Miguel Serrano | 09 de agosto de 2019
Charles Manson, un delincuente de poca monta, aprovechó la debilidad del mensaje «hippie» para llevar a cabo sus ideas racistas y criminales.
La mañana del 9 de agosto de 1969, hace ya cincuenta años, Los Ángeles se despertó sacudida por el hallazgo de cinco cadáveres asesinados en el 10050 de Cielo Drive, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, cerca de Beverly Hills y Bel Air. Entre las víctimas se encontraba Sharon Tate, jovencísima actriz, esposa de Roman Polanski, en un avanzado estado de embarazo. Faltaban dos semanas para el nacimiento del bebé. La pesadilla fue a peor cuando, al día siguiente, encontraron otros dos, esta vez en el 3301 de Waverly Drive, en la zona de Los Feliz.
Las escenas de los crímenes no pudieron ser más escalofriantes: cuerpos destrozados en medio de un baño de sangre, con incontables apuñalamientos y algún disparo. Además, encontraron palabras pintadas con sangre en las puertas y paredes: death to pigs (“muerte a los cerdos” en inglés), rise (“levantad”), y helter skelter (el nombre de una canción de los Beatles y que esconde un significado mucho más siniestro en este caso).
Toda esta historia es ya suficientemente escabrosa, pero aún falta la pieza más importante y aterradora: Charles Manson. El más famoso de los asesinos de Estados Unidos, líder de una extraña secta hippie conocida como la Familia. Un criminal de medio pelo que había pasado 18 de sus 35 años en prisión por delitos menores, que, repentinamente, ordenó los asesinatos de al menos siete personas (ocho contando al bebé no nacido).
Un tipo mediocre que había intentado desarrollar una carrera musical y solo había recibido rechazos por parte de la industria. Un hombre de poco más de metro y medio sin atractivo físico, que, sin embargo, sedujo a un grupo de desarrapados con su extraña y alucinada filosofía, creada a partir de un cerebro enfermo, la Cienciología, religión oriental, una misoginia profunda y un racismo atroz. Se rodeó de ellos porque eran débiles y podrían caer fácilmente en sus redes.
La historia de Manson atrajo desde el principio la atención mediática. Tenia todos los ingredientes para una buena historia: Hollywood, una actriz atractiva, una secta hippie, un líder estrambótico, violencia exagerada…
Por eso hay numerosos libros y películas sobre el tema: desde Helter Skelter, el libro de referencia sobre el caso, escrito por Vincent Bugliosi, que fue el fiscal que se aseguró de que Manson y su Familia fueran condenados a muerte (que luego se conmutó por cadena perpetua) hasta la segunda temporada de Mindhunter, que se estrena enseguida en Netflix o Érase una vez en Hollywood, la nueva película de Quentin Tarantino, que llega a nuestras pantallas el 15 de agosto.
Helter Skelter
Vincent Bugliosi con Curt Gentry
Editorial Contra
840 págs.
28,40€
Manson, que era un fanático de los Beatles, interpretó sus canciones desde su mente retorcida y perversa, y creyó que los Fab Four le escribían mensajes en los que lo incitaban a desatar el Helter Skelter, una guerra racial, la guerra final, el Armagedón.
Asesinó a hombres blancos del establishment, a los que él llamaba “cerdos” y odiaba, para culpar a los negros, a quienes también odiaba y despreciaba. Creía que, una vez se difundiera la noticia de los asesinatos, los blancos responderían con más violencia y comenzaría la guerra. La Familia se refugiaría en el desierto, donde encontrarían un lugar escondido para esperar al final del conflicto. Los negros ganarían la guerra, pero, siempre dentro del pensamiento repugnante de Manson, no sabrían llevar el poder y se lo encargarían a los supervivientes blancos, es decir, a la Familia.
Fueron miembros de la Familia quienes cometieron los asesinatos, por supuesto. Poco más que adolescentes que encontraron en las palabras y en el inesperadamente magnético carisma de su líder el faro con que orientar sus vidas, perdidas por las drogas, el sexo libre y desenfrenado y algún trastorno mental.
La Familia, en apariencia, era otra comuna hippie más, tan frecuentes en esa época, en los “años felices” de los 60. Ese mensaje de falso amor y paz fue aprovechado por Manson, que en su corazón solo albergaba odio hacia la humanidad y una atracción desmedida por la violencia. Y lo hizo juntándose con gran parte de la clase alta de Hollywood.
Pero todo ese sueño se rompió en pedazos de un golpe. Las masacres cometidas por la Familia sacaron a la luz toda la basura escondida debajo del polvo y la suciedad hippie. Esos Niños Perdidos se revelaron como los jóvenes infantilizados, potencialmente violentos y fácilmente manejables que realmente eran; Manson pasó de ser el gurú extravagante a ser el líder pervertido y manipulador, el organizador de unos asesinatos terribles.
Y, aunque parte de los “intelectuales” del movimiento hippie defendieron (y aún defienden) a Manson, lo único que consiguieron con ello fue poner en evidencia los fallos estructurales de su pensamiento y la peligrosidad de sus ideas. Se acabó la mentira de las flores, la paz y el amor libre.
Las mejores películas para el mes de agosto. Vuelve Tarantino con una historia de Hollywood en la que se cuela Charles Manson.