César Cervera | 08 de febrero de 2020
Hispanoamérica son los americanos herederos de la tradición española, mientras que latinoamericanos son los herederos de la tradición latina, es decir, los pueblos que hablan lenguas derivadas del latín.
No es lo mismo llamar a alguien pacífico ‘colono’ que decirle ‘conquistador’ o ‘colonizador’. Ni tampoco lo es hablar de los independentistas como ‘los ciudadanos de la revolución de las sonrisas’, en vez de calificarlos como lo que en gran parte son, ‘supremacistas’. El lenguaje no es inocente. Ni gratis. Toda interpretación, toda etiqueta, abre y cierra determinadas posibilidades, determinados cursos de acción.
Hoy en día usamos de forma indistinta el término Hispanoamérica y el de Latinoamérica, a pesar de que hacen referencia a dos cosas diferentes. Hispanoamérica son los americanos herederos de la tradición española, mientras que latinoamericanos son los herederos de la tradición latina, es decir, los pueblos que hablan lenguas derivadas del latín. Una retorcida forma de encajar a portugueses, españoles y franceses en el mismo cajón. Y, ciertamente, en el centro y el sur del continente americano, junto a los territorios de influencia portuguesa y española, se incrustan algunos países que fueron franceses. Las llamadas Antillas francesas, Tobago, Haití, la Guayana Francesa y otros puntos aislados del continente.
Una presencia francesa tan pequeña no debería monopolizar el lenguaje para catalogar a unos territorios que de forma abrumadora pertenecieron a Portugal y España, países que, por cierto, ya tienen su propio término para designar su área de influencia: Iberoamérica. No parece muy operativo que lo particular pueda condicionar tanto lo general, sobre todo cuando las palabras Latinoamérica y latinos están hoy más extendidas que las de Hispanoamérica o Iberoamérica.
Una simple pregunta sirve para desvelar la trampa francesa: ¿los habitantes de los territorios donde hoy se habla de forma mayoritaria español y portugués, pero reciben el nombre de América Latina por deferencia hacia la minúscula presencia francesa, son latinos y, sin embargo, los canadienses no lo son? En Canadá hay un amplio bloque de la población que habla francés como recuerdo de la presencia gala y, sin embargo, a nadie se le ocurre llamar a sus habitantes latinos.
Hispanoamérica son los americanos herederos de la tradición española, mientras que latinoamericanos son los herederos de la tradición latina, es decir, los pueblos que hablan lenguas derivadas del latín
¿Cómo permitieron España y Portugal que les colaran semejante gol por la escuadra? La palabra Latinoamérica apareció a mediados del siglo XIX, justo tras los procesos de independencia americanos de la mano, sobre todo, de la prensa francesa. España estaba en retirada y su influencia en caída libre, mientras Francia buscaba pescar en el caos americano. Si bien existen varias teorías sobre su creación, todo apunta a que el vocablo nació a través de distintos poetas hispanoamericanos. A Francia aquella referencia a una América Latina, es decir, no solo española ni portuguesa, sino tan latina como ellos, le vino que ni pintada en una coyuntura favorable a su expansión por el sur del continente. Entre distintas aventuras coloniales, Napoleón III promovió en la segunda mitad del siglo XIX una intervención armada en México, originalmente con ayuda de España y Reino Unido, que terminó con el Habsburgo Maximiliano I como emperador mexicano.
Napoleón sostuvo militarmente el ascenso y mantenimiento de este emperador, al que las élites intelectuales galas quisieron revestir de un aire «latino» bajo el argumento de que el austriaco hablaba una lengua romance, en concreto el retorromance, un dialecto latino hablado por unas 200.000 personas entre Italia y Suiza. Un latino para gobernar Latinoamérica en nombre de los latinos franceses suponía la mejor excusa, de hecho, la única, que pudo encontrar Francia para inmiscuirse en una zona que, con el Imperio español vivo, le había resultado del todo impenetrable. El argumento era endeble y no convenció a los mexicanos. El latino Maximiliano I acabó fusilado por los hispanoamericanos poco después de empezar su reinado.
El imperio de Napoleón III resultó, a la postre, tan efímero e insustancial como todas las aventuras coloniales francesas en América. Y es que lo difícil en el caso de los imperios no es levantarlos o crearlos con prisa, sino mantenerlos en el tiempo. No obstante, Francia se salió con la suya en la guerra terminológica. La palabra Latinoamérica acabó popularizándose y nunca ha dejado de usarse para, de paso, rebajar el peso que tuvo España en estas regiones americanas.
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