César Cervera | 01 de junio de 2019
La Europa actual recuerda a Elcano como un depredador hispano en busca de más recursos que explotar.
En 2017, se sucedieron las celebraciones en Europa por los 500 años del inicio de la llamada Reforma por parte de Martín Lutero, que clavó, en octubre de 1517, supuestamente (se trata de una leyenda, tan solo envió a nobles y obispos una serie de documentos), sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg. Incluso la Iglesia católica se unió a los reconocimientos hacia una figura considerada precursora de la modernidad, la libertad religiosa y hasta de la Ilustración, que vendría mucho después.
En 2019, hoy, España se las ve y se las desea para celebrar la primera circunnavegación al mundo por parte de Juan Sebastián Elcano. El Gobierno de Pedro Sánchez ha respaldado la conmemoración de los 500 años, pero con un perfil discreto para no herir sensibilidades. Porque, ya se sabe, la historia de España siempre las hiere, a pesar del carácter totalmente pacífico y técnico de esta efeméride. Ningún otro país parece por la labor de echar una mano, no más allá de lo simbólico. Filipinas, Chile y otros puntos fundamentales para la expedición Magallanes-Elcano no le dan la mínima importancia. Y Portugal está centrada en reivindicar los ocho apellidos lusos de Magallanes, marino naturalizado castellano, financiado por españoles y perseguido con saña por las tropas de Juan III de Portugal, que incluso intentó asesinarlo.
La Europa que marca hoy los tiempos está convencida de que la circunnavegación fue la aventura quijotesca del país de la Inquisición y el genocidio en América
Por no hablar de Inglaterra, que celebró la tercera circunnavegación por parte del pirata Francis Drake, casi sesenta años después que Elcano y con ayuda de pilotos y capitanes ibéricos, como si fuera la primera y la única. La reina Isabel así lo consideró, al permitir que Drake colocara en su escudo nobiliario un globo terráqueo con la inscripción «Primus Circumdedisti Me«. Y digo tercera porque a veces se olvida que en la expedición en la que murió Elcano, en 1526, un grupo de supervivientes también logró completar la vuelta al mundo bastante antes que los ingleses.
La Europa que marca hoy los tiempos y eleva a los héroes de nuestra civilización está convencida de que la Reforma representó la modernidad pura, mientras que la circunnavegación fue la aventura quijotesca, sin impacto en el mundo, del país de la Inquisición y el genocidio en América. En definitiva: que Lutero abrió las puertas a la libertad religiosa y a conceptos tan modernos como el divorcio, mientras que Magallanes y Elcano solo eran unos depredadores hispanos en busca de más recursos que explotar.
La realidad es que, a corto plazo, lo que Lutero legó al mundo fueron dos siglos de salvajes guerras religiosas en el Viejo Continente. Su defensa del divorcio dejó desasistidas a mujeres como Catalina de Aragón o Ana de Sajonia, esposa de Guillermo de Orange hasta que este se cansó. Su doctrina sirvió para enriquecer a los príncipes alemanes, unir de nuevo Estado e Iglesia (los soberanos de cada país serían las cabezas de las nuevas instituciones eclesiásticas) y reforzar el feudalismo que vivían los campesinos en muchos territorios alemanes. Al pueblo, que en su gran mayoría no sabía leer, le daba absolutamente igual el contenido teológico de aquella Reforma o Contrarreforma y, en muchos casos, se vio obligado a abrazar religiones por el mero hecho de que sus príncipes las eligieron.
#TalDiaComoHoy en 1519 zarpa la expedición de Magallanes-Elcano que descubrió el paso entre Atlántico y Pacífico y dio la primera vuelta al mundo pic.twitter.com/HWlXe2thyc
— Archivos de la Historia (@Arcdelahistori) August 10, 2018
¿Trajo aquello libertad religiosa? Lutero nunca toleró que la gente quisiera ser católica, calvinista, judía o de otras religiones. Serían luteranos o no serían. La Reforma, de hecho, derivó en uno de los conflictos militares más brutales de Europa. La Guerra de los Treinta Años no estalló por la intolerancia de los católicos, sino por la negativa de los luteranos a que el principio «Cuius regio, eius religio» («A tal rey, tal religión») se extendiera a otras religiones reformadas en el Sacro Imperio Germánico. Los protestantes eran y serían tan intolerantes en materia religiosa como los católicos, con la diferencia de que la Iglesia había sobrevivido a herejías, desafíos y cismas desde hacía siglos.
Hablando en plata: tenía más mano izquierda y experiencia para lidiar con estas crisis sin emplear la violencia, frente a religiones primerizas que debieron abrirse paso a codazos no solo contra los católicos, sino contra otros reformistas. Sin olvidar que la tolerancia religiosa es un término ajeno para Europa hasta fechas muy recientes, como demuestran las periódicas guerras civiles en Francia entre protestantes y católicos, o el que hasta mediados del siglo XIX en Inglaterra y Holanda, por citar dos casos, los católicos fueran ciudadanos de segunda.
Lutero nunca toleró que la gente quisiera ser católica, calvinista, judía o de otras religiones
¿Fue eso modernidad y prosperidad para Europa? A corto plazo, no. A largo plazo, tampoco, aunque se pueda sacar esa conclusión si extrapolamos el actual retrato económico a que en el siglo XVI unos u otros eligieron según qué religión. Lo cierto es que Alemania no siempre fue el tren de Europa (fue en la Italia del Renacimiento donde se desarrolló un primer capitalismo) y, desde luego, la doctrina luterana tiene tantos claros como oscuros en el pensamiento europeo. Tanto se puede reconocer de la influencia luterana en la Ilustración como en autores fundamentales para alcanzar el nazismo y el marxismo.
Que el Sur de Europa sea hoy más pobre que el Norte tiene más que ver con el desgaste de los imperios y el cambio de las esferas de poder, las cuales hoy se mueven hacia Asia inexorablemente, que con cuestiones teológicas. En materia económica, ni Lutero (radicalmente en contra de la usura) ni Italo Calvino aportaron ideas económicas distintas a otros pensadores anteriores. Más bien al contrario, fueron autores católicos de la Segunda Escolástica, fundamentalmente españoles, quienes evolucionaron hacia posiciones mucho más tolerantes con el liberalismo económico y alejadas de la tradición tomista.
La dificultad de Europa para reconocer lo que trajo de verdad modernidad y lo que trajo discordia explica, en parte, lo estropeada que está la brújula cultural y política del Viejo Continente. Ningún hecho del siglo XVI unió y achicó tanto el mundo como esa desdeñada primera circunnavegación. Nada cambió igual la forma de pensar de la gente como el descubrir que el mundo ciertamente podía ser global, como así demostró Elcano. Constatar físicamente que la Tierra gira sobre sí misma en el sentido este-oeste.
Iniciar esa primera globalización efectiva fue posible gracias a los conocimientos sobre cartografía y navegación, ciencia al fin y al cabo, acumulados por las potencias ibéricas. Gracias a una fuerza, ambición y talento humano que pocas veces se ha visto tan concentrada en la historia de Europa. Gracias al convencimiento ibérico sobre la esfericidad del mundo. Aquello merece, al menos, tanta atención como el reformador, Lutero, que separó Europa en más trozos.
ROMA (ITALIA) | Obispos católicos y luteranos de Finlandia elaboraron un documento para encontrar elementos de acuerdo entre ambas Iglesias. Esta iniciativa coincide con la idea de Francisco sobre el ecumenismo como un caminar unidos hacia una meta.
El concepto de leyenda negra, aunque basado en mentiras, se ha consolidado en el lenguaje y el imaginario colectivo. Términos como ‘colonialismo’ tienen un matiz peyorativo que es muy difícil de eliminar.