Hilda García | 06 de junio de 2019
No podemos deshacer un nudo sin saber cómo está hecho. El pasado es necesario para entender el presente. Deja una huella indeleble. Aprender de sus enseñanzas nos salva de cometer los mismos errores.
Vivir instalados en épocas pretéritas no es sano, pero ello no implica olvidar las raíces. Son nuestro pilar, lo que nos nutre y da vida. Hay principios que trascienden el paso del tiempo y es nuestro deber transmitirlos a una sociedad líquida huérfana de referentes.
“Internet ofrece amplios conocimientos, pero no enseña valores; y cuando se descuidan los valores, se degrada nuestra misma humanidad, y el hombre con facilidad pierde de vista su dignidad trascendente”, decía san Juan Pablo II. Somos esclavos de nuestro pasado y amos de nuestro futuro.