Guillermo José Velasco Fabra | 09 de noviembre de 2019
El papa Pío XI alzó la voz contra Hitler en su encíclica «Mit brennender Sorge». Los miembros del grupo La Rosa Blanca llevaron su oposición al nazismo hasta las últimas consecuencias.
El 9 de noviembre recordamos la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) porque los nazis atacaron sinagogas y empresas judías en Alemania y Austria (1938). La excusa fue el asesinato del diplomático Ernst vom Rath en París. La expresión «los judíos« simplifica una realidad compleja. Por ejemplo, hay judíos con orígenes distintos, como los falashas (que provienen de Etiopía) y askenazis (de Europa central y oriental), y desde el punto de vista político la mayoría de los ultraortodoxos no reconoce el Estado de Israel. Por tanto, engloba realidades distintas.
El antijudaísmo ha existido siempre con diferentes manifestaciones políticas y religiosas en Europa (Cardenal Edward Idris Cassidy, en el documento Nosotros recordamos: Una reflexión sobre la Shoah, de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, 1998). Sin embargo, durante el nazismo es racial y, por tanto, es antisemitismo. No es político, porque el Estado de Israel se crea en 1948, ni religioso, porque el ataque a las religiones no fue, al principio, una prioridad del III Reich. Es una distinción determinante con trágicas consecuencias. Se puede ver, de forma sobrecogedora, en la película Der ewige Jude (1940) -documental sobre los judíos en Polonia-, que afirmaba que «son una plaga que amenaza a la salud del pueblo ario» (el cine, bajo la supervisión de Joseph Goebbels, y la prensa como Der Stürmer fueron determinantes para «inocular» el antisemitismo a los alemanes).
La situación en España fue distinta, porque los judíos fueron expulsados por razones religiosas (y políticas) en 1492 y, por tanto, pudieron convertirse al catolicismo y permanecer en España (conversos). Debemos recordar que no podemos analizar e interpretar acontecimientos históricos del siglo XV con criterios actuales. Con profunda emoción recordamos la Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España. El preámbulo resume la evolución histórica de los sefardíes en España.
El Real Decreto de 20 de diciembre de 1924 fue el instrumento legal para que miles de sefardíes obtuvieran la nacionalidad española y no fueran asesinados durante el nazismo en ciudades europeas como Atenas, Budapest y Sofía (por ejemplo, en Salónica, ciudad sefardí desde el siglo XVI, fueron asesinados más de cincuenta mil judíos durante la II Guerra Mundial). España, con esta ley, cumple con una obligación histórica que permanecerá imborrable en nuestra conciencia nacional.
Las Leyes de Núremberg (1935) limitaron los derechos y libertades fundamentales de los judíos de Alemania. En 1938, se estableció que los judíos que no pudieran ser identificados con su nombre tendrían que añadir como segundo nombre Israel y Sara para que estuvieran identificados como judíos. Primero fue el «personeicidio», es decir, la aniquilación y desaparición de la vida social y profesional de la persona, y después, como lo consideraban un problema racial, los judíos estaban abocados al exterminio físico con «la solución final». Los hermanos Sophie y Hans Scholl (y sus compañeros del grupo La Rosa Blanca) fueron un ejemplo de cristianos comprometidos con la libertad y dignidad de la persona en la Universidad de Múnich, hasta el momento en que fueron condenados a muerte (1943).
El discurso Libertad y Responsabilidad, sobre el grupo La Rosa Blanca, de Romano Guardini debería estudiarse en las universidades europeas: «Lucharon por la libertad del espíritu y por el honor del hombre, y su nombre permanecerá ligado a esa lucha. Vivieron íntimamente en la irradiación del sacrificio de Cristo, que no necesita fundamentación alguna desde la existencia inmediata, sino que surge libremente del origen creador del amor eterno».
El papa Pío XI (1922-1939) condenó el nazismo en la encíclica Mit brennender Sorge (1937). Posteriormente, afirmó que «El antisemitismo es inaceptable. Espiritualmente todos somos semitas». Occidente se ha configurado a través de la religión judeocristiana, la filosofía griega, el derecho romano, y la Ilustración. Sin el judaísmo no se entiende nuestra cultura. Nadie ha tenido una relación tan profunda desde su origen con Dios como los judíos (por ejemplo, Génesis, 15).
El papa Pío XII (1939-1958), a pesar de la polémica existente, también defendió y ayudó con inteligencia pontificia a los judíos durante el nazismo, como reconoció Golda Meir (primera ministra de Israel): «Compartimos el dolor de la humanidad (…). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».
El pensamiento quintasiano nos ofrece claves de interpretación definitivas con su teoría filosófica de los ámbitos y los niveles. Cuando el hombre entienda que lo que da sentido a la vida es el ideal de la unidad y el amor oblativo, es decir, el amor incondicional a los demás, unido a la belleza, bondad, justicia y verdad, superaremos la perversa inclinación al dominio.
Los documentos oficiales arrojan poca luz sobre la actitud del Vaticano respecto al horror nazi.
Tras la derrota en junio de 1940, gaullistas y comunistas asumieron la lucha contra los nazis que habían sojuzgado a Francia. No obstante, los primeros soldados que penetraron en la capital el 24 de agosto de 1944 fueron los republicanos españoles de La Nueve, una compañía integrada en la 2ª División Acorazada del general Leclerc.