Hilda García | 07 de marzo de 2019
Todos conocemos casos de mujeres invisibles que dedican su vida a cuidar a los demás… y solo a eso. Desde la atención a sus hermanos pequeños, durante su niñez, hasta las responsabilidades como hija, esposa, madre y abuela, en la edad adulta. ¿No cree que todos merecemos un descanso?
Tras este silencio se esconden factores culturales y educativos que sitúan a la mujer invisible en la retaguardia. Se resigna a dejar aparcados sus anhelos, aspiraciones y necesidades. No dedica tiempo a sí misma. Su imprescindible labor no es valorada y su autoestima baja.
La mujer invisible carece de mirada propia y vive a través de otros. Las alegrías de los suyos son sus únicas alegrías y las penas son doblemente penas. Se preocupa por todos, pero ¿quién la cuida a ella? Mujer, hazte visible, hay vida fuera de los demás.