportunidad única que tenemos para crecer a nivel personal y familiar.
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