Cristina Barreiro | 01 de abril de 2019
El periodismo de Chaves Nogales muestra la Guerra Civil con toda su crudeza.
¿Puede establecerse la “equidistancia” cuando se habla de la tragedia civil? ¿Es posible ser ecuánime en el relato de 1936? Pasado el tiempo -ochenta años después del final de ese desastre-, solo un análisis en perspectiva puede hacernos entender esa barbarie española. Sin embargo, en estos tiempos del paso del olvido a la presencia parece que un conjunto de once relatos articulados en torno a los meses iniciales de la guerra se presenta como un legado de reflexión póstuma: A sangre y a fuego. Héroes, bestias y mártires de España.
Obra del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, autor de los reportajes más exitosos escritos en la Prensa española de los años veinte, su prólogo debía ser, para muchos, materia obligatoria en los colegios para saber qué fue la Guerra Civil. Durante muchos años y hasta 1993, en que se reeditó su trabajo gracias a la ingente tarea de Isabel Cinta, Chaves solo había sido recordado como autor de una magnífica biografía sobre el torero Juan Belmonte.
Pero su pluma, la de un reporter moderno, había llenado las páginas de Heraldo de Madrid, Estampa, La Acción o la reconocida revista España con fascinantes relatos viajeros en los que contaba su vuelta a Europa en avión (Un pequeño burgués en la Rusia Roja, 1929), la hiriente penuria del exilio imperial (Lo que ha quedado del imperio de los Zares, 1931) o las peripecias de un bailarín flamenco en su magistral El maestro Juan Martínez que estaba allí. Su lenguaje vital y directo, maestro del oficio, alabado incluso por César González-Ruano, lo lleva a la dirección del diario Ahora, convertido en el gran éxito periodístico de la Segunda República. “Pequeñoburgués liberal” –como el mismo se ha definido-, Chaves llegaba a la cima profesional en una España que, polarizada entre elementos extremistas, caminaba irrevocablemente a la catástrofe.
Las elecciones del Frente Popular marcaron el camino del desastre y Chaves,fiel a un republicanismo izquierdista de corte masón, se encontró –y cito textualmente- “en pleno régimen soviético”. Pero él no era un revolucionario. Tampoco un sectario. Siguió al frente del periódico y se convirtió en “camarada director”, en un diario gubernamental que alcanzó la máxima tirada de la Prensa republicana. Pero ese Madrid rojo, de violencia y represión, no era el que él defendía. Tampoco la España de correaje sublevada. Su país no era ese: abandonó la capital cuando el Gobierno de la República se trasladó a Valencia. Y al final, dejó su patria en noviembre de 1936, cuando tuvo la convicción de que “todo estaba perdido y no había nada que salvar”.
Para Chaves, nuestra guerra era la del fascismo contra el comunismo, dos ideologías extranjeras en las que no encontraba su espacio. Fusilable por los unos y por los otros, aunque la realidad histórica no sea, quizá, tan simplista. ¿Fue Chaves valiente? Porque es aquí, en este punto del exilio, cuando su obra A sangre y fuego toma cuerpo. Escritos desde París y publicados inicialmente en periódicos extranjeros (La Nación de Buenos Aires, el semanario francés Candine o el diario inglés Evening Standard), el testimonio del relato de Chaves nos acerca a la reflexión de la miseria, el sufrimiento del ser humano y el horror de la Guerra Civil. Lo hace a través de una “ficción” muy próxima, como la que en ¡Masacre! nos acerca al dilema moral de un miliciano, a la sospecha en el Madrid de la Escuadrilla de la venganza, en que cualquier militar podía ser un “fascista”, las delaciones y la actuación terrorista de comunistas en el asalto a la cárcel de San Román.
Pero Chaves también hila un relato en torno a los señoritos andaluces de cortijo, que en La gesta de los caballistas (el segundo de los relatos que integran la obra) se lanza a la caza de bandidos rojos como si se tratase de una montería. Leales y rebeldes milicianos que descubren una cadena de espionaje en el Madrid de los “bombardeos fascistas” es el argumento que encontramos en A lo lejos una lucecita.
Todos son episodios conocidos por Chaves de cerca que no por ser ficcionados dejaban de ser reales. El lenguaje sigue siendo cercano, directo y muy real. Porque, ¿no es certera la conversión de columnas de anarquistas en bandas de forajidos sembrando el terror en Levante? Esta es la historia que Chaves nos cuenta en La columna de hierro, en la que aparece un Durruti ya tornado en un inflexible caudillo autoritario.
El tesoro de Briesca deja un espacio a la cultura gracias al personaje de Arnal y la “Junta de Incautación y Conservación del Tesoro Artístico Nacional”, mientras que en Los guerreros marroquíes podemos intuir un planteamiento personal en el que Chaves se pregunta por lo absurdo de su participación en nuestra Guerra Civil, a través de la historia de Mohamed y su caída. Alguna nota cómica, en un conflicto que tuvo todo de cruel, se desprende en Bigornia, el nombre atribuido al “ogro metalúrgico anarquista” del arrabal que participa en el asalto al Cuartel de la Montaña.
Otra realidad, también contradictoria –como lo son todas las que se desprenden de la lectura de A sangre y fuego– encontramos en Consejo obrero, donde vemos muchos improvisados cambios de chaqueta, resultado de las bajezas humanas en los obreros de la retaguardia no sindicados. Estos nueve relatos son los que se publicaron en la primera edición de la obra, de 1937, un entreverado laberinto de traiciones personales. Ediciones posteriores añaden dos nuevos relatos, El Refugio y Hospital de Sangre, con los tintes de dramatismo propios derivados de los bombardeos de Vizcaya en 1937.
Chaves fue valiente. En un entorno de exilio, describió los laberintos de traiciones en tiempos de guerra abriendo, de nuevo, un espacio para una reflexión.
Pablo Casado Muriel & Chema Rubio
Analizamos con el historiador Luis Eugenio Togores la Guerra Civil española desde una perspectiva militar.
Una variada selección bibliográfica para acercarse a la guerra que partió la España de hace 80 años.