Hilda García | 27 de diciembre de 2018
Un año se despide y otro nos aguarda. Avanza la Navidad, una época con cierto sabor agridulce. Es tiempo de reencuentros y celebración, de ocio y presentes. Pero no para todos. Hay niños sin ilusión y adultos con el dolor de amargas ausencias.
En la nebulosa de la frivolidad y el consumismo, no debe diluirse el verdadero sentido del nacimiento de Jesús. Un motivo de consuelo y esperanza. “La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”, ha recordado el papa Francisco.
Agradecer lo que tenemos y compartirlo es la mejor manera de dar la bienvenida a 2019. Unamos esfuerzos para que no haya un menor sin sonrisa ni un mayor en soledad. Ojalá llegue el día en que la Navidad tenga un sabor dulce para todos. En nuestras manos está.