Hilda García | 11 de julio de 2019
La intolerancia empaña una causa demasiado seria como para disfrazarla.
“Soy muy tolerante… siempre que pienses como yo”. No es el nuevo lema multicolor, aunque podría serlo. Lucrativo negocio y coartada para excesos, el Orgullo es un tributo al mal gusto que no hace gala del respeto que reivindica.
La misma intransigencia que los irisados denuncian ha condenado a varios Ciudadanos. Que los naranjas bailen La yenka sin cesar no es delito. Y un extogado debería saberlo. Gestos como este solo consiguen que estemos orgullosos de no estar orgullosos.
“La tolerancia de la intolerancia es una tarea difícil que nos exige la época”, sostenía John Irving. Ser homosexual no es motivo de orgullo. Como tampoco ser heterosexual. La causa es demasiado seria como para disfrazarla de bufón. Tanto que a algunos todavía les cuesta la vida. No frivolicemos.
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